Ir a la compra es cada vez más doloroso para las economías familiares. La inflación en la alimentación, pese a que se ha relajado ... al comenzar el año, roza el 18% en Extremadura, según el IPC.
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En algunos meses de 2022, el precio de las frutas se incrementó hasta un 25% y las legumbres y las hortalizas, un 35%. Unas subidas que tiene su origen, pero no su final, en el aumento de los costes de producción –de los carburantes, los fitosanitarios, los fertilizantes o la electricidad– que sufren agricultores y ganaderos. «Ha repercutido en todos los eslabones de la cadena alimentaria», reconoce Ángel Pacheco, presidente de Cooperativas Agro-alimentarias de Extremadura.
El índice que elabora mensualmente COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos) detalla que el encarecimiento de los alimentos entre el campo y el supermercado es del 266%. Los agrícolas (287%), donde el limón multiplica su precio más de siete veces, lo han hecho más que los ganaderos (187%), en los que los huevos o la leche incrementan su precio un 26% y un 76%, respectivamente.
Hasta hace un par de campañas, Antonio Aguilera cultivaba brócoli. Tuvo que dejar de hacerlo. «Me lo pagaban demasiado caro», ironiza molesto este agricultor que tiene su explotación ubicada entre Ruecas y Rena, en la provincia de Badajoz. La realidad es que no le salía rentable porque percibía menos de 35 céntimos de euros por cada kilogramo. «Luego te lo encontrabas en los supermercados a más de cuatro euros», afirma.
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No está tan caro el brócoli este año para los consumidores. En febrero el kilo cuesta 3,21 euros y se ha pagado en campo a más de un euro, según el índice de COAG. La mayoría de los cultivos se han encarecido en origen.
Un ejemplo es el tomate que ahora tiene Antonio en sus fincas. «A 150 euros la tonelada», detalla, cobrará por los tomates que sembrará en abril. Muy superior a los 102 euros de la campaña de 2022 o de los poco más de 80 euros de hace tres años.
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Pese a este acuerdo al alza con la industria, la rentabilidad no está garantizada para los productores. «Todo lo que sea producir menos de 100.000 kilos por hectárea supone perder dinero», declara José Delgado, un agricultor de Novelda (Badajoz) que también siembra tomate. Por eso son tan necesarios los seguros agrarios, pero suponen otro coste añadido en el primer paso de la cadena agroalimentaria.
En ese camino que recorren los alimentos desde el campo a los lineales de los supermercados hay varias paradas. «Los tres eslabones básicos de la cadena son producción, transformación y distribución», expone Pacheco.
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El segundo paso, para el que es necesario el transporte que todo lo encarece, es la industria o la central hortofrutícola para los alimentos que no necesitan transformación. A este eslabón de la cadena es al que venden los agricultores y ganaderos su producción. «Somos la única profesión que no puede fijar los precios de sus productos y luego nos encontramos con incrementos de precio increíbles entre el campo y el supermercado;el ajo se ha pagado a 60 céntimos el kilo en campaña y en los lineales se encuentra a 5,98 euros», ejemplifica Juan Moreno, responsable de COAG en la región.
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No es el único alimento con el que sucede algo similar. La aceituna de mesa se ha pagado a 0,91 euros el kilo a los agricultores y se encarece hasta los 5,62 euros en los supermercados. «Es cierto que en este caso sí se requiere un proceso industrial más complejo», reconoce Moreno, aunque ve excesivo un aumento del precio de más del 500%. «Creemos que hay margen para que el agricultor cobre más y que el consumidor pague menos», insisten desde COAG.
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Redistribuir esos márgenes de beneficio es el objetivo del sector primario. La unión en cooperativas para asumir cada vez más pasos de la cadena y llevar los productos lo más cerca posible del consumidor es una opción. «La fruta mantiene a muchos intermediarios, que en algunos casos ganan mucho dinero con un teléfono móvil», critica Ignacio Huertas, secretario general de UPA-UCE en Extremadura.
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Otra opción que plantean es cambiar el modo según el cual se configuran los precios. «La cadena funciona al revés, porque la distribución tiene mucha fuerza y decide cuánto tiene que ganar: vende a un precio del que resta sus márgenes y paga a la industria; eso se repite en el resto de eslabones, por lo que al productor le llegan las sobras», defiende Huertas.
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La distribución, al final de la cadena, no comparte esa visión. «Los precios los marca la oferta y la demanda y nuestros márgenes se mueven entre el 1% y el 3%», explica Óscar Marín, vicepresidente de Asupex (la asociación que agrupa a los supermercados en Extremadura) y director general de Lider Aliment, que rechaza la idea del poder negociador de las grandes superficies: «España es el país con menos concentración en la distribución; las grandes cadenas copan el 53% del mercado, cuando en Francia es más del 80%, y hay industrias que tienen más peso que la distribución», cita.
53%
de la distribución de la alimentación en España la copan seis grandes cadenas, uno de los porcentajes más reducidos de Europa, según Óscar Marín, vicepresidente de Asupex
En opinión de Marín, la cadena alimentaria es eficiente. Por su parte, desde Cooperativas Agro-alimentarias se considera necesaria, porque Extremadura es excedentaria en la producción de alimentos y la distribución facilita la venta de esos productos. «Si preguntas en la cadena nadie gana dinero, yo te puedo decir que el eslabón más débil es siempre el productor, porque el resto siempre tienen beneficios», remarca Pacheco.
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Antonio, que en su explotación situada entre Ruecas y Rena reserva un terreno para árboles frutales, duda. «Me pagaron los melocotones, dependiendo del calibre, entre 1,03 y 0,73 euros el kilo y la nectarina entre 1,21 y 0,80 euros el kilo», lee de la liquidación que recibió cinco meses después de acabar la campaña. Entre junio y septiembre del año pasado los precios para el consumidor rondaron los 3,35 euros el kilo para la nectarina y los 3,25 para el melocotón. «Esa es la verdad», dice este agricultor.
Pero faltaría añadir otra realidad y es que el consumidor sigue pagando un 18% más por los alimentos que hace un año.
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