![Casto Iglesias: Memorias de una vida en Monfragüe](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2024/08/09/CASTO%20en%20el%20PNM-RNpyk1q88IK5mR6akx8Hw0O-1200x840@Hoy.jpg)
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Jesús Garzón, Ángel Rodríguez, Paco Castañares... Si hubiera que elegir cinco o seis nombres claves en la historia de Monfragüe, a los tres citados ... habría que añadir el de Casto Iglesias Duarte, que se acaba de jubilar. El mes pasado dejó de trabajar en el parque nacional extremeño quien en la práctica ha ejercido como número dos en las últimas décadas. Formaba con Ángel Rodríguez (director desde 1990 hasta su jubilación en 2020) el dúo de referencia para casi cualquier decisión importante sobre el espacio natural más protegido de Extremadura. 33 años ha trabajado en él Casto Iglesias, que echa la vista atrás y tiene mucho que contar.
«Monfragüe ha sido el escenario y el objetivo de mi vida laboral», resume el protagonista, que nació en Cerezal (Las Hurdes) en 1959. Profesor de EGB, completó un máster en Educación ambiental y otro en Gestión medioambiental, y en el año 1986 aprobó las oposiciones convocadas por la Junta de Extremadura y empezó a trabajar como agente de Medio Ambiente destinado en la comarca de Sierra de Gata. «En la Junta estaba de director general de Medioambiente Jesús Garzón –fallecido el pasado diciembre y considerado 'el padre' de Monfragüe porque lideró la rebelión contra el proyecto que habría convertido el lugar en un eucaliptal gigante–. «Eran los primero años de una administración autonómica que entre otros retos, tenía el de ir más allá de los viejos esquemas del ICONA, que se había centrado en gestionar extensas repoblaciones de pinos y eucaliptos, y también el de poner en valor y salvaguardar los grandes valores medioambientales de la región».
«Eran además unos años en los que Extremadura sufría cada verano una oleada de incendios, sin apenas medios para combatirlos y con una organización en este sentido anclada en el pasado», recuerda Iglesias, que en este punto ensalza la labor que realizó Francisco Castañares, que nació en Monfragüe –en concreto, en Serradilla–, fue agente forestal en el parque, luego director general en la Junta y ahora preside la Asociación Extremeña de Empresas Forestales y del Medio Ambiente. «En el año 1990 –retrocede Iglesias– se produjo el gran incendio de Monfragüe, que quemó unas tres mil hectáreas. Castañares era entonces director general de la Agencia Extremeña de Medio Ambiente, y decidió iniciar todo un proceso de dotación de medios humanos y materiales para asegurar una gestión moderna de Monfragüe».
«Es en ese contexto en el que yo me incorporo a Monfragüe, en abril del año 1991», recuerda Casto Iglesias, que desde ese momento y hasta el pasado julio fue jefe de negociado de información y atención pública, o sea, el responsable de uso público, visitas y educación ambiental del parque nacional y la reserva de la biosfera.
«Han sido –resume– más de 33 años dedicados a la coordinación y ejecución de los planes de uso público y educación ambiental del parque. En otras palabras, toda una vida laboral con el reto diario de abrir las puertas del parque para que el visitante pueda disfrutar de sus grandes valores naturales sin perjudicar su conservación y a la vez, sensibilizar y crear hábitos de protección del medioambiente en la población».
Casi desde el inicio, Iglesias trabajó codo con codo con Ángel Rodríguez y con Ángel Luis Arroyo Montemayor, al que define como «uno de los funcionarios más competentes y comprometidos que he conocido en la Junta de Extremadura».
«Entre las tareas más urgentes que teníamos por delante estaba por un lado, la de organizar un plan de prevención y lucha contra los incendios forestales, y por otro, la de ordenar y canalizar las concentraciones de campistas y visitantes, para que no dañaran los procesos de reproducción de la fauna del parque».
