
Ver 10 fotos
Secciones
Servicios
Destacamos
Ver 10 fotos
Volver al pueblo de su infancia como cada verano y terminar tomando una cerveza con el ministro de Economía. Le ocurrió a Teodosio, vecino de la localidad guipuzcoana de Andoain, en su regreso estival a Valle de la Serena. «Ayer mismo estuvimos echando una cerveza con el ministro, el señor Cuerpo», cuenta con naturalidad mientras comparte esta vez las cañas de mediodía con varios familiares en la plaza de España de este municipio.
Otros vecinos han visto ya también a Carlos Cuerpo en una mañana muy especial para el pueblo tras la procesión de la Virgen de la Salud, su patrona, a la que se recibía en la parroquia de la Purísima Concepción. Y es que a apenas unos metros está la casa en la que Carlos a secas, como la mayoría le llama aquí, pasó buena parte de su infancia.
Ahora, a sus 43 años y ya como ministro, es difícil enfilar esta plaza de su niñez sin ser el centro de casi todas las miradas, pese a un estilo informal alejado de su habitual traje de chaqueta. «Mi vínculo son mis abuelos», recuerda atendiendo de forma amable a HOY durante unos minutos pese a estar –reconoce– en plena desconexión. «Estoy cargando, como decimos, la pila del Valle, aquí es donde desconecto de verdad y también supone volver en verano a las raíces», abunda. Apenas está dos días y medio, lo que le permite su agenda, pero lo suficiente para recargar, y sobre todo para alegría de su hija. «Ella disfruta aquí de una libertad que no tiene en Madrid y casi que es la que mejor se lo pasa», concluye poco antes de una comida familiar aprovechando el festivo del 15 de agosto.
Su hija, aunque todavía es pequeña, ya sabe lo que es ser una descendiente del Valle; una condición que se hace patente cada verano en esta localidad que, como otras muchas de La Serena, habla en estos calurosos días con un especial acento vasco. Basta afinar el oído para detectar que hijos y nietos de los vallejos están de vuelta en el pueblo.
«Para el ministro no sé si es desconectar, porque estamos todos encima, pero para nosotros sí», dice Maite, que ha llamado a toda su cuadrilla para hacerse una foto de recuerdo con Cuerpo. Ella nació en el País Vasco, al igual que sus hermanos, «aunque esto nos tira mucho y todos los años elegimos volver». Pero no lo hace sola y, al igual que en otras familias, el pueblo pasa de padres a hijos. «El mayor castigo que les podría decir un verano a mis hijas es que no venimos al Valle», afirma esta vecina de Ibarra (Guipúzcoa). Lo corrobora Candi, ambas ataviadas con unas camisetas azules con Valle de la Serena escrito en blanco: «Mi marido es vasco y si no viene le da algo; los más jóvenes ya han hecho cuadrilla aquí y se van con las pulseritas de Extremadura durante todo el año». Ella vive en Tolosa y regresa cada verano al que fue el pueblo de sus abuelos, «que vendieron la casa cuando se fueron porque pensaban que el Valle iba a desaparecer; si ahora nos viesen… Hasta sus bisnietos vienen».
Vuelven a verse amigos, pero también familias. Es el caso de Balbina, Ana, Diego y Teodosio, que este verano celebran en el pueblo su habitual reunión anual de primos. Se marcharon con sus familias a la niñez, «porque cuando cerró la mina, el pueblo se hundió y la gente empezó a emigrar». De sentimiento extremeño, únicamente sus acentos delatan que han crecido en el norte, como se refieren coloquialmente al País Vasco. «Me siento muy a gusto en Euskadi, pero siempre digo que soy extremeña», comenta Ana, a la que se le escapa un 'gaupasa', término euskera para referirse a pasar toda la noche de fiesta hasta bien entrada la mañana del día siguiente.
Un término habitual este mes de agosto para los más jóvenes que han hecho de Valle de la Serena su pueblo, porque ya lo fue de sus abuelos y de sus padres. «Mis hijos y nietos han nacido allí, pero están chiflados con Valle», confiesa Emi, que ahora vive en Azpeitia, pero que cada verano se reencuentra «con estas» en Valle. Y 'estas' son María, que reside en Zumárraga, e Inés, con casa en la calle Cerro de la Fuente, pero también en Motrico. Las tres van camino de la iglesia para no faltar a su cita con la patrona. «Volver a las raíces siempre es una alegría», expresa María. «Pero también mucha tristeza porque se pasaron muchas necesidades de pequeños», apuntilla Inés.
Y es que, los años 50 del pasado siglo no fueron fáciles. «Hubo mucha emigración; se pasó de unos 4.500 habitantes a los 1.200 que estamos ahora», recuerda Martín Caballero, el alcalde. Por eso, el verano es casi un regreso al pasado; «también en Navidad y Semana Santa, pero el verano, sobre todo agosto, es impresionante; la población se triplica y volvemos a ser más de 4.000 habitantes».
De esas cifras, Caballero destaca la de los emigrantes al País Vasco, que estima en más de un 65%. «Fue el primer destino, la gente cogía el autobús, llegaba allí y se ponía a trabajar; y una familia tiraba de otra», relata sobre aquella época en la que otros optaron por Madrid o Cataluña. Ahora, de regreso, vuelven a dar vida a Valle de la Serena. «Llenan las calles y hacen grandes nuestras fiestas, estamos muy contentos», concluye el alcalde de este pueblo que también es el de Carlos Cuerpo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Natalia Reigadas | Badajoz y María Díaz | Badajoz
Javier Bienzobas (Gráficos) y Bruno Parcero
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.