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¿Qué ha pasado hoy, 11 de febrero, en Extremadura?
Perplejo

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Tal vez el portavoz de la familia Suárez no sepa que su padre era muy reacio a utilizar a nadie, porque su pudor no se lo permitía

tomás martín tamayo

Sábado, 12 de diciembre 2015, 08:02

En las campañas electorales debería establecerse un límite para no descender de lo ético y no enfangar lo estético. Y para no hacer de ellas un Sálvame en el que todo está permitido, incluso la necrofagia política para nutrirse de los muertos. Días antes de iniciarse oficialmente la campaña, me rechinó la presencia de Albert Rivera en Ávila, para hacerse la foto con la estatua de Suárez, porque resultaba muy descarado el intento de asimilarse a su memoria. No le niego al líder de Ciudadanos su afinidad con el centro, porque las ideologías y los posicionamientos políticos no tienen propietarios, pero desplazarse hasta Ávila buscando la fotito con la imagen de Suárez, en los prolegómenos de la cita electoral ¡Me pareció una ocurrencia estrafalaria, propia de una etapa cercana afortunadamente superada!

Pasé página porque a fin de cuentas yo fui uno más entre los que quisimos y seguimos a Adolfo Suárez, y la familia parece que ha depositado la defensa de su memoria en uno de sus cuatro hijos, Adolfo Suárez Illana, que es el portavoz autorizado. Nada que objetar, creo que nadie puede defender mejor a Suárez que su propio hijo. Pero una cosa es la herencia, su memoria y el patrimonio documental, y otra bien diferente el posicionamiento ideológico del centro político, que no era propiedad de Suárez. Por eso me pareció un teatro callejero de mal gusto que Rajoy abriera su campaña electoral, también en Ávila, siguiendo desvergonzadamente la senda del líder de Ciudadanos, para hacerse la misma foto con la estatua de Suárez, pero con el agravante de hacerse acompañar por Adolfo Suárez Illana, que se dejó utilizar de forma poco «suarista». ¡Perplejo!

Tal vez el portavoz de la familia no sepa que su padre era muy reacio a utilizar a nadie, porque su pudor no se lo permitía, y evitaba cualquier acto público en el que pudiera interpretarse que cogía un tren oportunista en marcha. Durante una visita que hizo a Don Benito, teníamos programada un recorrido por Feval, y ya dentro del recinto alguien quiso llevarlo a un salón donde se daban cita quinientos jubilados y pensionistas. Suárez me preguntó si aquello estaba organizado por nosotros. Le dije que no. Y en la misma puerta se dio la vuelta con evidente enfado: «¿Pretendéis que politice con mi presencia una reunión de pensionistas que nada tienen que ver con nosotros? ¿Con qué derecho entro yo ahí? Así se las gastaba, por lo que yo creo que el paripé montado en Ávila por Rajoy y su propio hijo no coincide mucho con lo que nos enseñó.

Además, pedir el voto para el PP, delante de la estatua de su padre, se me antoja una falaz pretensión de entregar un legado que no le corresponde. Algo bastante impúdico, porque Suárez supo guardar siempre las distancias con el PSOE y con el PP, que fueron, al alimón, los que finalmente mediaron con los bancos para estrangularnos económicamente. Es verdad que su último acto público, cuando ya estaba enfermo (¡!), fue en Albacete, para apoyar a su hijo que se presentaba como candidato del PP, pero la cercanía era hacia él y no hacia la opción que representaba. Yo creo que lo que hizo Adolfo Suárez Illana en Ávila, Adolfo Suárez González no lo habría hecho jamás. Ni por Rajoy ni por nadie.

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