En esos primeros años noventa, «Villarreal de san Carlos era una aldea en ruinas pero también el centro neurálgico de las visitas a Monfragüe». Hoy, el pueblo está restaurado y alberga centros de información e interpretación, además de negocios de hostelería y restauración. «El parque necesitaba comprar esas casas abandonadas y montar una infraestructura de recepción e interpretación para los visitantes, además de mejorar la red de rutas, observatorios y miradores, y esas dos fueron las grandes tareas de los años noventa».
El «salto a la Champions League de los espacios protegidos», ilustra Iglesias, llegó en la primera década de este siglo. En el año 2003, la Unesco le concedió la declaración de Reserva de la biosfera, y en 2007 la de parque nacional. «Para la declaración de Reserva de la Biosfera recuerdo que nos visitó durante varios días un amplio equipo de evaluación de la Unesco, y desde un principio notamos un gran consenso. Sin embargo, el camino para ser parque nacional fue más largo y complicado. Había un sector dentro de los técnicos del Ministerio que mostraba sus reticencias, por la presencia de los embalses en el interior del parque, pero al final pesó su gran aportación de avifauna y matorral y bosque mediterráneo».
Más tarde llegaron los sellos de calidad, como la Carta Europea de Turismo Sostenible (CETS), el Sistema de Calidad Turística en Destino (SICTED) o la Q de Calidad. Y durante esos años, Iglesias se encargó de la redacción y seguimiento de los planes de acción de la Reserva de la biosfera y de la representación del parque nacional en foros y grupos de trabajo sobre gestión de uso público de la red española de parques nacionales.
«En estos años, hemos logrado que las poblaciones de avifauna por las que Monfragüe se declaró espacio protegido se mantengan o mejoren, y que hasta una especie desaparecida como el lince ibérico esté hoy de nuevo en el parque. Y aquellas repoblaciones de eucaliptos que movilizaron a los conservacionistas extremeños de los años 70, y que fueron el germen reivindicativo de la declaración de parque natural, se han restaurado ya y hoy son un paisaje natural con matorral autóctono».
Además, «se ha conseguido ir más allá de la flora y la fauna» y se han alcanzado logros en el ámbito cultural, y también en el económico, defiende Iglesias. «Se han estudiado los restos históricos y culturales de la zona, y un equipo de arqueólogos de la Junta y la Universidad de Extremadura ha catalogado más de cien abrigos con pinturas rupestres». Y en lo económico, «se ha generado toda una economía relacionada con el sector».
«En el año 1978 –repasa el recién jubilado–, Jesús Garzón contaba a los alcaldes de Monfragüe que la declaración de parque natural podría generar hasta quinientos jornales anuales. En 2009 se hizo un estudio y el parque había generado 216 puestos de trabajo fijos, de los que el 75% era personal de los pueblos del parque. Es decir, desde la percepción y expectativas de los años 70, el parque ha generado más de 78.000 jornales anuales en empleo de calidad. Y además de ese empleo directo en vigilancia, incendios, monitores o técnicos, el sector turístico ha crecido exponencialmente en sus pueblos: las 16 plazas de alojamiento que había en el año 1979 se han transformado en 1.448, y se ha pasado de 130 a 2.149 en restauración. Por otro lado, se ha desarrollado un nuevo recurso, las actividades turísticas dedicadas a guiar visitas por Monfragüe, donde hoy trabajan hasta 18 empresas. Y el parque nacional recibe en torno a medio millón de visitantes al año».
De estos avances ha sido partícipe Casto Iglesias Duarte, que al mirar hacia lo más personal y elegir aquellos logros que más satisfacción le han procurado, cita dos. «En primer lugar, el trabajo realizado para mejorar la accesibilidad universal en el parque, y encontrarte con numerosas personas discapacitadas disfrutando de Monfragüe. Y la otra gran satisfacción personal –concluye– es la de haber ayudado a abrir el parque a sus pueblos, y que hoy haya numerosas rutas y centros que complementan y diversifican el potencial turístico de nuestro parque nacional».
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