Nagore Herguijuela abriendo el portal de su casa, en el barrio cacereño de Aldea Moret. Jorge Rey

«Me ayudan con comida y una vivienda social por 73 euros al mes»

Nagore Herguijuela, de 42 años, vive en un piso en el barrio cacereño de Aldea Moret junto a sus dos hijos y su nieto; ella pone voz y rostro a la pobreza en Extremadura

Álvaro Rubio

Cáceres

Lunes, 1 de mayo 2023, 07:38

Aldea Moret, en Cáceres, es uno de los barrios extremeños en los que más riesgo de pobreza y exclusión social hay. Allí, a gran parte de sus vecinos les cuesta llegar a fin de mes y en algunos casos no les queda más remedio que ... recurrir a organizaciones sin ánimo de lucro para recoger alimentos. Es lo que le sucede a Nagore Herguijuela, que a sus 42 años vive con sus dos hijos y su nieto.

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Ella es uno de los rostros de la pobreza en Extremadura. No le avergüenza contarlo. «Hay mucha gente como yo que lo está pasando mal», dice desde el portal de su casa en Germán Sellers De Paz, una calle del barrio minero llena de viviendas sociales.

«En la asociación Aldea Utopía me ayudan con comida y también puedo ir tirando porque por el alquiler pago 73 euros al mes en un vivienda social de la Junta», comenta.

Para llegar a fin de mes tiene que hacer malabares. «Llevo muchos años en paro», reconoce. Ella, según cuenta a este diario, recibe unos 430 euros por una pensión de invalidez que le concedieron por un problema de visión y algo más de 200 por el Ingreso Mínimo Vital. En total casi 700 euros. «Se llega estirando y quitando de aquí y allá. No hay más narices», cuenta.

En su casa no pasan de los 10.000 euros anuales, menos de la mitad del umbral del riesgo de pobreza (21.185 euros) establecido para un hogar en el que vivan cuatro personas. Su caso puede considerarse pobreza severa.

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«Antes pagaba por la casa más de cien euros y ahora me han bajado el precio. Aparte tengo que pagar la comunidad, la luz y el agua. Luego, pañales y comida. Pido las ayudas de las que me voy enterando. Además, mi madre también me ayuda mucho. Cuando hace comida siempre que puede me da algún que otro táper», dice.

«Cobro casi 700 euros; llego a final de mes quitando de aquí y allá. No hay más narices»

Nagore afirma que ha trabajado en supermercados, fruterías y churrerías. Incluso cuenta que llegó a tener un puesto de helados. «De aquello ya hace tiempo», dice Nagore, que reconoce que ahora no está buscando trabajo porque «la situación familiar no se lo permite».

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Tiene que cuidar de su hijo pequeño de seis años y ayudar a su otra hija con el bebé de diez meses. «Además debería ser un trabajo de no coger peso porque mi retina pende un hilo y me puedo quedar ciega».

Para la compra de ropa asegura que pedirá una ayuda y para la comida suele recogerla mensualmente en la organización Aldea Utopía. «Me dan leche, aceite, macarrones, garbanzos, lentejas o pañales, por ejemplo», detalla.

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Lo máximo que hace de ocio es bajar a la puerta de su casa por las tardes y, sentada en una silla de camping, hablar con los vecinos del barrio que también viven en viviendas sociales, muchas de ellas con portales llenos de grafitis, cristales rotos, telefonillos estropeados y buzones destartalados.

«El mío es de los que mejor está», comenta Nagore mientras enseña la entrada principal. Nada que ver con otros de la zona en los que incluso las cerraduras están totalmente rotas.

Allí, un vecino asegura que hay mucha gente que está pasando por la misma situación que ella. «La vida en este barrio no es fácil», cuenta.

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Nagore asiente con la cabeza y añade que no solo pasa en Aldea Moret, sino también en otras zonas de la ciudad. «Antes de que me concedieran la vivienda social vivía en Moctezuma. Mi sueño es que me toque la lotería y volver a mi barrio de siempre, al lado de mi madre».

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