Decía hace un par de semanas que un día hablaría de María Victoria Domínguez, la única diputada de Ciudadanos en la Asamblea de Extremadura. No será hoy. Ni sé si será alguna vez. Todo dependía de las únicas decisiones importantes que tenía que tomar su partido en la región después de las elecciones del 24 de mayo, concretamente las que estaban en manos de sus concejales de Cáceres y Badajoz. Puesto que las decisiones que han tomado -legítimas, sensatas y no me cabe duda que apartadas del tacticismo político- han sido a favor de un gobierno popular en ambas ciudades, poco le queda ya que rascar a Domínguez. Su única oportunidad era tener cogido al PSOE por alguno de los dos consistorios más importantes de Extremadura. Siendo que no, lo que explique o defienda María Victoria Domínguez va a valer en el Parlamento autonómico uno dividido entre 65. O sea, muy poquito más que nada. De lo que sí hay que hablar es del papel de los ediles de Ciudadanos en los ayuntamientos pacense y cacereño, dos en el primero y cuatro en el segundo. Sensatamente, explicaba antes, han elegido la continuidad, con condiciones, de la lista más votada. Uso ese adverbio, sensatamente, porque al fin y al cabo no importa tanto lo que necesita Ciudadanos para quitarle al PP el bastón de mando en esas capitales como lo poco que le haría falta al PP si quisiera arrebatárselo a un posible tripartito: un voto en Badajoz y dos en Cáceres. Si conviene la opción de la estabilidad y la gobernanza, mejor una en la que haya que hacer pocos equilibrios.
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Sin embargo, una cosa es el interés general de la vecindad y otra la supervivencia de los partidos. Ciudadanos, una nueva propuesta política, tenía en Extremadura dos opciones como jugador de centro derecha: sustituir al PP o bien catalizar en su funcionamiento elementos de regeneración y limpieza. Mejorarlo, por así decirlo. Los hechos muestran que ha preferido lo segundo. Así lo constataba de alguna manera Cayetano Polo, portavoz en Cáceres, el viernes en nuestras páginas. En el primer supuesto, se arriesgaba a destartalar las pretensiones de buena parte de su electorado, que de pronto se podía ver integrado en comunidades de intereses de izquierda, cuando Ciudadanos no ha propuesto taxativamente quitar de en medio al PP. Ha propuesto, y así lo está haciendo en Extremadura, el cambio tranquilo a través de una cuarta vía que por ahora parece más un lobby que un partido. El propio Polo se explicaba: «No estar en el Gobierno nos permite ser más libres». Pero claro, no estar siquiera en el Ayuntamiento les haría aún mucho más libres. Como el viento. ¿Problema? Habrá parte de sus votantes, los que votaban azul y cambiaron al naranja en lugar de quedarse en casa, que hoy estarán fastidiados. En ese sentido, ha sido más crítico y contundente contra el PP el abstencionista que el votante de Ciudadanos.
Cambiar al Partido Popular, mejorarlo mediante condiciones o exigencias, sean dos, tres o quince, resultará un desastre seguro. Porque si lo consigue, si el PP se pone las pilas, Ciudadanos perderá su razón de ser. Y si no lo consigue, menos todavía. Por lo que tarde o temprano le quedarán dos salidas en Extremadura: morir o extinguirse. ¿Dificultades añadidas? En la medida que Ciudadanos se convierte en socio del PP en Cáceres y Badajoz, solo puede aspirar a que la ciudadanía visualice su papel en positivo, es decir, como un factor de regeneración potente. Eso requiere inteligencia y trabajo. Para un partido sin estructura será complejo. Sobre todo porque su gente más preparada estará ocupada en ganarse la vida. Y aquella que no lo esté tampoco destacará por una prodigiosa vocación de sacrificio. Poner alcaldes y sobresalir por encima de ellos es bastante más cansado que quitarlos. En Cáceres, por cierto, ha despreciado la posibilidad de formar un gobierno de coalición con PSOE que hubiese dejado a Podemos -su único y verdadero enemigo, según parece- entre un alcalde del PP u otro de PSOE y C's.
En fin, que Ciudadanos ha prestado un valioso servicio a Extremadura. Chapeau. Ha mantenido dos alcaldías del PP importantes. Sobre ellas, especialmente desde Badajoz, ese partido construirá una alternativa de gobierno regional a futuro. En las elecciones generales de fin de año comprobaremos, con todo, hasta qué punto aquí la formación de Rivera ha respondido o no a los deseos de sus electores. Si en esos comicios mantiene el tipo, habrán acertado. Si se hunde, quizás deseen corregir. Entonces las que tendrían un problema serían las alcaldías de Badajoz y Cáceres.
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