Manuela Martín
Viernes, 6 de noviembre 2015, 20:22
Durante su retiro en Extremadura, Carlos V no sólo atiende graves asuntos de Estado, problemas de guerras, de religión o de dinero. También le toca resolver importantes asuntos de familia. Nada más asentarse en Jarandilla, en noviembre de 1556, su hermana Leonor le pide que intervenga ante la Corte portuguesa para que venga a España la hija que tuvo con el rey Manuel el Afortunado.
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Es ésta una historia digna de los mejores melodramas: Leonor, la hermana mayor de Carlos V, se casó en primera instancia con el rey Manuel, tuvo una única hija, María, pero al enviudar se volvió a España y terminó casándose en segundas nupcias con el rey de Francia, al que también sobrevivió.
Ahora, de vuelta a España para retirarse, se acuerda de la hija que dejó muy niña en la Corte portuguesa y le pide que venga a vivir con ella. Sin embargo, el asunto no es tan sencillo. Además de no sentir demasiado apego por una madre que no dudó en separarse de ella cuando niña, la princesa María guarda un fuerte resentimiento contra el Emperador y su hijo Felipe.
Y es que cuando ya estaba comprometido su matrimonio con Felipe II, Carlos V vio la oportunidad de que el monarca se casara con la reina inglesa María Tudor y no lo dudó: por esas razones políticas que entonces determinaban las bodas reales se prefirió a la Tudor, y María, la princesa portuguesa, se quedó compuesta y sin novio.
Todos estos motivos, más sentimentales que políticos, determinan que la petición de Leonor sea mal acogida en la Corte lusa. Durante meses, los embajadores del Emperador y del rey Juan III de Portugal llevan y traen mensajes de Lisboa a Yuste. Cuando parece que ya accede a venir a España, la princesa María alega que se encuentra enferma y retrasa el viaje.
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El Emperador insiste y, un año después de las primeras gestiones, en el otoño de 1557, se acuerda que el encuentro de madre e hija puede producirse en Badajoz. Finalmente, el 28 de septiembre, las reinas Leonor y su hermana María, reina de Hungría, llegan a Yuste como etapa previa a su traslado a la capital pacense. Pero desde Lisboa llegan nuevas excusas. En noviembre, la princesa dice que no puede venir hasta febrero. Leonor se desespera, piensa en volverse a Guadalajara y así manda que se le transmita a su hija: y se le diga que yo iré hasta Badajoz, a verme con ella. Ya está declarado que depende de sola su voluntad.
El 15 de diciembre las reinas Leonor y María parten de Yuste en dirección a Badajoz, a donde llegan el 23. Van acompañadas del licenciado Arceo, y en Badajoz las recibe el comendador de la orden de Alcántara. La princesa María todavía se hace esperar, y no llega a Badajoz hasta principios de enero, con una gran corte de 2.000 personas.
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El reencuentro entre madre e hija no debe ser tan feliz como en las películas, pues María no accede a quedarse en España y se vuelve a Lisboa. Leonor, dolorida, retoma el camino hacia Yuste, pero apenas ha salido de Badajoz, en Talavera la Real, cae enferma y muere pocos días después, el 18 de febrero. Los cronistas dicen que de pena. Leonor fue enterrada en Mérida, aunque su cuerpo fue trasladado años después a El Escorial por orden de Felipe II.
La inesperada muerte de Leonor afligió en extremo a Carlos V. Sintiólo cierto mucho, y se le arrasaron los ojos escribe su secretario Gaztelu--, y me dijo lo mucho que él y la de Francia se habían siempre querido () y que le llevaba quince meses de tiempo y que, según él se iba sintiendo, de poco acá podría ser que dentro dellos le hiciese compañía en la eternidad. Los presagios de muerte del Emperador eran atinados, pero se quedaron cortos: sólo siete meses después falleció él.
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