![Un año sin rastro de Jose](https://s1.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2023/12/20/jose_y_merche-RO9GcQxMMm2F8Vxczxxc4FN-1200x840@Hoy.jpg)
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El pasado viernes se cumplió un año. El 29 de diciembre de 2022, José Antonio Martínez, 45 años entonces, celador y auxiliar de Enfermería en el hospital de Mollet del Vallés (Barcelona), aficionado al montañismo, el buceo y la astronomía, se levantó temprano y ... sobre las siete de la mañana salió de casa de sus suegros en Ceclavín (Cáceres), donde pasaba la Navidad. 148 kilómetros y unas dos horas después, aparcó su coche en la plataforma El Travieso de Candelario (Salamanca), donde acaba la carretera y comienza la montaña. Antes de empezar a caminar le envió a Merche Gasco, su pareja, un audio de WhatsApp avisándole de que iniciaba la ruta al pico Pitolero, a casi 2.400 metros de altitud. Sobre las dos y media de la tarde, la extremeña le escribió preguntándole qué tal le iba, pero José Antonio no respondió. A las seis de la tarde le mandó otro mensaje, esta vez solo unas interrogaciones. Ese ya no le llegó.
«Todavía no me lo creo», se sincera la pareja del montañero, al que durante este tiempo han buscado especialistas de la Guardia Civil de media España, del 112 de Castilla y León, de la Fundación QSD Global, del colectivo UCAS de Urrate y decenas de voluntarios. Cientos de personas se han pateado de arriba a abajo esa sierra ubicada en el límite entre las provincias de Cáceres, Salamanca y Ávila. Lo han buscado desde helicópteros, y con drones. Y con perros. Y nada. Ni rastro.
La misma noche fría y ventosa –se registraron rachas de 80 kilómetros por hora– que desapareció, dos agentes de la Guardia Civil siguieron sus pasos, en sentido literal, intentando repetir el itinerario que se cree que hizo. La investigación posterior de la Unidad Central Operativa de la Benemérita ubicó la última señal de su móvil más allá del Torreón, en el descenso en dirección a Tornavacas. Ahí se pierde la pista de Jose, «una persona de luz, con un alma llena de bondad», le define Merche.
«No quiero ni pensar en el 29 de diciembre», se resigna ella, que reconoce que «la vida nunca volverá a ser igual». «Esto es como correr en una cinta. Corres y corres y corres pero no te mueves del sitio», resume la pareja de José Antonio, que tenía experiencia de sobra en moverse por la montaña.
«Había hecho cumbre en sitios más complicados, en Cataluña y País Vasco entre otros», comenta su pareja, que vive «en una negación perpetua» de lo que ha pasado. «Porque es inimaginable que alguien salga de su casa por la mañana para hacer una ruta y ya no le vuelvas a ver más».
Eso fue exactamente lo que pasó. Tras hablar con la Guardia Civill la tarde de la desaparición, Merche Gasco viajó al día siguiente hasta la plataforma El Travieso. Allí se encontró con un especialista en búsqueda de desaparecidos que la propuso ir con un perro al lugar donde el montañero dejó su coche y seguir su rastro, a partir de que el animal oliera una prenda que ella trajera. «Ese 30 de diciembre es uno de los recuerdos más duros que tengo –cuenta la mujer–. Ver el coche allí aparcado, el silencio, el viento, el frío... Fue tremendo».
Otro punto de inflexión especialmente difícil fue la vuelta a Les Franqueses del Vallès (Barcelona), donde la pareja vive. Los dos trabajan en el hospital de Mollet del Vallès (ella en enfermera). «La sensación de estar dejándolo abandonado es devastadora. He tenido que trabajar mucho en eso. Porque si hubiera sido desaparecido yo, sé que él habría acampado en la sierra y no se habría bajado sin mí. Para mí era impensable dejarle allí. Solo pensaba en traérmele a casa. Ahora me estoy preparando para la posibilidad de que no lo encuentren. Y pienso que si él hubiera podido elegir, para nada le habría importado quedarse allí. Porque la montaña es su sitio. Y aunque yo lo odie, ese es un sitio precioso para estar. Intento mentalizarme de que igual tengo que subir allí arriba a despedirme de él. Porque esa es otra, no haber podido despedirme. Porque era un día normal. Salió temprano como tantas mañanas».
Desde que se perdió su pista, se han celebrado varias batidas. La última de ellas iba a ser el día 2 ó 3 de diciembre, pero la meteorología adversa obligó a suspenderla. Lo mismo pasó en los primeros días tras su desaparición hace un año, un tiempo en el que Merche dice haber aprendido «que en este mundo queda gente buena». «Prefiero quedarme con los buenos, y no quitarles importante hablando de quien no ha estado a la altura, porque eso es lo que habría hecho Jose», dice la extremeña.
«Y me quedo –continúa– con la lección que dan los voluntarios. Es absolutamente alucinante ver cómo suben a buscar a quien ni siquiera conocen, y lo pendiente que están de mí. Me parece el amor al prójimo en estado puro. Y me quedo con la prensa que ha estado pendiente de que su búsqueda no cayera en el olvido. Y con los profesionales de la Guardia Civil y el GREIM (Grupo de Rescate e Intervención en Montaña), cuyo capitán ha estado muy pendiente. Y con el señor Fermín y su mujer, María Luisa, que nos ofrecieron su casa rural en Candelario. Y con Patricia y su pareja, que nos ofrecieron un piso en el que quedarnos los días de las batidas para buscarle. Y con el subdelegado del Gobierno en Cáceres, y el representante de la Junta de Castilla y León en Salamanca. Y el delegado del Gobierno catalán, y el del Gobierno en Cataluña, los alcaldes de Ceclavín y Las Franquesas, el alcalde y la teniendo de alcalde de Tornavacas, los bomberos...».
A todos ellos les da las gracias Merche Gasco, y al primero antes que a nadie a él, a José Antonio Martínez. «Agradezco a la vida –termina– que me haya puesto a Jose en el camino. Me ha enseñado mucho, he aprendido mucho de él».
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