El tercer día del viaje de Alfonso XIII por Las Hurdes fue especial. Porque el rey visitó lo que la crónica del ABC de hace un siglo llamó «las alquerías trágicas». El trayecto discurre por Las Hurdes altas, la zona que entonces concentraba más pobreza. El monarca inició esta tercera etapa en Nuñomoral, donde había pasado la noche anterior, en el campamento habilitado a las afueras de la localidad. De ahí se dirigió a la alquería de Cerezal, y más tarde paró en las de Martilandrán y Fragosa.
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Estas dos últimas eran las que «humanamente ofrecen mayor interés», según el ABC del 24 de junio de 1922, que justo después añadía que «los caseríos» de estas dos poblaciones eran «acaso los más inhabitables e insalubres de la comarca». Las crónicas cuentan también que a la salida de una vivienda, el ilustre visitante dijo: «Es horrible. No puedo ver más».
La comitiva tuvo que cubrir algunos tramos de esta tercera etapa a pie, sujetando a sus monturas por las riendas, porque los animales resbalaban continuamente con las planchas de pizarra que poblaban los senderos. La etapa termina en Casares de Las Hurdes, donde el rey, antes de retirarse a su tienda de campaña, descansó en la casa rectoral y dedicó unos minutos a orar en la iglesia local. Al día siguiente le espera la cuarta y última jornada de su aventura extremeña, que constituyó la primera visita de un rey a Las Hurdes.
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