¿Dónde ha caído el gordo?

La letanía de San Ildefonso. El sonsonete navideño de la mañana del 22 nos cambia el paso

J. R. ALONSO DE LA TORRE

CÁCERES

Jueves, 22 de diciembre 2022, 07:39

La lotería es el villancico más logrado y la verdadera inauguración de la Navidad. Las luces callejeras no inauguran nada ni crean ningún espíritu navideño. Solo son un campeonato: la ciudad con más guirnaldas, la ciudad con la estrella más grande, la ciudad que mejor ... se ve desde un satélite... Tonterías sin tradición, récords provincianos que no van a ningún lado. Es el sonsonete de la mañana del 22 de diciembre lo que de verdad nos cambia el paso.

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La lotería es una letanía que adormece, un mantra al que nadie presta atención excepto cuando los niños alteran su voz para anunciar premios gordos de los que solo importa la ciudad que se llevará los millones. La pregunta más recurrente de la lotería no es qué número ha salido, sino dónde ha caído el gordo. Porque el gordo no toca, el gordo cae.

Hoy da gusto pasear por las calles y escuchar la jaculatoria que llega desde las cafeterías. Es tan monótona como reconfortante. La escuchas y sabes que, un año más, todo está en su sitio. La lotería es el villancico más redondo porque explica como ningún otro la Navidad: te muestras escéptico y te niegas a entrar en el juego, pero cantan los niños, se impone la costumbre, sucumbes y no dejas ni un resquicio a la heterodoxia: compras décimos, compras turrón duro y blando, compras cava, uvas, langostinos y cantas el ande, ande, ande y el beben y beben y vuelven a beber, que, si se fijan, son letras tan repetitivas como los números de los niños de San Ildefonso.

Siempre me ha llamado la atención que, en Extremadura, el dinero esté mal visto si se gana con esfuerzo y riesgo. Estamos a merced de los profetas de la pobreza. La descalificación de quien consigue lo que todos perseguimos, dinero, es más fuerte en las regiones menos desarrolladas, donde nos parece un escándalo que nuestro vecino gane mucho, cuando lo verdaderamente escandaloso es que nosotros ganemos poco. Quien tiene menos es más creíble y lleva más razón. Esto solo se quiebra con la lotería. Si el dinero viene de un bombo, es lícito, pero si en vez de ser fruto de la suerte es fruto del trabajo, entonces brotan sospechas de inmoralidad.

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A ver si hay suerte y hoy nos convertimos en ricos de moral intachable, pero para ello tiene que tocar y ahí entran las supersticiones. Hace años, un 22 de diciembre, en la tertulia televisiva matinal de Canal Extremadura, mis colegas tertulianos se disfrazaron de Reyes Magos y a mí me pidieron que me disfrazara de calvo de la lotería. Era un disfraz fácil y cómodo: traje negro, cara seria y soplar sobre unos polvitos dorados que llevaba en mi mano. Hacía 21 años que no tocaba el gordo en Extremadura y ese año tocó, así que me cubrí de gloria. Hubo gente que me pidió permiso para frotar en mi calva su décimo del Niño y yo les dejé hacer. No he vuelto a disfrazarme de calvo de la lotería y así nos va con la suerte.

Este año, como acabamos de padecer catástrofe con riada, igual toca en Extremadura. Me hubiera gustado llevar una participación de la venta Mayga-El Cordobés, situada en una rotonda en Gévora, entrando en Badajoz desde Cáceres, en el epicentro de las inundaciones. Una venta tan castiza que vendía navajas de pastor y quesos de Carbajo, además de avisar desde un azulejo: 'Parientes pobres y trastos viejos, pocos y lejos'. Era una bravuconada de azulejo. En Extremadura, queremos más a los parientes pobres que a los ricos y preferimos a los que son viejos que a los que van de modernos. Somos así, muy de lotería, muy de Navidad, muy de tradiciones, sonsonete, villancico y soniquete. ¿Dónde ha caído el gordo?

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