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Un grupo de usuarios de la asociación Aemis trabaja en un taller de mejora de capacidades; en este caso, de aprendizaje digital. CASIMIRO MORENO
Aemis, el lugar donde las personas con enfermedad mental tienen su refugio
Badajoz

Aemis, el lugar donde las personas con enfermedad mental tienen su refugio

Esta institución fue la primera asociación en estar formada, desde directivos hasta usuarios, por personas con trastornos mentales

Sábado, 13 de julio 2024, 14:04

Una tendencia recorre el mundo; la mayoría de las veces con muy buena intención; otras, con cierta frivolidad. Hablar de salud mental tras la pandemia se ha convertido, en cierto sentido, en una moda: las redes sociales que animan a expresarse; los libros de ayuda que alientan al cambio; las personalidades que, una y otra vez, muestran su experiencia. Pero ¿qué hay de los trastornos mentales graves? ¿Sólo existe la depresión o la ansiedad?

En Badajoz, una asociación lleva años sabiendo que esa parte no está cubierta ni económica ni socialmente. No debe ser fácil ver pasar un cuarto de siglo desde su fundación, cuando se convirtieron en la primera asociación de estas características formada por enfermos mentales, desde directivos a usuarios―y sin tener más reconocimiento que el de los allegados.

El diario HOY visita el centro de la Asociación de personas con enfermedad mental grave para la integración social (Aemis), localizado en la calle Rafael Cabezas, tras conocer una noticia: el VII Cross Solidario de la Guardia Civil de Badajoz, que se celebrará el próximo 20 de octubre, donará lo recibido a la institución. No sólo les vendrá bien en cuestión monetaria, sino que además recibirán lo que siempre han querido, que no es, ni más ni menos, que visibilidad.

En este pequeño local, aun así, más grande que el que tenían en la avenida Godofredo Ortega Muñoz―, 65 usuarios intentan reinsertarse, formarse y mejorar sus capacidades. 65 usuarios que nunca llegan a estar juntos.

Fijos suele haber unos 35, a veces menos, a veces más―, aunque en Aemis atienden a todo aquel que lo necesite. Como cuenta Graciela Bermejo, técnica en Integración Laboral del centro, calcular el número de usuarios es complicado. «Vienen y van. Les da por quedarse durante meses, pero luego se marchan. Nunca los llegamos a dar por inactivos; sin embargo, la realidad es que muchos tienen temporadas con recaídas o no se adaptan o, simplemente, necesitan un proceso más largo».

Bermejo afirma que una vez que los «rescatan» y se adaptan suelen permanecer habitualmente. De ahí que tengan, por si acaso, una línea telefónica que está disponible siempre. En plena pandemia, que se convirtió en la peor temporada para los usuarios, ese teléfono estaba disponible las 24 horas del día, los siete días a la semana.

Mientras los usuarios siguen con sus actividades, el equipo de trabajo (monitoras, técnicas, psicóloga, voluntarios...)―habla con ellos alrededor de las mesas. Todo lo que necesitan es atendido. Cualquier pregunta es respondida. Sea la que sea. Inquietudes, miedos, pero también alegrías –«muchas», recuerda Bermejo–. Cualquier persona con una enfermedad mental en Badajoz debe saber que en este pequeño local todos intentan hacerlo lo mejor que pueden. Y eso, con los medios con los que cuentan, es algo más que admirable.

Poca ayuda

A pesar de ser una asociación local, están junto con otras diez asociaciones en Extremadura. «No estamos solos del todo, estamos acompañados», aclaran. Solo subsiste por subvenciones y una cuota de los usuarios. El año pasado recibieron en total de 86.000 euros desde el Sepad, la Diputación de Badajoz e Ibercaja. Para siete trabajadoras, 65 usuarios, gastos del local ―que es cedido― y actividades.

«Tenemos unos recursos escasísimos», apunta Inocencia Romero, trabajadora social y que ahora actúa como presidenta de la asociación. «Las manos no faltan, pero necesitamos más recursos. No sólo para contratar a más personas, sino para reformar el local, adecuarlo, subcontratar…». Han removido cielo y tierra para conseguir financiación. Graciela Bermejo recuerda que no es una cuestión política: «Antes de las elecciones todos vinieron a hacerse fotos, sin excepción. Nuestra fuente principal de ingresos deberían ser el Sepad y el Ayuntamiento de la ciudad, que no nos da nada».

Además, cuenta dos anécdotas para ilustrar la situación: lo único que les proporcionó el Ayuntamiento fueron unas impresoras que no funcionaban. Cuando salió el primer folio, aplaudieron de emoción, cuenta. La decepción llegó pronto. Con unos calefactores pasó lo mismo. «Un político vino y nos dijo que la cifra de subvención que se pone en los carteles de la entrada iba a subir, que nos lo prometía. Todavía estamos esperando», lamenta Romero.

Ambas recuerdan que el enfermo mental está solo. Que es el patito feo de la discapacidad. El olvidado. «Tan sólo queremos visibilidad. Estamos seguras de que el cross solidario nos vendrá bien. Aquí estaremos, con los brazos abiertos».

Una usuaria de Aemis, durante el taller de digitalización. CASIMIRO MORENO

¿Cómo funciona un centro de estas características?

Los horarios y las actividades están muy marcados en asociaciones como Aemis. Los usuarios, divididos en tres grupos, tienen varias parcelas de trabajo y mejora de capacidades para una mejor reinserción.

Así, en una semana común, los lunes, miércoles y viernes se centran en el trabajo de habilidad social, que les sirva para poder resolver cualquier situación laboral, aunque también personal. La interacción entre compañeros cabe destacar, también es fundamental. Sobre todo, a las trabajadoras de Aemis les gusta hacer hincapié en que siguen siendo válidos, que no por tener una discapacidad se les cierran las puertas y que hay seguir formándose y sentir que son útiles.

Por otro lado, cada semana se hacen talleres específicos. Los lunes, las dinámicas son sobre autoconocimiento: habilidades, cómo desenvolverse en el equipo de trabajo, etcétera. Todo de manera gamificada, las charlas de hora y media no sirven aquí en un centro como este. Los miércoles utilizan lo que pueden, con los recursos con los que cuentan, en cuestión digital. Y los viernes hacen de todo porque el colectivo, ese día, es dispar.

«Un número reducido trabaja en la parte laboral, y otro en la parte social. Ellos no quieren participar en programas laborales muchas veces, así que hay salidas culturales, se pueden mostrar vídeos sobre temáticas concretas como igualdad de oportunidades, violencia de género…

Temática diversa y siempre dependiendo de calendarios. Si no, pues habilidades de nuevo, en competencia digital, en expresión. Como ir al Sepe a firmar la demanda de empleo, por ejemplo, son cosas sencillas», comentan las trabajadoras del centro.

Tardes de ocio

Ya por la tarde, las actividades están dirigidas al ocio. Hay talleres de memoria, de estimulación cognitiva. También hay juegos libres y dan la merienda, con un café y comida, pues el Banco de Alimentos les ayuda un poco en esta cuestión. Manualidades, talleres musicales, donde eligen canciones, las escuchan y analizan. Talleres de informática, de prensa, donde buscan noticias curiosas para mejorar la lectura comprensiva... En definitiva, Aemis no es un centro más.

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