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J. R. Alonso de la Torre
Martes, 29 de diciembre 2015, 07:54
La semana pasada, explicaba en esta página por qué esta sección se llama 'Un país que nunca se acaba'. Un amable lector me escribió un correo contándome que había un blog de viajes que usaba este mismo título y quería saber si había denunciado tal usurpación.
Le respondí que no, que estaba encantado de que el marbete fuera usado por otra persona. Esto no es una agencia de publicidad, yo no patento nada y pocas cosas me gratifican más que una frase o un cliché tomen vida propia. Además, el bloguero de 'Un país que nunca se acaba' es honrado: explica en la cabecera del blog que usa este nombre porque lo leyó en el diario HOY en otoño de 2007, le gustó y lo 'cogió prestado'.
De los clichés periodísticos que he usado, hay dos que han tenido bastante fortuna. El primero data de los años 80 y lo empleaba para encabezar unas crónicas diarias en La Voz de Galicia. Se llamaba 'Callejón del Viento' porque ese era el nombre popular de la calle de Vilagarcía de Arousa donde vivía: una corta travesía que unía el centro de la ciudad con el puerto. Por ella, en los días de tempestad, los vendavales hacían de las suyas y cuando el huracán Hortensia asoló Galicia, en aquel callejón no quedó nada en pie salvo la inspiración para encabezar con su nombre un serial de columnas que duró varios años.
En Vilagarcía, casi nadie recuerda quién lanzó el marbete periodístico 'Callejón del Viento', pero hizo fortuna y hasta un grupo de bares usó ese nombre para popularizar su oferta nocturna: Los pubs del Callejón del Viento. Cuando regreso a Vilagarcía en verano, me encanta constatar cómo aquel cliché de periódico se fue de casa de su padre y hoy es de todos.
En Cáceres, hizo fortuna una sección llamada 'La Ciudad Feliz'. Empleé esa expresión por primera vez, titulando un artículo de opinión, el 23 de marzo de 2001. La marca fue utilizada en El País para referirse a Cáceres y también en un programa televisivo de María Teresa Campos. Cuando dejé de escribir esa sección, un grupo periodístico catalán la registró para que no la volviera a emplear. Los lectores también me escribieron para preguntarme si iba a pleitear y si no me molestaba que patentaran mi marbete. Y no, no me importaba, al revés: me hacía feliz ver cómo aquella frase crecía y se emancipaba, incluso en los registros.
Aunque lo más sorprendente fue descubrir, las pasadas Navidades, que ya el 4 de septiembre de 1936, un corresponsal de guerra portugués llamado José Augusto había denominado a Cáceres 'La Ciudad Feliz' en un artículo publicado en su periódico: Diário de Notícias. Con esa expresión, el cronista lisboeta quería resumir la actitud festiva de los cacereños en plena Guerra Civil. Hoy se sigue diciendo que Cáceres es una ciudad feliz, pero a nadie le importa ni José Augusto, ni un servidor, ni que una corporación catalana quisiera apropiarse de un cliché que ya era de todos.
Con algunas otras ocurrencias no he tenido tanta suerte. Recuerdo que cuando Saponi se presentó a la alcaldía de Cáceres frente a Carmen Heras con el eslogan, ideado por la agencia Creaerte, 'De Cáceres de toda la vida', empecé a hablar de los Cacereños DTV (de toda la vida) frente a los Cacereños DKW (que llegaban de los pueblos en estas populares furgonetas y se establecían en la capital). La contraposición DTV-DKW le gustaba mucho a Fernando Tomás Pérez, añorado director de la Editora Regional, que presumía de ser un auténtico DKW.
Lo de Cacereño DTV me parecía moderno, en plan Cáceres 2.0 y esas chorradas, porque se empleaba también en otras ciudades (Vitorianos DTV, Burgaleses DTV). Pero el cliché no tuvo éxito y la ciudadanía prefirió las siglas Catovi, que han hecho furor y fueron empleadas por primera vez por otro columnista, Antonio Sánchez Buenadicha, que seguro que no ha patentado el invento, pero disfruta viendo cómo su acrónimo ha crecido y se ha convertido en adjetivo y hasta en sustantivo.
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