juan lópez-lago
Lunes, 1 de agosto 2016, 00:46
En la Sierra de Gredos es muy conocida pues durante años era una rutina para ella arrancar su furgoneta el viernes al salir del trabajo, dormir en un apartadero del Puerto de Tornavacas y madrugar para subir algún pico del macizo central y pasar el fin de semana bajo las estrellas, incluso en invierno.
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Pero más allá del mundo minoritario del alpinismo, Isabel Asensio (Badajoz, 1969) se dio a conocer en 2008 cuando este diario patrocinó su expedición al Cho Oyu (8.201 metros), uno de los catorce ochomiles.Su objetivo era convertirse, junto a Vanessa Ortega, en la primera ochomilista extremeña. No pudieron hacer cumbre pues la prudencia les aconsejó bajar al campo base cuando Nicolás, su pareja, empezó a sentirse mal. De vuelta tuvieron que dormir en la misma tienda con un cadáver que pertenecía a otra expedición.
Aquella experiencia ni fue la primera aventura extrema -se han topado con osos varias veces en sus expediciones, una vez en Alaska- ni detuvo a Isabel en su afán por conocer sus límites y explorar territorios lejanos. Arquitecta técnica de profesión perteneciente a la Consejería de Educación y Empleo de la Junta de Extremadura, hace malabares con el calendario para cuadrar viajes alejados de las rutas turísticas y siempre con un componente de desafío deportivo.
«En el mundo de la montaña se ven mujeres, pero en la alta montaña hay muy pocas. No sé si es porque nos han educado como si fuéramos más débiles, cuando por mi experiencia sé que se sube más con la cabeza que con las fuerzas, y de hecho está comprobado que las mujeres aclimatamos mejor en altura», dice.
algunos datos
De Badajoz. Nació en septiembre de 1969 y estudió en el colegio Arias Montano y en el Instituto Zurbarán de Badajoz. Hizo la carrera de arquitectura técnica en Cáceres.
Aficiones. Además de la montaña, le encantan las largas rutas en bici y baila danza africana. De pequeña practicaba el ballet y ahora ha dejado de correr para proteger sus rodillas y entrena con la bicicleta de montaña.
Destinos. Su última expedición relevante fue en Chile en 2014, cuando subió al volcán Ojos del Salado (6.893 m.) y al Cerro San Lorenzo (3.706 m.), segunda cima más alta de los Andes patagónicos. Su viaje previsto este verano al Himlung Himal (7.126 m., Himalaya nepalí) se ha frustrado por falta de financiación, por lo que escalará en los Alpes italianos.
Trabaja. Como arquitecta técnica en la Consejería de Educación de la Junta de Extremadura.
Hasta ahora Isabel Asensio es la extremeña que ha coronado la cima más alta, el Muztag Ata (Asia Central, 7.550 metros), uno de varios sietemiles que ha hollado guiada por una afición a la montaña que solo es comparable a su deseo de hacer grandes rutas en bicicleta, siempre con su pareja, Nicolás Durán, agente forestal y fotógrafo. «Lo que nos gusta es vagabundear, por eso nunca tengo una lista de montañas que quiero hacer sino que vamos a aquellas que se cruzan en nuestro camino. De hecho, cuando salimos el fin de semana a Gredos el destino lo decidimos en la furgoneta, y siempre que haya que dormir al raso viendo las estrellas. En los últimos cinco años solo una vez nos quedamos en un refugio y decidí que no me gustaba estar entre cuatro paredes».
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Sin distinción de sexos
Según cuenta, la montaña iguala a los dos sexos. Quiere decir que en una expedición a una mujer nadie le lleva una mochila o le dejan una tienda para ella sola. «Somos todos iguales y el que tira delante es el más fuerte en ese momento y punto. Yo he visto a muchas mujeres abriendo huella», dice.
Isabel se define como «cabezona». Este rasgo de su carácter le hizo terminar su primera maratón antes de cumplir los treinta. «Me preparé con una amiga para ver si podía completar por lo menos la mitad y después correr alguna media maratón, pero me vi bien y lo acabé entero», cuenta como anécdota.
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Otro episodio que corrobora su tesón fue cuando una avalancha la sorprendió a ella y a su pareja subiendo al pico Lenin (7.100 metros), una montaña que en el primer intento se les resistió y por eso volvió. «Iba encordado con Nicolás porque avanzábamos por un glaciar y alguien gritó ¡avalanchaaaa!, y entonces oí ¡corre!. Caían bloques de hielo del tamaño de un televisor y un trozo rompió mi bastón y me dio en la rodilla. Bajé como pude y estuve dos semanas haciendo mi propia rehabilitación en el campo base avanzado, donde hielo precisamente no faltaba. Al final me recuperé, me vi con fuerzas e hicimos cima».
«Es solidaria y muy alegre»
Elena López de Haro es su amiga. La conoce desde que iban al instituto y ha compartido infinidad de actividades con ella. «Es muy determinada y lo que se propone lo consigue o, como mínimo, lo intenta».
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Según cuenta de Isabel, la montaña le gusta desde muy joven, y a cualquiera le anima que la pruebe. «Confía en todo el mundo y te anima para que la sigas, pero no se da cuenta de que no todos tenemos la misma capacidad ni estamos tan en forma», dice bromeando.
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