![Historia.Turistas en Cáparra, que en época del emperador Vespasiano fue una ciudad.](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2024/08/15/193703352--1200x840.jpg)
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«Vaya sprint que has metido, me llevabas con la lengua fuera». Los dos amigos de ruta en bici de montaña acaban de dejar atrás ... la ganadería brava de Antonio López Gibaja, en Oliva de Plasencia. Han empezado a dar pedales en Cáparra, y pararán en Plasencia. Son 22 kilómetros por senderos cómodos con muchas más cuestas hacia abajo que hacia arriba. Es una excursión de turismo deportivo de las muchas que se pueden hacer en el norte de Extremadura, que está plagado de senderos y caminos para disfrutar de la bici y el paisaje.
Una de estas opciones tiene varias particularidades. La primera es la confluencia entre la Vía de la Plata y la Vía verde que comunica Plasencia con Navalmoral de Béjar a lo largo de 65 kilómetros. Es una de las más extensas de España y tiene tramos preciosos, como el que va de Hervás a Béjar, que en algunos puntos recuerda a paisajes vascos, asturianos o cántabros.
Otro de los puntos más bonitos es la llegada a Plasencia, meta de esta ruta con salida en el yacimiento romano. Cáparra llegó a ser una ciudad en época del emperador Vespasiano, favorecida por su ubicación en plena Vía de la Plata. Hoy llegan a este lugar cada día turistas aficionados a la arqueología o la historia, peregrinos que eligen esta vertiente del Camino de Santiago y también cicloturistas de la zona o de lugares lejanos que escogen el norte cacereño como destino porque saben que en pocos kilómetros a la redonda tienen muchos caminos por explorar.
De Cáparra salen los amigos en sus bicis y toman la Vía de la Plata, que a los pocos kilómetros se adentra en la ganadería de Antonio López Gibaja. El camino histórico la atraviesa entera, y es fácil reconocer el lugar en el que pastan los toros. Lo delata el vallado, que cambia del típico de alambre o piedras de tantas fincas, a otro metálico, de apariencia mucho más contundente.
Es raro pasar por la finca y no ver algún toro. Unas veces estarán cerca del vallado, o sea, del que va dando pedales, que según sea su espíritu, acelerará para perder de vista esa imagen cuanto antes, o al contrario, aminorará la marcha para deleitarse con la cercanía de los animales imponentes.
Tras dejar atrás la ganadería brava, hay que cruzar la carretera y callejear por Oliva de Plasencia en busca del camino que lleva hasta la vía verde. Es todo en descenso, entre fincas primero y poco después por una calleja hormigonada entre muros de piedra.
Al rato aparecerá la vía verde, que hasta Plasencia discurre casi siempre con una ligera pendiente descendente. Tras pasar por el viaducto que salva la autovía A-66, el sendero –antigua plataforma ferroviaria reconvertida– se adentra en una zona encajonada entre paredes altas, donde a veces se juntan aficionados a la escalada. Un poco más allá aparece el puente de hierro, en pleno paraje protegido de Valcorchero, y después, a la izquierda, las vistas a las catedrales placentinas, justo antes del túnel del barrio de san Lázaro, ya en la ciudad.
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