Desde estas páginas se criticó el tono electoralista con que fue concebido por el PP buena parte del debate sobre el estado de la región, así como la idéntica estrategia a la que sucumbió el PSOE 'contraprogramando' con una moción de censura que vino a romper, es verdad, la previsible y monopolística sucesión de anuncios e iniciativas por parte del Ejecutivo regional. Una puesta en escena del viejo principio: «La mancha de mora con otra se quita». Hoy se debate esa moción de censura que, también previsiblemente, será fruto del olvido en pocas horas más. ¿Era necesario llegar hasta aquí? Quien tenga interés en ahondar en esa pregunta puede hacerlo leyendo con atención los resultados del sondeo que Sigmados ha elaborado para HOY y de los que se da cumplida información en estas mismas páginas. Baste señalar que buena parte del electorado que votó a los socialistas no entiende bien, según los datos que se desprenden del sondeo, por qué se ha presentado la moción y considera que no ha sido justificada adecuadamente por parte de Fernández Vara.
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Teniendo en cuenta que desde el primer minuto en que se anunció la moción de censura se produjo un inusitado incremento de la acritud y de la radicalización de las posiciones en el debate público, (sólo hay que transitar -aunque sea con mascarilla- por las cloacas de las redes sociales y comprobar lo que sostienen los entusiastas a cara descubierta o anónimos de los principales partidos en liza), lo deseable es que cumplido el trámite de la moción, las aguas se reconduzcan. No para instaurar el 'buenrollismo' y la cordialidad impuesta, sino para que las buenas formas, la generosidad y el compromiso con la tierra no sean conceptos teóricos que se utilizan solo en los discursos y se olvidan en la convivencia y en la práctica política diaria. Y cada uno en su papel. El gobierno, gobernando, y la oposición, controlando y, en la medida de lo posible, impulsando iniciativas que conduzcan al bien común. No cerrar la herida de la moción de censura y persistir en el error puede ser tan contraproducente como aspirar a tener siempre la razón y además querer abolir, por la vía de los hechos consumados, al adversario.
En ese sentido, mención aparte merece la gestión que PP, IU y regionalistas han hecho en la Junta de Portavoces de la Asamblea del Reglamento de la Cámara. En una moción de censura se pone en tela de juicio la acción de un presidente de la Junta. Derivar con excusas hacia otros resultados más acordes a los intereses del partido que sostiene al gobierno regional se puede disimular como se quiera, pero no deja de ser una manera poco pudorosa de retorcer el Reglamento hasta que este suelte el jugo que conviene. Y mucho menos edificante cuando los cambios, además, se hacen aprisa y a la carrera, cuando ya rueda el balón sobre el césped y a alguien se le ocurre, vaya gracia, modificar las normas del juego. La moción, guste más o guste menos, es un instrumento legítimo y lo más democrático hubiera sido afrontarla con el máximo respeto a la norma establecida, es decir, a la seguridad jurídica. Reconducirla a través de tales improvisaciones no deja de ser una manera torpe de devaluarla. A pesar de todo, insistimos en lo fundamental: que resuelto el trámite, las aguas de la confianza y la concordia vuelvan a discurrir limpias y no turbias.
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