El pasado sábado, alrededor de 600 personas se reunieron en El Pico, uno de los enclaves del Guadiana a su paso por Badajoz más reconocibles por los vecinos y más visitado por los pescadores, para exigir de una vez por todas solución ante la plaga del camalote, que está comprometiendo severamente la viabilidad del ecosistema del río. Fue una concentración convocada por numerosas asociaciones ecologistas, colectivos ciudadanos, grupos culturales… lo cual ponía de manifiesto que el motivo de la concentración trascendía las posiciones políticas y, quizás lo más importante, también las generaciones porque junto a jóvenes que levantan la bandera de la defensa del medio ambiente había en El Pico viejos que, además de esa bandera, defendían su memoria, la de cuando hace años en ese Guadiana colonizado ahora por el manto verde del jacinto de agua la gente se bañaba y una buena parte de la diversión de los badajocenses giraba en torno al río.
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Ojalá la concentración del sábado sirva para que nuestros políticos, de una vez por todas porque ya es hora después de 13 años acumulando retraso (la primera referencia recogida en el archivo de este periódico sobre la presencia de esta planta invasora apunta a que fue detectada en verano de 2005), tomen conciencia de la gravedad de una plaga que, aunque no es comparable a la catástrofe del Prestige –el barco que en noviembre de 2002 se partió en dos frente a las costas gallegas, vertió al mar 40.000 toneladas de fuel y la marea negra arruinó la economía de buena parte del sector pesquero de Galicia–, sí tiene ya consecuencias graves porque está comprometiendo seriamente la vida de uno de los ríos más importantes de la Península Ibérica, y puede tenerlas aún más graves sobre la economía de esta región: para entenderlo sólo cabe imaginar la catástrofe que supondría que el camalote colonizara los canales de riego y se expandiera por nuestros regadíos. Además, puede afectar a Portugal con las mismas consecuencias que aquí, por lo que este país podría pedir responsabilidades al nuestro.
Por todo ello, creo que el camalote que afecta al Guadiana es nuestro chapapote. No sé si este es el problema medioambiental más importante que ha tenido Extremadura, pero no conozco ningún otro caso de amenaza tan directa hacia un sector económico tan decisivo para la región como el sector agrario de regadío. El Prestige acabó con la pesca en Galicia durante años; el camalote puede hacerlo con la vida del Guadiana y, de paso, con la agricultura de las Vegas.
El chapapote fue definido por el entonces vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, como «unos hilillos de plastilina»; el camalote lo definió hace unas semanas el presidente de la Confederación del Guadiana, Samuel Moraleda, como un problema estético, de lo cual se lamentó. Hay tantas coincidencias entre un caso y otro que, dicho con triste ironía, hasta coinciden en que ambos cuentan con su particular frase tonta pronunciada por políticos que deberían dejar los juegos de palabras y ponerse manos a la obra.
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