Cuentos de agosto
La bodaEleanor Roosevelt ·
«El propósito de la vida no es simplemente ser feliz, sino ser útil, honorable y compasivo»Cuentos de agosto
La bodaEleanor Roosevelt ·
«El propósito de la vida no es simplemente ser feliz, sino ser útil, honorable y compasivo»Carmen Ibarlucea
Sábado, 3 de agosto 2024, 07:46
—¿Quién era el visitante, madre?– pregunté curiosa al ver en la cara de mi madre un gesto diferente.
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A mi madre, al responder, se le ilumina la mirada, aunque el gesto de la boca muestra disgusto.
—Un vecino de tu tía Puri. Trae ... recado de que se le casa tu prima Maruja y que nos invitan a la boda.
Sé que eso significa dos cosas para mi madre. Lo primero, mucho, muchísimo trabajo, y lo segundo, mucha diversión. También sé, por el brillo en la mirada, que ya está pensando en lo que va a cocinar para la mayor de sus sobrinas y en el vestido nuevo que voy a estrenar.
Pero el gesto de la boca significa que le agobia tener que ausentarse tantos días de casa, tener que pedir favores a los vecinos para que atiendan a los animales cuando no estemos. Piensa también en toda la comida que debe dejar hecha para padre y mis hermanos, que vendrán solo para el día de la boda.
Todo eso piensa mi madre mientras cierra la puerta y me responde.
Es mi primera boda. Pero por mis amigas sé que una boda son, como mínimo, tres días en el lugar de celebración. Y antes hay que dejar las tareas de casa adelantadas. Por suerte, la hermana de mi madre no se ha ido muy lejos. De Torreorgaz a La Cumbre el camino no es demasiado largo, pero cinco horas de ida no nos las quita nadie.
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Por la noche, cuando cenamos alrededor del hogar, madre cuenta su boda. Lo hace con una chispa de alegría y un poquito de melancolía. Padre no habla, y ese silencio se impone entre mis hermanos y yo. Pero ella habla sin importarle el silencio. Nos cuenta de toda la gente que vino de lejos para ayudar, de la música, del vestido que le arregló su madre. Y piensa también, como yo lo pienso, que llegará el día en que yo me case y tendremos que hacer todas esas cosas. Y necesitaremos todas las manos para celebrar.
Esa noche aprendo que para preparar la boda se necesita una familia entera, y las amigas y los amigos de la pareja que se casa, y la ayuda de tus vecinos.
La familia es la que pone la comida. La familia es la que te cocina, pero también, si tienes una amiga de la infancia, de esas amigas buenas, buenas, con las que compartes todo puedes contar con ella para que te ayude a preparar los dulces, para que te preste los manteles bordados, para que te ayude con los arreglos florales de la iglesia.
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A los vecinos y a las vecinas les toca aportar mesas y sillas para el banquete porque, a ver, en qué casa tienen unas mesas tan grandes que sirvan para dar de comer a casi cien personas. Y sillas para sentarlas a todas.
Acumular mesas y sillas que solo vas a usar en bodas y bautizos no es práctico. Y es por eso que existe la solidaridad vecinal. Así, entre toda la gente, cada cual con su mesa y con sus sillas, se monta un salón de bodas precioso donde cabe todo, todo el mundo.
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Y por eso la fiesta nos dura tres días, como poco.
Tenemos meses por delante para prepararlo todo. Un día lo hemos dedicado a buscar la tela de mi vestido nuevo. Me gustaría poder elegirla, pero no me dejan. Dice mi madre que ella sabe, mucho mejor que yo, lo que necesito. Y debe ser verdad. Yo hubiera elegido una muselina floreada, pero no ha podido ser.
—Esa no, que luego no lo puedes volver a usar. Dice mi madre cuando me paro a mirarla muy atenta.
Y llega el gran día. No, no es aún el día de la boda, es el día de partir.
Mi madre ha dejado mucha comida preparada en la fresquera y pan para varios días.
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Mientras ella ultima la limpieza de la cocina y guarda la ropa de cama limpia, yo me encargo de preparar la maleta. Llevamos ropa de trabajo, porque nos va a tocar limpiar bien la casa de arriba a abajo. También ayudar a la novia en su casa nueva, quizás incluso nos toque pintar. Y algún día puede que nos encarguen atender a los animales, que no saben de bodas y quieren comer todos los días.
A mi madre seguro le toca cocinar. Tiene unas manos prodigiosas que todo el mundo valora. Y a mí me necesitarán para limpiar la iglesia y decorarla, o para ayudar en la cocina en las tareas más sencillas.
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Vaya, que es imprescindible llevar la ropa de trabajo. Pero también hay que llevar muy bien doblada la ropa nueva. En mi caso, estrenaré el vestido de percal azul cobalto para ir a la iglesia. Es muy bonito mi vestido nuevo, hecho según un patrón de revista que nos han prestado en la tienda de telas.
Mi madre me recuerda que no puedo olvidar meter en la maleta nuestros cubiertos envueltos dentro de la servilleta de tela. También las servilletas son de percal, pero no me doy cuenta.
Envuelvo dos cucharas, dos cuchillos y dos tenedores, porque con algo habrá que comer en el banquete.
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—Padre, tiene que llevarse los cubiertos para usted y mis hermanos.
Lo digo sin mirarlo mucho, por si no le sienta bien. Pero él me sonríe y me guiña un ojo.
Tengo ganas de ver a las amistades de mi prima mayor, también a la familia, y sobre todo tengo ganas de ver los regalos que le llevan. Mi madre y yo le hemos preparado un mantel bordado a mano que le sirva para la Navidad y para los bautizos que vendrán. Mi madre lo estaba bordando para mi ajuar, pero hemos pensado que es mejor regalárselo a ella. Después empezaremos de nuevo.
En la casa de mi tía Puri todo es desorden y bullicio. La emoción está por todas partes. Las mujeres ríen desde la cocina, y las niñas y niños reímos desde los dormitorios donde extendemos los colchones de lana que vamos a compartir.
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La casa va a ser una fiesta de tres días, con gente durmiendo en los lugares más insospechados, y la despensa llena de comida y olores buenísimos saliendo por la chimenea noche y día.
El día de la boda, bien temprano, vendrán los hombres y completaremos el cuadro. Y al día siguiente, comeremos las sobras de la boda, para que no se desaproveche nada.
La novia trabaja tanto como cualquiera, pero la noche antes de la boda la dejaremos dormir sola, para que descanse y esté radiante. Y por la mañana se lavará el pelo, se dará un baño caliente y por fin será su día.
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Habrá música, y gracias a la música habrá baile. Bailar es maravilloso y espero poder hacerlo con las amigas de mi prima, y con las niñas del pueblo. Las niñas no bailamos con los niños. Nos da vergüenza.
Dice mi madre que las bodas sirven para juntarnos, para recordar que no estamos solas en el mundo. Pero que no son el día más feliz de tu vida, porque la vida es muy larga y está llena de momentos mucho más felices.
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A ella, su madre, al morir, le dijo que el día más feliz que vivió en toda su vida fue cuando mi padre volvió vivo de la guerra.
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