Un rincón con encanto

La Chorrera

Un charco pequeño e íntimo en La Vera

Sí, sí es. Es aquí. Lo que sucede es que el charco es pequeño y no hay ni una señal que lleve hasta él. Es la Chorrera, en Valverde de La Vera, el pueblo de los 'empalaos', ese impresionante rito de Semana Santa en el que vecinos crucificados recorren la localidad de madrugada al sonido de las vilortas que cuelgan de sus brazos.

Este charco sin pretensiones existe gracias a la garganta Naval, una de las que ayudan a que aquí no haya un pueblo sin su garganta, poza, charco, cascada o piscina natural. A la Chorrera se llega como a casi todos los sitios en La Vera: a partir de la EX-203, la carretera autonómica que atraviesa la comarca de punta a punta (desde Plasencia hasta el límite con la provincia de Ávila). Según el día y la hora y la suerte, conducir por esta vía puede resultar una pesadez de curvas y camiones y furgonetas y tractores y tramos donde o no se puede adelantar o es difícil hacerlo sin riesgo.

El caso es que esta carretera estratégica queda a dos pasos de esta poza. Para el que viene desde Plasencia, hay que atravesar Losar, y estar muy atento una vez que aparezca el desvío a Talaveruela. Justo después está el puente sobre la garganta Naval, que a los dos lados permite acceder a la carretera antigua, que hace un semicírculo uniendo uno y otro punto.

Se tome uno u otro desvío, el de antes o el de después del puente, no tarda en aparecer la zona de merendero. Hay dos mesas de madera con bancos, para sentarse a tomar algo si no pega el sol, que a estas alturas del año, por la tarde es fácil que castigue. Hay también un panel informativo con un mapa de la zona y debajo, un código QR del Ayuntamiento que proporciona información sobre la ruta senderista del Calorzo.

Justo frente a ese cartel, sale un sendero que se abre paso entre la vegetación. Es estrecho y en pendiente descendente, pero corto. Un par de minutos, quizás. Se ve que hace un rato que no pasa nadie por aquí, porque cada paso asusta a una lagartija. Se baja en sombra, con las ramas rozando las piernas, y mejor hacerlo mirando hacia el suelo. No es un descenso loco, pero sí conviene recorrerlo con precaución, porque un tropezón ahí sería de los que la familia recuerda en la cena de Nochevieja. Son dos minutos de aventura y surge el charco.

Es curioso el lugar. Es pequeño, sin más opción para sentarse y dejar la toalla y la mochila o el bolso que alguna de las rocas que rodean la poza, de agua fresca y a la que caen dos chorros. Al menos caen este año 2024, que ha llovido con alegría. Todo es verde alrededor. Y está en sombra. La que proporcionan la vegetación y dos pasos más allá, el puente de la carretera. El lugar tiene el encanto de lo minoritario y desconocido. De lo recogido e íntimo. Es la Chorrera de Valverde un charco para dos.