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Son las 19.29 y el imán Brahim El Azifi entona el 'adhan', o lo que es lo mismo, la llamada a la oración desde ... la mezquita de Cáceres, ubicada en el número 6 de la avenida de la Constitución de Aldea Moret. Allí, al atardecer, desde el pasado 28 de febrero se reúnen musulmanes para romper el ayuno en el mes del Ramadán.
Dátiles, te moruno, harira...muchos platos típicos árabes en una mesa que comparten desde universitarios a jubilados, desde soldados en formación en el centro militar Cefot hasta migrantes que llegaron a Extremadura hace décadas y que se han asentado con su familia en esta tierra.
Si hace años en torno a esa mesa se sentaban en su mayoría marroquíes que se dedicaban al comercio, hoy el perfil de los que allí llegan para compartir el mes sagrado del Islam es muy variado.
«No tengo palabras para explicar lo que siento. Abrimos nuestro corazón para ayudar a los demás», comenta Nohman Hamed, de 27 años y que ha llegado de Melilla a Cáceres para formarse como militar en el Cefot. «Tenemos bastante libertad. Cuando hay clases a las que asistir rompemos el ayuno en el centro de formación, pero siempre que puedo me gusta venir a la mezquita para estar como en casa». Su compañero Salim, otro joven que está en el Cefot, opina lo mismo. «Llevamos bien compaginar el ejercicio físico con el ayuno porque estamos acostumbrados. Lo hacemos desde los 16 años y el cuerpo se adapta. Antes de venir al Cefot, ya íbamos al gimnasio, corríamos y hacíamos deporte estando en ayunas», dice a sus 29 años este melillense.
Wassim Hadj es más joven (22) y de origen argelino. Pasó su adolescencia en este país del norte de África con sus abuelos y ahora estudia el último curso de Ingeniería Civil en la Escuela Politécnica de la Universidad de Extremadura. «Este es un mes sagrado para nosotros», cuenta mientras Khaled Hidar, de Yemen, asiente con la cabeza.
Es médico, se graduó en Rusia y antes de llegar a España en 2006 vivió varios años en el norte de Europa. «Por motivos de trabajo acabé en Almendralejo en una clínica. Ahora estoy empleado en un centro de reconocimiento en Cáceres. Nunca planeé venir a Extremadura, pero la casualidad me trajo a esta región y me gusta mucho», explica mientras come tajine, un plato tradicional de la cocina árabe con carne, especias y vegetales que se sirve en un recipiente de cerámica similar a una olla de barro.
Llevaba 13 horas sin probar un alimento. El ayuno empieza a las 6.15 y se rompe al atardecer. En este tiempo no pueden comer, beber, mantener relaciones sexuales ni fumar. Lo empiezan a hacer en torno a los 16 años y embarazadas, mujeres en periodo de lactancia, enfermos o mayores están exentos si el ayuno puede ser un riesgo para su salud.
«Cada día, la ruptura se celebra un minuto más tarde. De lunes a viernes nos solemos juntar unos 15 y los domingos somos más. Hemos llegado a ser 140. Se nos está quedando chica la mezquita», explica Said Aboufaris, presidente de la comunidad islámica en Cáceres, que llegó a Extremadura hace más de tres décadas y cuenta con un comercio.
«Cada uno trae una cosa y a la gente que está sola le viene bien para que sientan que están en grupo», apunta Said, que detalla que la comunidad musulmana en Cáceres y sus alrededores ronda las 1.300 personas.
En España son más de 2,5 millones y, de ellos, 22.676 residen en Extremadura (15.452 en la provincia de Cáceres y 7.224 en la de Badajoz), según el Observatorio Andalusí. Existen 30 comunidades y centros de cultos en el territorio extremeño inscritos en el registro de entidades religiosas del Ministerio de Justicia. Badajoz y Talayuela fueron las primeras comunidades, constituidas en los años ochenta.
Precisamente, a Talayuela llegó en 1996 Mohamed Beidi, que vive en Cáceres desde 2022 y también es uno de los habituales de su mezquita. «Trabajo en la hostelería, pero antes fui temporero», dice mientras muestra el Corán. «Es un libro que pocas personas se lo saben de memoria. Son 640 páginas», cuenta.
Uno de ellos es el imán El Azifi, que guía en los rezos a la comunidad musulmana de Cáceres. Procede de Kenitra, un municipio a 50 kilómetros de Rabat, y llegó a España en 2008. Para ello la asociación islámica cumplió con todos los cauces legales para evitar cualquier sombra sobre él teniendo en cuenta la imagen de algunos imanes y hechos que han sucedido en varios puntos del país.
El proceso para legalizar su contratación, con todas las garantías del Ministerio de Justicia y del de Interior, duró un año. «Las cosas hay que hacerlas bien. Es de los imanes más preparados en España, con título. No todos lo tienen. Además, da clases de Árabe y de Corán a los niños durante los fines de semana», dice Said, que traduce la conversación a El Azifi mientras comen los últimos dátiles y dulces.
Apenas quedan unos minutos para que comience el último rezo del día. Es el quinto y suena de nuevo la llamada a la oración.
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