Charlamos con José Manuel Blanco Díaz (Badajoz, 1974) en su peluquería, rodeados de fotos de su bisabuelo, su abuelo y su padre, todos ellos peluqueros. ... Su tatarabuelo inició la saga más antigua de peluqueros de Badajoz en 1870 con una barbería en el Casco Antiguo. El bisabuelo se trasladó a la avenida Carolina Coronado, frente a la estación de tren, en 1905. Allí, además de la peluquería, vivió la familia: 11 hijos y sin agua corriente. Su abuelo se fue a la guerra y su hermana Marina ejerció de peluquera de hombres, algo revolucionario en aquel tiempo.
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–¿Lo de nacer en Bilbao?
–Mi padre, José Blanco, era policía armada y trabajó en Bilbao en los años del plomo. Allí compaginaba la policía con el trabajo en una peluquería. El día antes de volvernos a Badajoz, mi madre vio delante de casa a dos individuos enredando con una pistola. A la mañana siguiente, mi padre salió muy temprano hacia el tren y nosotros más tarde. No he vuelto a Bilbao, pero tengo buenos recuerdos de los vecinos.
–¿Volver a Badajoz?
–Regresamos en 1978 y a mi abuelo le dio un ictus. Mi padre se hizo cargo de la peluquería compaginándola con su trabajo como policía de fronteras hasta 2013, que lo dejó. Yo me había graduado en Magisterio, pero coincidió que cerró en Extremadura la empresa de formación que dirigía, así que cogí la peluquería. Luego me trasladé a este local de Juan González Rodríguez, 5, sin salir del barrio de la estación, donde he intentado mantener la esencia del antiguo local, con fotos y máquinas de pelar clásicas.
–Esencia y modernidad.
–Enseguida tuve mucho movimiento en las redes sociales. En las elecciones de 2015, organizamos unas entrevistas en el sillón de la peluquería. Vinieron todos los candidatos al Ayuntamiento de Badajoz y a la Junta, solo faltó Monago. También hicimos una campaña de concienciación sobre la enfermedad ELA pintando el pelo de color verde y lanzando calendarios.
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–Atiende con cita.
–Así me organizo el trabajo y gestiono mi tiempo. Me gusta leer novela histórica y temas financieros. Si viene un cliente y no tengo citado a nadie, lo atiendo, pero la riqueza no es el dinero, sino poder gestionar el tiempo. Me gusta ir a recoger a mi hijo pequeño. Eso es lo que te vas a llevar: la familia.
–¿Cómo le corto el pelo, caballero?
–Los mayores quieren el pelo corto. Ya no se lleva el corte Anasagasti, aquel mechón largo que cubría la calva. Gusta más la máquina que la tijera o la navaja, es por la prisa. A los jóvenes, el degradado: poco por abajo y más por arriba. Otros se hacen un pico atrás… Es por el grupo, los amigos… A mi hijo le he dicho que ya no le hago más ese pico.
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–¿De moda?
–Los peinados estrambóticos de los futbolistas. Cuando Ronaldo se hizo un triángulo en la cabeza con el pico en la frente, tuve que hacer muchos de esos hasta que la FIFA le dijo que se lo quitara. Ahora se ha puesto de moda el estilo militar romano, muy pelado por atrás y cayendo el flequillo por delante, como lo lleva Antonio Banderas. Lo más raro que he hecho ha sido una estrella. Me hice un molde.
–¿Más raro más caro?
–No, cobro lo mismo. En 14 años he subido tres euros el corte. Rezo para que no me pidan excentricidades y ya no me piden muchas, gracias a Dios. La barba hípster se lleva menos. Los jóvenes están cambiando, no tanta modernez.
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–¿Los herederos?
–El mayor estudia Ingeniería. Los otros dos, Bachillerato y ESO. No es que no quieran ser peluqueros, es que no quiero yo que lo sean. Que sean lo que quieran. Cuando me jubile, cierro y se vende. Los negocios familiares no pueden cortar las alas a los descendientes.
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