Todo llega. Incluso hasta este rincón rayano desde el que les escribo cuando la tarde se hace milagro y la primavera resfriado impertinente. Todo llega. Incluso el siglo XXI. Y así para sorpresa de paisanos de esta «terra de reyerta», se hizo el milagro y ya disponemos de teléfono, del de verdad, sin pedales ni nada por el estilo, y hasta -¡pásmense!- de internet: esa cosa que, en dándole al teclado en «intro» nos transporta a un mundo en el que, con sólo preguntar, se te desvelan los más oscuros arcanos. Intro. Intro. Intro. Y es que, aunque ustedes no lo hayan notado ¡ha principiado la campaña electoral! Como lo oyen. Ha venido, nadie sabe cómo ha sido, para traer el teléfono y el «internés» a este rincón mágico. Y, sin embargo ya ven, aún antes del hágase la luz ya lo ha emponzoñado todo con sus babas, sus malquerencias, su desvergonzado abuso de las instituciones de todos -o de nadie al decir de Carmen Calvo (la de Cabra que no la de Merimée)- y hasta envuelta en telarañas, «al amparo de la alquimia desmoscópica del brujo Tezanos» que dice el maestro Valbuena. Acaba de comenzar, y «ellos» -los Mr. Mugre- andan como locos ensuciándolo todo mientras «éstos», o sea, todos los demás, nos tapamos en el burladero de un inmenso bostezo. Cualquier cosa mejor que perder el sueño viendo cómo nos despeñan pendiente abajo quienes, hace tiempo, aprendieron que la democracia no era sino una excusa excelente para mangonear al prójimo.
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Cómo será la cosa que ahora, ahora precisamente, han comenzado a preocuparse muy, muy, seriamente por la «España vacía», ésa que se viene despoblando hace décadas y convierte pueblos, aldeas, parroquias y alquerías en cascarones vacíos en donde espera el día de las alabanzas algún puñado de viejos al sol de sus achaques. Ahora resulta que eso les preocupa. Ahora, porque se han enterado que esos viejos cara-al-sol también votan e incluso que su voto, proporcionalmente, vale bastante más que el de los ilustres petimetres de la capital. Y todos miran con preocupación; e incluso el creativo ciudadano Rivera inicia su campaña nada menos que desde Pedraza, esa maravilla de 400 habitantes cuyo único defecto es su permanente aroma a cordero asado. Ahora se acuerdan. No repararon en ellos cuando en los inviernos muchos se quedaban aislados por la nieve durante meses; ni cuando suprimieron los médicos rurales y, en caso de urgencia, los paisanos tienen que recorrer decenas de kilómetros en busca de los primeros auxilios; ni cuando el moderno «despliegue» de la Guardia Civil abandonó las obsoletas casas-cuartel dejando a los vecinos abandonados a sus propias fuerzas; ni cuando -ecológicos ellos- señalaron zonas Zepas, o Zec, o Lic a troche y moche para «preservación de la avifauna» sin incluir en ningún momento a la depredadora especie humana y poniendo a su alrededor en pueblos y pedanías un estricto cinturón sanitario que dificulta y hasta impide todo progreso a cambio de nada. Pero ahora sí que se acuerdan. Y estamos contentos, porque ya tenemos teléfono. Y hasta lo otro.
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