¿Qué ha pasado hoy, 22 de febrero, en Extremadura?
Bodega de Atrio, en Cáceres HOY

Botellas destinadas a no ser abiertas

Dos enólogos explican a HOY cómo un vino de más de cien años ha dejado atrás su momento óptimo, pero alcanza un precio altísimo solo por ser exclusivo

Sábado, 6 de noviembre 2021, 14:02

Ya ha pasado más de una semana del robo de Atrio, el restaurante cacereño de cuya bodega desaparecieron 45 botellas, alguna con más de cien ... años y valoradas en varios cientos de miles de euros. Y aunque las pesquisas policiales sigan su curso, en el ambiente ha quedado flotando la duda, sobre todo entre los no iniciados, de si vinos con tanto tiempo estarían buenos o por qué alcanzan precios tan desorbitados.

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Emiliano Zamora es responsable de la Estación Enológica de Almendralejo, dependiente de la Dirección General de Agricultura y Ganadería de la Junta de Extremadura. En su opinión, y para poder entender mejor lo ocurrido en Cáceres, «con los vinos es como con los coches antiguos de colección, que alcanzan precios muy altos solo por ser exclusivos. Sabemos que el vino es un ser vivo que nace, crece y muere, es decir, tiene su recorrido, pues como un coche, que aunque no esté apto para andar es considerado una joya y por eso puede valer muchísimo».

Zamora distingue no obstante entre botellas como la famosa Chateâu d'Yquem, de 1806, que cuesta 310.000 euros en la carta de Atrio y ahora está en paradero desconocido, de otras simplemente muy exclusivas con 30 o 40 años. «Las que cuestan entre 6.000 y 8.000 euros son de añadas muy especiales que sabes que cuando las abres van a estar en su momento óptimo, pero la que tiene más de un siglo sabes que no va a estar en su momento óptimo, aunque eso no quiere decir que el vino esté malo, si bien hace cincuenta años quizás estaba mejor».

Alguien que puede explicar cómo se comporta un vino así a lo largo de los años es Carmen de Aguirre, directora de la Escuela Europea del Vino. Además, conoce bien la bodega de Atrio y a sus responsables. Sobre el Chateâu d'Yquem sustraído, esta enóloga pacense explica que «es un vino elaborado en la región de Bordeaux de la bodega más prestigiosa en blancos dulces de la zona. Los Sauternes se elaboran mediante una esmerada recolección manual de uva con una vendimia tardía. Esta uva es atacada por un hongo llamado Botrytis cinerea, el cual la semipasifica y se concentran los azúcares y los ácidos de la misma. La acidez es la columna vertebral del vino y el azúcar es un gran conservante al igual que el alcohol. Al final el conjunto de esos tres elementos hacen que un vino dulce de zona fría sea más longevo que un vino seco, aunque tengan una graduación alcohólica parecida».

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«Que algunas de estas botellas estén buenas depende de la conservación, pero incluso siendo perfecta influye el azar»

Carmen de Aguirre

Enóloga de la Escuela Europea del Vino

Esta botella de 1806 fue robada, pero también 38 más de Romanée-Conti valiosísimas. «En este caso –prosigue Aguirre– estamos ante la bodega más prestigiosa de Bourgogne, y son reconocidos por la exclusividad de sus botellas. Son elaborados de pequeñas parcelas con cepas muy antiguas. A lo largo de la historia y en grandes subastas han sido siempre muy valorados, con lo cual han ido ganando prestigio existiendo añadas a precios desorbitados. Que estas botellas estén buenas o no dependerá de la conservación de las mismas y aún incluso siendo perfectas a veces también influye el azar».

Los enólogos consultados saben que muchas botellas están destinadas a no ser abiertas. «Hay coleccionistas que saben que tienen botellas que ya no estarán correctas para beber pero al final es historia guardada en su bodega», explica la directora de la Escuela Europea del Vino.

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Cementerio de la bodega

En base a esto, existe en algunas bodegas una zona denominada 'Cementerio'. «Bodegas centenarias lo hacen por varios motivos pero el principal es saber la capacidad de guarda que tiene el vino. Es catado en 30, 50, 80 años etcétera, y así ven si ese vino todavía está vivo, esto es, con acidez y equilibrado», explica Carmen de Aguirre.

«Siempre será un gran prestigio para la bodega –prosigue la experta– poder verificar que sus vinos se pueden conservar muchos años y una garantía para los coleccionistas saber que esos vinos podrán ser catados por sus hijos o sus nietos. O también una forma de inversión para venderlas posteriormente a un precio mayor».

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Tanto Zamora como Aguirre mandan su apoyo a Toño Pérez y José Polo, los responsables de Atrio. En el caso del responsable de la Estación Enológica, «es muy destacable el esfuerzo de Atrio porque hay gente que viene a Extremadura solo para disfrutar de esa bodega y es un logro. Ahora con lo del robo creo que muchos se habrán dado cuenta de la importancia que tiene, aunque ojalá puedan recuperar las botellas», señala.

Por su parte, la directora de la Escuela Europea del Vino, decía esta semana que «no solo les han robado una locura de euros sino que les han arrebatado botellas que forman parte de su historia y de su esfuerzo diario, que es más importante».

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Esto ocurre al probar un vino con varios siglos de vida

Probar un vino con más de cien años es una experiencia única y excitante pues no sabes qué saldrá de esa botella. Dos enólogos extremeños que han disfrutado ese momento lo recuerdan así: «Una vez probé un Pedro Ximénez que tenía entre 150 y 200 años y estaba magnifico, pero su textura era casi como la de una miel, aunque conservaba propiedades organolépticas asociadas al vino», recuerda Emiliano Zamora, responsable de la Estación Enológica de Almendralejo. Por su parte, Carmen de Aguirre, directora de la Escuela Europea del Vino, recuerda la cata de un Dom Perignon de 1926 como si fuera ayer. «Fue en 2008, cuando trabajaba en Dom Perignon y habíamos tenido la visita de la Reina de Inglaterra a la bodega. A las diez de la noche quedábamos cuatro en las oficinas de enología, me llamaron para que bajara a la sala de cata y cuando llegué me esperaba un Dom Perignon de 1926. Me quedé sin palabras. Ya estaba oxidado y sin burbujas pero rico y fue sobre todo una experiencia inolvidable. El segundo fue durante el reconocido Sherry Master que organiza la bodega González Byass. Participé en 2017 y nos dieron a catar en pipeta un vino de 1728 de su mítica bota de Tío Pancho, un generoso negro caoba, con aromas a humo, caramelo y a yodo. En boca era salino, untuoso, muy concentrado…, pero lo más increíble de la experiencia fue saber que estabas bebiendo casi tres siglos de historia».

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