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El arroyo que es casi un secreto
RINCONES CON ENCANTO ·
La pesquera de Gata. Unos metros más arriba del 'Charco del puente', uno de los más conocidos de la Sierra de Gata, se disfruta de la quietud y la limpieza del río San BlasVer fotos
RINCONES CON ENCANTO ·
La pesquera de Gata. Unos metros más arriba del 'Charco del puente', uno de los más conocidos de la Sierra de Gata, se disfruta de la quietud y la limpieza del río San BlasEl jaleo está en el charco acondicionado que hay bajo el Puente de la Huerta, donde por culpa del coronavirus y sus exigencias de seguridad el baño no está autorizado este verano, según avisó hace ya más de un mes el Ayuntamiento de Gata. Le llaman 'El charco del puente' pero podría ser 'de los puentes', porque hay dos, casi pegados. Ahí están los adolescentes salpicándose. Pero aguas arriba, a menos de cinco minutos a pie, aparece ese sitio que alguno preferiría que no fuera desvelado. «No lo saques en el periódico, no se nos vaya a llenar de gente este verano», dice medio en broma medio en serio un joven que ve la tarde pasar junto a la familia unos poco metros más abajo de ese sitio que tanto le gusta.
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Lo que él y otros llaman la pesquera es un pequeño tramo del río (o arroyo) San Blas, a unos kilómetros de la localidad de Gata. Son las siete de la tarde de un día laborable y un hombre y una mujer que deben rondar los sesenta cumpleaños le ponen al cuadro el trazo humano. Es una escena costumbrista. Casi un bodegón animado. Los dos en bañador, él sentado y ella de pie frente a esa lámina larga, ancha y transparente que se les abre de frente. «Es el único sitio de los que hay por aquí en el que se puede nadar», desvela otro habitual de Sierra de Gata, la comarca que es un catálogo exquisito de motivos para hacer turismo, entre ellos las piscinas naturales, este año casi todas cerradas.
La del puente de la Huerta (al pie de la carretera CC-6.1 entre Gata y el cruce de La Fatela) tampoco está disponible, lo que, ya es sabido, no significa que no haya a quien le dé igual y se bañe. Antes o después de tomarse –esto sí está autorizado y según las circunstancias incluso aconsejado– una cerveza en el chiringuito que hay a dos pasos, y del que sale un estupendo perfume de carne a la parrilla. El sitio lo identificaría hasta el más despistado: por la carretera, por la piscina natural, por el chiringuito y su olor y porque al lado está el Camping Sierra de Gata. O mejor: lo que queda de él.
El complejo, una referencia en la zona que atraía cada año por temporadas más o menos largas (una semana, dos el que pudiera, cuatro los bendecidos) a gente de media España, cerró hace dos veranos, y desde entonces siguen degradándose sus instalaciones, en las que cientos de jóvenes vivieron días de campamento y aventuras de las que no se cuentan a los padres.
Pero todo eso es historia, y lo que quedan son sitios como esta pesquera en la que este hombre y esta mujer tan amables olvidan por un rato el calor que hace. «Este sitio es una maravilla», resume ella. Y él refrenda la idea diciendo algo parecido.
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La fotografía es de postal: un río limpio y de aguas lentas se abre paso entre un tupido bosque de ribera. Es parte del valle de San Blas, en el que se puede hacer senderismo y bañarse sin compañía ni prisas ni ruidos. Hay pinos, pero también robles, olivos y castaños. Y cerca está el pueblo de Gata, declarado Bien de Interés Cultural con categoría de Conjunto Histórico, y que tiene una plaza bonita con bares y terrazas que merece una parada.
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