Borrar

Centinelas de la Inquisición

APENAS TINTA ·

Martes, 29 de septiembre 2020, 08:29

Ha habido a quienes no les ha gustado que los periódicos informen de que Eugenio D., el presunto responsable de la muerte de Manuela Chavero, ha tenido problemas en su vida porque se crio en un ambiente difícil, que siempre tuvo dificultades para relacionarse con las mujeres y que le gustan los caballos. Ha habido a quienes no les ha gustado que se publiquen estas cosas porque, dicen, 'humanizan al asesino'. Uno se pregunta qué otra cosa es un asesino, sino un ser humano, pero parece que los descontentos con que se trate a los asesinos como seres humanos no quieren saber que existen los asesinos que, sin dejar por ello de serlo, tienen aficiones, talentos, comportamientos... que pueden coincidir con los de los seres angelicales. Así es la vida, compleja, en ocasiones difícil de entender por contradictoria, pero ya se sabe que hay gente que no le gusta la complejidad de la vida. No son partidarios. Su ideal de ciudadano debe ser el que grita ¡asesino! y aporrea el furgón policial que conduce a un detenido.

Con todo, el problema no es que no les guste que los medios de información publiquen cualquiera de las infinitas versiones posibles del ángel fieramente humano que somos, porque con no leerla punto en paz. El problema es que no quieren que los demás la leamos. Y es que tampoco son partidarios, como no lo son de la complejidad de la vida, de que se publiquen cosas que no les gustan. Se sienten horrorizados de que haya noticias desagradables para su paladar, reportajes incómodos para su idea del mundo o que se publiquen entrevistas con personas que no piensan como ellos. No les gusta que todo eso esté por ahí, suelto, en la red, en las ondas, en los periódicos, al alcance de cualquiera. Les pone de los nervios. No pueden vivir con la duda de no saber qué conclusión sacamos de todo lo que se publica personas tan poco formadas como somos las que no pensamos como ellos.

A mí me parece un asunto serio que haya gente que no quiera que los demás sepamos, por ejemplo, que al acusado de homicidio en el caso de Manuela Chavero le gustan los caballos o ha tenido una infancia difícil. No porque humanice o deje de humanizar a Eugenio D., como si eso hiciera menos víctima a Manuela Chavero, sino porque es la prueba de que la Inquisición no ha muerto, de que Torquemada se reencarna, y de que ellos son sus modernos centinelas. Y porque, además, están envalentonados, han encontrado en las redes sociales –tal para cual– el canal que mejor se aviene a su eterna condición de justicieros y de ofendidos («sentirse ofendido es hoy una forma de integración social», decía Reverte el domingo) y no se conforman con mostrar su descontento con que se publiquen cosas que no son de su gusto, sino que además insultan a quien lo hace y van dando lecciones sobre lo que debe ser digno o lo que nos debe parecer repugnante y, por supuesto, sobre lo que debe ser el periodismo. Entendámonos, el fetén, el verdadero periodismo, que es exclusivamente aquel que publica lo que a mí me gusta y, ojo, con las palabras que a mí me gustan, en la Neolengua de la Inquisición.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy Centinelas de la Inquisición