Claudio Mateos
Martes, 12 de agosto 2014, 07:27
Aún es pronto para saber cómo evolucionarán las graves lesiones que sufrió el pasado martes el hombre de 40 años que se golpeó la cabeza con una roca al lanzarse desde más de dos metros altura en la piscina natural de Navaconcejo, conocida en el Valle del Jerte como el Charco del Pilar. El servicio de emergencias 112 habló en un primer momento de trauma craneal y lesión medular, un diagnóstico que se repite cada año decenas de veces en las playas, ríos, embalses y piscinas españoles.
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La estadística del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo es elocuente. Algunos años hasta el cinco por ciento de las personas que ingresan en este centro lo hacen como consecuencia de una mala zambullida. Según los datos que maneja la Cruz Roja, el seis por ciento de todas las lesiones medulares que hay cada año en España se producen al tirarse al agua y golpearse con el fondo, con el bordillo o con un roca, o simplemente por el propio impacto con el agua al lanzarse desde demasiada altura y caer mal. Extremar las precauciones es la única manera de prevenirlas de forma eficaz.
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En Navaconcejo todos esperan que las consecuencias del accidente de la semana pasada sean lo menos grave posibles. La víctima es un hombre bien conocido en el pueblo, del que es natural, un trabajador de la construcción que emigró en su día al País Vasco y que, como cada verano, se encontraba pasando unos días de vacaciones en su tierra. «Conocía el lugar perfectamente, se debe haber tirado desde ahí cientos de veces», apuntaba ayer el alcalde, José Antonio Moreno, en el lugar donde ocurrió el impacto. Es una parte del charco en la que la profundidad alcanza los dos metros, por lo que los usuarios, sobre todo los más jóvenes, se tiran habitualmente desde las rocas que hay en la orilla, al igual que ocurre en casi todas las demás piscinas naturales y gargantas aptas para el baño, tan numerosas en el norte extremeño. Se desconoce qué pudo ocurrir para que la víctima impactara contra el fondo o contra alguna de las piedras que se encuentran más cerca de la superficie, y que desde arriba se ven bien.
Una de las bañistas que en ese momento se encontraban en la piscina, a las ocho de la tarde del pasado miércoles, era Milagros de la Calle. Según su relato, el hombre se lanzó al agua de cabeza desde una roca situada a algo más de dos metros de altura. Le vieron varias personas, que se dieron cuenta de que tardaba demasiado en salir a la superficie. Unos jóvenes corrieron hacia el lugar y le sacaron del agua inconsciente. En la orilla una enfermera que estaba en el lugar le practicó los primeros auxilios hasta que llegó el personal médico del PAC de Cabezuela del Valle, y posteriormente fue trasladado en helicóptero al hospital Virgen del Puerto de Plasencia, donde permanece ingresado a la espera de poder determinar el alcance de sus lesiones.
Los servicios de emergencias son buenos conocedores de las graves consecuencias que en ocasiones tienen este tipo de zambullidas. Joaquín Micot, responsable de actividad de Cruz Roja en Plasencia, suele acudir a los centros educativos de la zona antes del verano para dar charlas sobre las prácticas de riesgo que conviene evitar en los lugares de baño. Varias décadas de experiencia le han hecho intervenir en muchos accidentes de este tipo. «Cuando abrieron el canal de baños de Plasencia, en el que cubre muy poco, hubo muchos accidentes», recuerda. Su recomendación es radical: no tirarse nunca de cabeza en ríos ni embalses, ni siquiera aunque se crea conocer el lugar a la perfección, ya que la profundidad puede variar incluso de un día para otro, y además las crecidas invernales suelen modificar los fondos y «donde un año no hay una piedra resulta que el año siguiente sí la hay porque la ha arrastrado el agua». Micot ni siquiera es partidario de lanzarse de cabeza en las piscinas pues, aunque el fondo es regular, nadie está exento de sufrir un resbalón y golpearse con el bordillo, o simplemente no calcular bien el ángulo de entrada en relación a la profundidad, frecuente causa de impactos contra el suelo de las piscinas.
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Un riesgo añadido son las volteretas y cabriolas que los más atrevidos realizan al lanzarse al agua. Hace ya muchos años que en las piscinas públicas españolas se prohibieron las plataformas y los trampolines, precisamente por la proliferación de accidentes con lesiones que se producían, desde las más leves en los ligamentos y articulaciones hasta las más graves en la médula espinal. Ahora sólo pueden instalarse en los clubes deportivos con personal cualificado, pero aun así en cualquier piscina o río se ven saltos mortales y piruetas que suponen un riesgo evitable e innecesario.
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