Secciones
Servicios
Destacamos
EL Gobierno y los expertos que le asesoran han cometido incontables errores al encarar la pandemia. Ni se actuó a tiempo ni se disponía del material necesario para frenar el contagio del personal sanitario y asistencial que atiende a los enfermos. El coronavirus nos atropelló a todos, en España y en otros muchos países. Son muy pocos los que pueden presumir de haber hecho una buena gestión. De esos errores, muchos irreversibles, y en los que ahora es una pérdida de tiempo detenerse, los gobernantes deberían aprender para aplicar con inteligencia la relajación de las medidas de confinamiento. Ya no tienen la excusa de que nadie estaba preparado para un pandemia. Ahora estamos avisados y sería imperdonable que la salida del confinamiento fuera un fracaso y se produjera un rebrote de los contagios y una nueva subida del número de fallecidos.
Es cierto que el daño a la economía es gigantesco; que las pérdidas de empleo y riqueza son monumentales. Pero cabe preguntarse si no serían todavía más grandes si fracasamos en la vuelta a la normalidad. Si la prisa por recuperar el pulso económico, la actividad de sectores que hoy están cerrados perdiendo dinero a chorros, no puede ser más dañina que optar por la cautela. «Siempre que haya un infectado podrá resurgir la enfermedad», afirmaba ayer en estas páginas el doctor Julio García Rodríguez, jefe de Servicio de Microbiología del hospital de La Paz de Madrid, uno de los centros donde se ha tratado a más enfermos.
Ese retorno a la normalidad, insisto, no puede ser un fracaso. No puede acabar siendo una vuelta a la pesadilla de UCIS saturadas, hospitales desbordados y sanitarios en riesgo por falta de material y protocolos de protección adecuados. No nos lo podemos permitir. No hay que olvidar que somos el segundo país con más fallecidos en el mundo, por detrás de Estados Unidos (otro desastre de gestión con su lunático presidente a la cabeza), y que el riesgo de que el virus siga extendiéndose, contagiando y matando personas no ha pasado.
El Ministerio de Sanidad parece haber descartado la posibilidad de que cada comunidad decida por su cuenta cómo y cuándo aplica la relajación del confinamiento, la famosa desescalada. Menos mal. Para completar el cuadro de errores e insensateces solo nos falta contemplar a gobernantes autonómicos o locales que sacan pecho porque en su comunidad o en su ciudad no ha habido tantos contagiados y tantas muertes como en la vecina. Como si la casualidad o la suerte, más bien la mala suerte, no hubiesen tenido que ver con esas diferencias. De ahí a concluir que sí pueden abrir bares, restaurantes y playas en unos días va solo un paso.
Si algo hemos aprendido en estos largos días de cuarentena es que ni siquiera los países que dan por controlada la epidemia, como China, están libres de sufrir rebrotes en las mismas ciudades o en otras que se creían libres del virus.
Solo una planificación inteligente de la vuelta a la actividad económica y a las calles puede evitar que la crisis sanitaria, que no hemos superado, no lo olvidemos, se vuelva a descontrolar.
Sabemos demasiado poco de este virus, reconocen los médicos y científicos; hemos aprendido que es mucho más agresivo y letal de lo que se presumía hace dos meses, cuando se comparaba con una simple gripe, pero apenas sabemos nada de su resistencia al calor, de su capacidad para mutar y volverse más peligroso.
Son demasiadas las incógnitas para no ser cautos, muy cautos. Volver a las andadas simplemente porque estamos hartos del confinamiento sería imperdonable.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.