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El viernes, participé en la boda más bonita que recuerdo. Era la primera vez que iba a una boda a Badajoz y también la primera vez que asistía al casamiento de dos chicas: Bea y mi compañera Alba. La fiesta se celebró en la terraza ... EOS del hotel NH Gran Casino de Badajoz y las novias llegaron en una furgoneta Volkswagen 'vintage' que parecía sacada de la portada de un disco de The Beatles.
La boda había tenido sus reglamentarias despedidas de solteras: un concierto de Leyva, un festival de música en Cádiz, una bodega en Estremoz... Nada de groserías y prácticas vulgares que, afortunadamente, ya están prohibiendo en lugares como Tarifa, Málaga o Conil, donde las despedidas son tan grotescas que los ayuntamientos han empezado a multar las prácticas indecorosas, o sea, las despedidas con novias coronadas con penes de plástico y novios con cara de vagina que, unas y otros, rebozan su ebriedad por el suelo en vómitos mientras se parten de risa.
El menú era moderno, ya saben, bolitas, tartaletas, brochetas, espumas, cucharitas, buñuelitos, hamburguesitas, minipostres... Cuando leo un menú así me echo a temblar. Al final, triunfó lo de siempre: unas croquetas muy ricas, una mesa de quesos espectacular y jamón, mucho jamón. Pero bueno, las comidas de las bodas son lo que son así que nos saltamos lo gastronómico y vamos al meollo, que en esta boda fue una ceremonia muy periodística con tres micrófonos, las novias en un sofá de dos plazas y diversas invitadas sentándose en un sillón y contando detalles de las vidas de Alba y Bea.
Las protagonistas explicaron que se habían casado el 8 de septiembre porque eran muy extremeñas (viven en Badajoz, pero Alba desciende de Alconchel e Higuera y Bea de Almendralejo) y porque querían que el aniversario siempre cayera en fiesta. Recordaron cómo se conocieron: Alba trabajaba en la oficina de Vodafone de Menacho, Bea llegó irritada amenazando con poner una reclamación, Alba la animó a hacerlo y Bea ironizó en el sofá: «No imaginaba que nuestro destino estaba escrito en una hoja de reclamaciones».
Por el escenario, iban pasando mujeres que han conocido la historia de Bea y Alba y la comentaban, pero lo mejor era la sutileza irónica de cada discurso, la inteligencia de cada intervención, el equilibrio entre el sentimiento y la sonrisa, sin caer ni en la moñada ni en el chiste fácil. Harto de bodas con lagrimones forzados y anécdotas que solo interesan a la familia cercana, aquello parecía un ejercicio literario reluciente de símiles ocurrentes, juegos de palabras, giros de guion y golpes de efecto. Una delicia en la que brillaban Tina, Irene, Clara, Gloria, Isa...
Se sentó en el sillón Hugo, al que presentaron como un amigo activista de la visibilización, y habló de referentes como José María Núñez, presidente de la Fundación Triángulo, allí presente, y negociador de la ley del matrimonio igualitario con el gobierno de Zapatero. Hugo sentenció: «Casarse visibiliza». Después, Bea y Alba se pusieron los anillos, las declararon matrimonio igualitario, brindamos con cava extremeño y siguió la fiesta con la artista granadina Vinila Von Bismark (101.000 seguidores en Instagram), que solo pincha vinilos y acababa de regresar de Los Ángeles de rodar un vídeo con Kat Von D. ¿Por qué no serán así todas las bodas?
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