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Dos días en servicio y dos días con retrasos y fallos. Así ha funcionado el Alvia reparado con el que los extremeños iban a ganar 51 minutos de tiempo entre Badajoz y Madrid por una vía de alta velocidad inacabada. Tocaba exhibir una inversión de 1.700 millones de euros en infraestructuras ferroviarias en año preelectoral y se ha hecho con todo el boato: visita de la ministra del ramo para probar el tren y el tramo de línea entre Badajoz y Plasencia e inauguración posterior de esto mismo con el presidente del Gobierno y el Rey. La decepción ha llegado en menos de 24 horas. Y también la indignación ante un nuevo escarnio. El mismo día de la puesta en servicio del tren un fallo lleva al Alvia por la línea convencional –llega con retraso a sus destinos– y lejos de vigilar el buen funcionamiento, aunque fuera por vergüenza, al día siguiente no solo acumula una demora mayor –una hora– sino que hay averías en la climatización. Un fallo mecánico en la tracción parece ser la causa.
Este es el resultado de utilizar un tren diésel de segunda mano –aunque enmoquetado, con cafetería y wifi, comodidades que Renfe y la administración han ensalzado quizá para tapar las carencias que hemos visto–, y de crear un escenario para legitimar una infraestructura que llega a Extremadura con diez años de retraso e imperfecta.
El Gobierno arrastra una deuda con los extremeños que ni de lejos está compensada con este apaño. La Junta de Extremadura está obligada a exigirle compromisos reales más allá de mostrar su enfado y pedir explicaciones a Renfe. ¿Qué excusas están dispuestos a aceptar unos ciudadanos que se han convertido en el chiste nacional por una histórica deficitaria gestión de sus gobernantes? Ni el PP ni el PSOE han estado a la altura de las necesidades de una región incomunicada que ya solo confía en que Portugal la salve.
Las prisas por organizar esta operación de maquillaje del ferrocarril extremeño han desencadenado tales despropósitos como que la ministra Raquel Sánchez estrenara el Alvia en la estación de Plasencia, por donde no pasa ni pasará; que la invitación tuviera que rectificarse porque se convocaba a la inauguración del 'AVE de Extremadura', y que en apenas una semana Pedro Sánchez haya tenido que rebajar la euforia de la ministra y cambiar el discurso. Para remate, el ministerio echa balones fuera, no se pronuncia y remite a las explicaciones de Renfe y Adif. Este «primer hito» de la alta velocidad extremeña, como así lo han calificado porque ni ellos saben cómo llamarlo, es la enésima burla a los extremeños.
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