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Probablemente las pandillas del verano sean el mejor de los recuerdos que tienen muchos adultos. En estos días cientos de adolescentes flirtean, llegan por primera vez de madrugada a casa y despedirán el mes de agosto con lágrimas en los ojos. Javier Morgado y Paloma Sierra son unos de esos jóvenes que se hicieron novios durante el veraneo. Pasaron los años y su amor resistió. Hoy son padres de un niño y siguen pasando las vacaciones en El Portil, el pueblecito costero de la provincia de Huelva donde se conocieron.
Javier y Paloma han vivido juntos en Huelva, en Badajoz y ahora en Hornachos, donde él ha empezado a dar clases de Informática y Tecnología en un instituto.
«Paloma es de Huelva y tenía piso en El Portil desde 1992, mis padres lo compraron en 1999, pero desde dos años antes ya veníamos aquí, así que un día coincidimos en la misma pandilla. Nos conocimos en el verano de 2004, pero ella pasa aquí más tiempo porque al vivir en Huelva esta playa le queda a quince minutos.
Ese año durante el Puente de Diciembre nos hicimos novios y entonces ya empecé a venir más asiduamente», rememora estos días este extremeño mientras vigila al hijo de ambos que no para de chapotear en la piscina de la urbanización.
Paloma estudió Magisterio en Huelva y Javier Informática en Mérida. Cuentan que al acabar la carrera echaron los currículum en ambos sitios a ver qué pasaba. «La primera oportunidad -relata él- me llegó a mí en Huelva, así que me vine, pero solo estuve trabajando nueve meses porque llegó la crisis. Después surgió otra oportunidad en Badajoz y me fui yo solo, pero al cabo de un mes le salió un trabajo a ella y desde 2008 nos establecimos en Badajoz y los veranos los pasamos aquí en la playa».
«Nos gusta El Portil por la tranquilidad que hay», señala Paloma. «Es que vienes a desconectar, te relajas totalmente», añade Javier sobre este pueblecito que cuando él lo conoció a mediados de los noventa estaba lleno de pinares. Ahora hay urbanizaciones y una hilera de hoteles en lo que se conoce como Nuevo Portil. «Hace años había chiringuitos nocturnos y mucha marcha, pero los han ido cerrando y ahora se ha convertido en una zona familiar, lo cual nos ha venido muy bien porque antes hemos aprovechado esa etapa cuando nos convenía y ahora preferimos como está, todo más tranquilo, ideal para criar al niño», ríe Javier.
Javier dice que solo coge el coche para ir al supermercado y que para él el veraneo no se basa tanto en ir a la playa, atestada estos días, sino en disfrutar de la tranquilidad de la urbanización, de la piscina con su familia, de unas buenas siestas y de la retransmisión deportiva que toque cada año, ahora el Eurobasket, toda una suerte para él porque lo que le gusta es el baloncesto, no el fútbol como a sus dos hermanos.
Llegados a este punto toca analizar cómo se reparten entre ellos el alojamiento veraniego de sus padres, una cuestión que suele traer polémica a muchas familias. En la de los Morgado y Sierra no es problema pues Paloma es hija única y su padre tiene otro apartamento en el que también pueden quedarse. Pero es que además, la mujer de uno de los hermanos se compró otro en La Antilla. «Al final lo complicado es coincidir todos juntos para disfrutar de los sobrinos, pero lo intentamos cada año», dice este pacense que con su nuevo trabajo de profesor está disfrutando de un largo verano.
Según cuentan, en invierno también vienen a menudo. Apenas hay gente y aprovechan para dar largos paseos por las zonas verdes o por unas playas que están desiertas.
No obstante, subraya un detalle, y es que por ser él el que más disfruta del apartamento familiar frente a la playa de El Portil al final es quien se encarga del mantenimiento.
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