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E. DOMEQUE

San Antón vuelve a sonar en Pela

La Encamisá. Navalvillar recupera el esplendor de una fiesta que la pandemia obligó a retrasar a febrero en 2022

ESTRELLA DOMEQUE

Martes, 17 de enero 2023, 07:15

Hablar de San Antón y Navalvillar de Pela es hablar de caballos, gorros puntiagudos y pañuelos multicolor, también del soniquete de las campanas y el bullicioso ruido de los cohetes que se acompañan de canciones populares y vivas. Huele a jara quemada y no falta el vino de pitarra para entrar en calor en la siempre fría noche del 16 de enero empapando los 'biñuelos' que degustan vecinos y forasteros. Todo eso es San Antón en la noche de 'La Encamisá', fiesta declarada de Interés Turístico Regional en 1986. Una emotiva noche que recuperó todo su esplendor tras las vicisitudes derivadas de la pandemia. Esta vez, volvió a ser la fiesta que inunda de emoción Navalvillar de Pela, y también de gente. Miles de personas abarrotaron anoche su plaza de España, pese a la lluvia, que no impidió disfrutar de San Antón.

Mayordoma

Peleños y forasteros se dejan contagiar por la devoción hacia el patrón y por todo lo que rodea a esta festividad. Pero la fiesta, que alcanza su punto álgido por la noche, comenzó ya al amanecer con la recogida de la leña que por la noche se convierte en fuego que acompaña el recorrido. Al caer el sol, la celebración se torna en multitudinaria y empieza a correr el vino.

El día grande para los peleños tuvo como primera voz protagonista a la mayordoma, Belén Cañada, terminando el pregón con tres '¡Viva San Antón!', que se cruzan con otros a 'Sanantonino' y al 'Chiquirrinino'. Esta vez, la cuenta atrás de 365 días se redujo, pues en 2022 la fiesta tuvo que retrasarse al 19 de febrero.

Los tres vivas al santo es lo que necesitan peleños, forasteros y sanantoneros para que el estruendo se adueñe de la plaza. Ataviados para la ocasión, los últimos instantes tras ese pregón los utilizan los jinetes para acomodarse en sus monturas. Después de un año de espera, la carrera de 'La Encamisá' incluso se antoja breve y, pese a la nocturnidad de la cita, llena de luz y color las calles de Navalvillar por la monturas engalanadas que llevan los jinetes con las típicas 'mantas guapas' de madroños hechas artesanalmente y que, en muchos casos, pasan de generación en generación.

Y no podía faltar el vino de pitarra, regando esa felicidad por San Antón con alrededor de 4.000 litros repartidos que maridaban a la perfección con los más de 45.000 'biñuelos'.

Y es que hablar de San Antón y Navalvillar de Pela es hablar de devoción, hospitalidad y algarabía; de calor en una fría noche de enero para presumir de una fiesta que es tradición y que los peleños se encargarán de que lo siga siendo.

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