Verduras de temporada (espinacas, lechuga, productos de la huerta de hoja grande y verde) crecen en cuadriculado orden ajenas al tráfico y los cláxones de un día normal en una zona transitada de la capital cacereña. El huerto, que da frutos en cada estación como ... una clara metáfora de que la vida sigue, es lo primero que se ve cuando se cruza la verja de la Casa de la Mujer de Cáceres, una de las dos que hay en la región (la otra está en Badajoz) y que brinda refugio a mujeres que necesitan salir del círculo de la violencia. Los fogones se ponen en marcha ya desde primera hora y huele a comida, como en cualquier hogar.
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Es una mañana de noviembre y por los pasillos de este espacio se ve a algunas mujeres jóvenes con sus hijos. Estos días son ocho las acogidas en este espacio y seis los niños que las acompañan (en la de Badajoz son siete y cinco niños). La Junta de Extremadura, que gestiona este recurso a través del IMEx (Instituto de la Mujer) pide que este medio que no hable con las residentes para proteger su intimidad y su seguridad.
Romper con el círculo de la violencia es un paso complejo, tal y como explica la trabajadora social Cristina Lancho, directora de la Casa de la Mujer de Cáceres desde principios de este año. «El miedo, la culpa o la vergüenza» acompañan en muchos casos a las mujeres que llaman a las puertas de esta institución, un extremo no deseado la mayoría de las veces pero que se convierte en una tabla de náufrago inevitable. No hay dos casos iguales aunque sí hay establecidos dos tipos de acogimiento, el urgente, cuando una situación de violencia provoca que la mujer requiera una protección inmediata derivada por Guardia Civil o Policía Nacional, un centro sanitario o algún punto especializado como una oficina de igualdad o un servicio comunitario. «Si hay una situación de riesgo se le ofrece ese ámbito de protección junto a sus hijos». En este momento se activa, también de urgencia, la asistencia judicial y psicológica, para abordar todos los flancos desde el primer momento.
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También hay un acogimiento de larga estancia, en donde se solicita un informe de derivación que justifique este servicio. El objetivo, además de garantizar la protección de la mujer, es poder trabajar las áreas afectadas por la violencia sufrida para alcanzar su recuperación. «Para poder estar en la Casa de la Mujer no hace falta que interponga una denuncia, no es fácil romper con una situación de violencia y tampoco es fácil denunciar, cada mujer necesita su momento y planificar el proceso de ruptura para ver cuándo tiene que denunciar, pero no es un requisito para ser atendida en cualquier servicio», señala Lancho.
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La denuncia permite arbitrar una orden de protección que determina con quien están los hijos hasta que se celebre el juicio o el uso de la vivienda familiar, o puede determinar que se dicte una orden de alejamiento, lo que facilita el proceso.
¿Qué pasa tras la salida de una mujer de este recurso? «Cada plan es individualizado, depende de muchos factores, depende de la situación laboral, económica, del apoyo familiar, del número de hijos, de dónde está el agresor...». Hay mujeres que vuelven a su domicilio con las medidas de seguridad establecidas, otras optan por ayudas y pueden alquilar una vivienda. También hay mujeres víctimas que encuentran un trabajo y consiguen recursos propios. En los peores casos estas mujeres tienen que cambiar de localidad por la situación de peligro que enfrentan. Pero «la Casa de la Mujer no es el principio ni el final, hay que continuar», indica Lancho.
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La casuística es variada, pero hay cierto consenso en que la media para salir de una situación de maltrato son ocho años. «Hablamos de mujeres vulnerables con sentimientos de dependencia, de miedo y de inseguridad», explica esta trabajadora social. El maltrato en ocasiones se ha extendido durante tantos años que este debilita a las mujeres que lo sufren. Es como si se hubiera cronificado.
El detonante a la hora de tomar la decisión es variado, puede ser un nueva agresión, pero no tiene por qué. «A veces no tiene que pasar nada especial, sino que ese día esa mujer se ve con fuerzas». Es valiente, dice esta experta, dar el paso, pero hay que respetar el momento elegido por cada persona. Hay ocasiones en que el maltrato está tan interiorizado que «no se es consciente durante mucho tiempo, aunque hay un momento en el que se descubre que lo que está pasando no va a cambiar». El factor emocional influye a la hora de retrasar el momento de salir de una situación de violencia. «La persona que te está maltratando es la que tú has elegido, y reconocer y ver que esa persona te está haciendo mal es complicado y el primer pensamiento que te asalta es: 'seré yo que la atiendo como debiera y no le estoy ayudando suficientemente'».
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En la foto que ilustra esta información están las psicólogas de menores Nieves Calderón y María José Montesinos, María José Melchor Tato, trabajadora del centro de documentación, Mari Paz Ávila, responsable del dispositivo de acogida, Ana Durán y Javier López Santano, técnicos del Nuevo Centro del conocimiento (que trabajan competencias digitales para mejorar la empleabilidad) y la ordenanza Conchi Moreno. Son solo una parte de la red que acompaña a las mujeres que acuden a este espacio, a las que viven allí (en habitaciones compartidas o en unifamiliares) o de las que son atendidas de forma externa.
La Casa de la Mujer, que acogen a unas 50 mujeres anualmente (100 entre las dos sedes), articula y cede el espacio para otras actividades en colaboración con distintas entidades. Este recurso se creó en Cáceres en 1985 pero se llamaba centro regional de atención a la mujer. Fue en 1997 cuando se cambió la denominación a la actual, concibiéndose como un espacio abierto, un centro de referencia para formación y para sensibilización. Se atienden unas 3.000 consultas al año.
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Una parte fundamental de la asistencia se ocupa de los hijos de las víctimas. La psicóloga María José Montesinos es una de las ocho que trabajan en toda la región con estos menores y también con chicas menores de edad que han sido víctimas de sus parejas. Ella lo hace en la Casa de la Mujer de Cáceres con niños que residen allí y también fuera. Cuenta que todos los estudios evidencian «que estos niños son víctimas en la medida en que están expuestos a la violencia de género». Desde edades muy tempranas en muchos casos sufren situaciones estresantes de forma continuada que afectan a la formación de los vínculos que se establecen con sus padres. ¿Se pueden reproducir actitudes violentas si se han vivido en la infancia? Montesinos señala «una de las cosas preocupantes y que indican los estudios es el riesgo de transmisión intergeneracional de la violencia de género, y también que los niños adquieran patrones internalizados relacionados con ansiedad, con depresión, con bajo auto concepto». También se observan «factores de resiliencia donde después de estar expuestos a situaciones muy graves desarrollan habilidades inusuales en su edad, son niños muy tolerantes, muy solidarios, el ser humano es adaptativo y en el caso de los niños es asombroso hasta que punto ponen a su disposición todos los recursos con los que cuentan para poderse adaptar a situaciones inadecuadas e insanas», señala Montesinos.
Pero no es fácil encontrar a quien, de adulto, pueda contar que su infancia, ese territorio luminoso de la vida, se vio vulnerado por el maltrato, por una violencia cuya huella es difícil de borrar.
Teléfono: 016 Atiende a todas las víctimas de violencia machista las 24 horas del día y en 52 idiomas diferentes.
WhatsApp y correo electrónico: las consultas online pueden realizarse a través del email 016-online@igualdad.gob.es, el canal del WhatsApp en el número 600.000.016 y el chat online, accesible desde la página web: https://violenciagenero.igualdad.gob.es.
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