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Do you speak english? «No, no english, un peu de français». Badou tiene 24 años, es senegalés y, pese a su desenvoltura natural y sus ganas de hablar cuesta encontrar un idioma común para hacerlo. El traductor de Google, que de tantos apuros saca, no ... consigue esta vez derribar los obstáculos para entender lo que hay detrás de su mirada, algo tímida pero curiosa.
Badou es uno de los 140 migrantes que el lunes pasado llegaron a Malpartida de Cáceres desde Canarias, a cuyas costas han llegado en el mes de octubre más de 13.000 personas en cayuco que van repartiéndose por la Península; la medida establecida por el Ministerio de Migraciones está siendo cuestionada por algunas comunidades autónomas por su premura y falta de información.
Extremadura acoge actualmente la suma de 346 migrantes: además de los mencionados 140 de Malpartida, hay 28 en la ciudad de Cáceres (a donde llegaron al principio 40 el pasado viernes) y el resto en el albergue emeritense, que primero recibió 200 y la pasada madrugada incorporó otros 27. También se ha anunciado la acogida de una veintena de menores y Delegación del Gobierno se ha referido a más contingentes en los próximos días.
Badou vuelve a la carga y propone buscar en Google un traductor que logre descifrar su lengua madre, que no es el francés aunque sea el idioma oficial de Senegal, sino el wolof. No hay manera. Está junto a Bayssif y Abdulai, compatriotas con los que llevó a cabo un viaje que les dejó como primera parada en Lanzarote y que desde allí les ha traído al hotel Los Barruecos de Malpartida, un alojamiento de tres estrellas «con vistas a la campiña, habitaciones con estilo clásico, calefacción y aire acondicionado», según puede leerse en su web. Situado en la entrada de la localidad, junto a una gasolinera ofrece, en efecto, un paisaje bucólico y, ayer por la tarde gris, con nubes que terminaron descargando llovizna. Los migrantes están equipados con chubasqueros por esta razón, aunque muchos visten pantalón corto.
Los senegaleses son la nacionalidad más abundante de la emergencia migratoria de las últimas semanas. «¿Tenéis miedo, estáis bien?» se les pregunta a través del traductor de Google. «Estamos bien», señalan. «¿Qué queréis hacer, cuál es vuestro plan?», «Quedarnos, trabajar».
Badou parece encontrar la clave para romper con la incomunicación: Alan, otro compañero de migración que procede de Gambia y habla un poco de inglés. «Sí, estoy muy contento por estar aquí», explica este joven de 18 años, cuyo sueño ahora «es poder estudiar para encontrar después un trabajo; si vas a la escuela, tienes trabajo», reflexiona.
Relata la dureza de un trayecto que le llevó «once días» desde su país hasta Canarias y por el que pagó 5.000 euros, explica este joven que cuenta que en Gambia trabajaba como conductor.
Hacia las cinco de la tarde las inmediaciones del hotel Los Barruecos están desiertas. En la entrada del establecimiento dos trabajadoras de Accem, la asociación encargada de gestionar la acogida en Cáceres de los migrantes africanos, advierten a los periodistas que no se puede acceder al hotel, pero que no hay problema en hablar con estos jóvenes si ellos quieren. «Sólo si ellos quieren», repiten.
Poco a poco van apareciendo jóvenes que atienden las preguntas, que posan para la foto, que piden unas monedas a su interlocutor. Uno muestra una medalla con la cara de su padre. Todos llevan camisetas de colores vivos. Algunos llevan calzado deportivo, y varios, calcetines con chanclas. Muchos sacan sus móviles y muestran el trayecto en cayuco. «Mira, ahí estaba yo», explica un chico haciendo 'crop' y mostrando cuál era su angosto sitio en la barcaza.
Otro comparte dos vídeos que reflejan el viaje y la llegada a Lanzarote. Se ven caras expectantes y sonrisas. No es para menos: miles de africanos no consiguen completar sus travesías. Sus móviles no tienen conexión y se rompen la cabeza para poder enviar ese material gráfico: lo consiguen por Bluetooth.
Malpartida de Cáceres afronta el reto de la acogida. Según indicó ayer Alfredo Aguilera, su alcalde, el Ayuntamiento facilitará el acceso de los migrantes a las instalaciones deportivas, a los parques municipales o a las actividades culturales de este pueblo de 4.000 habitantes. Aguilera ha pedido que se celebre una «jornada de sensibilización» en la que los migrantes subsaharianos puedan contar su experiencia a los vecinos de la localidad. «Yo creo que si conseguimos que la ciudadanía se sensibilice y vea lo que ha pasado, va a estar mucho más receptiva».
En el hotel Nuevo Ara de la calle Juan XXIII de la capital cacereña han colgado el cartel de completo. Recibieron 40 subsaharianos hace una semana, aunque la cifra ha disminuido. El anuncio de lleno no es metafórico, sino lo primero que se ve al subir la escalinata que da acceso a las habitaciones, un lugar establecido para acoger a migrantes y refugiados en su primera fase de acogida.
De allí salía el lunes un grupo de jóvenes que se dirigía a comer a un restaurante cercano. Entre ellos estaba Babacar, también senegalés y con pocas ganas de hablar. «Es pronto, están desubicados», explica Mar García Navarro, directora de Accem Extremadura, que tiene su sede regional en Cáceres. Ella es una profunda conocedora del fenómeno migratorio, ya que ha trabajado durante dos años en Canarias, que ahora se encuentra desbordada por la llegada de miles de personas en embarcaciones endebles. Según sus datos, por el momento no se espera que lleguen más migrantes a Cáceres.
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