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«Hubo un consenso tremendo con que Mérida debía ser la capital»
Especial Día de Extremadura

«Hubo un consenso tremendo con que Mérida debía ser la capital»

Como miembro de la Junta Preautonómica y como primer edil, el exalcalde Antonio Vélez Sánchez tuvo un doble protagonismo en el inicio de la autonomía

Jueves, 7 de septiembre 2023

Caminar con Antonio Vélez por Mérida puede convertir un pequeño paseo en una larga caminata. Entre anécdotas y recuerdos históricos, cada dos por tres se detiene a saludar a algún vecino o personaje ilustre. Una prueba de que, casi treinta años después de dejar de ser alcalde, sigue siendo un político muy querido en la ciudad.

Antonio Vélez (Mérida, 1944) jugó un papel determinante en los primeros años de la historia de la democracia de la región. Funcionario del Ministerio de Trabajo con plaza en Málaga, dejó Nerja para regresar a su ciudad, donde fue elegido en 1979 concejal por el PSOE, al que estaba ligado por su familia paterna. Después fue designado representante de los municipios de 25.000 a 50.000 habitantes de la provincia (Mérida y Don Benito) en la Junta Preautonómica y en 1981 fue nombrado alcalde por la dimisión de Martín López Heras. Desde la institución que precedió a la Junta de Extremadura trabajó en el Estatuto de Autonomía y como alcalde dio los primeros pasos para dotar de medios a la nueva institución.

–¿Cuándo se empezó a trabajar en el Estatuto de Autonomía?

–Luis Ramallo era el presidente de la Junta Preautonómica cuando se amplió en 1979, ya que hasta entonces sólo estaba formada por los diputados y senadores extremeños. Estuvo hasta diciembre de 1980, cuando entró Manuel Bermejo, que dimitió en diciembre de 1982. En 1981 se empieza a preparar el anteproyecto de ley del Estatuto de Autonomía.

–En ese texto había que configurar por un lado el reparto de competencias con el Estado y por otro la organización interna de la comunidad.

–Exacto. Y es curioso, porque la figura histórica de Mérida, aparte de las tensiones que había entre las dos capitales de provincia, se dispara. Eso no lo discutió nadie. Mérida figura como un elemento de recuerdo histórico poderosísimo.

–¿En los primeros pasos del Estatuto de Autonomía ya se daba por hecho que sería la capital de la comunidad?

–Claro. Y ahí hay un valor que quiero señalar siempre, que fue Rodríguez Ibarra como defensor a ultranza. En aquel momento la Junta Preautonómica tenía sedes en Badajoz, Cáceres, Plasencia… Los plenos se celebraban alternativamente cada mes en las capitales de provincia. Pero sobre todo había una tremenda concordia, un sentido de ir hacia un lugar nuevo. En aquel momento hay un hambre tremenda de buscar un nuevo horizonte, desde el punto de vista organizativo del Estado. Es mentira que viniera a remolque de Cataluña. La gente no quería el viejo modelo provincial de Javier de Burgos de 1833. Y aquí hubo un juego compartido en la derecha y en la izquierda. Por eso en los planteamientos globales íbamos todos como una piña. Ibarra fue el gran defensor de la capitalidad en Mérida, pero todo el mundo entra en ese juego porque Mérida es magnificada. Todo el mundo sabía que en el año 298 había sido la capital de la Diócesis Hispaniarum, cuando Diocleciano salva el imperio.

«La compra de la casa del presidente de la Junta fue un regalo de Fernández López a Mérida»

–Cuando se trabajaba en el Estatuto de Autonomía, ¿se buscaba crear una identidad extremeña, y por eso remontarse a esos orígenes históricos?

–Así es. Y nadie está en contra de ese tema. Los cuatro grandes alcaldes en aquel momento en Badajoz, Cáceres, Mérida y Plasencia tenían claro que Mérida fue la primera capital de España durante más de cien años, hasta la llegada de los visigodos. Y entienden que debe tener la capitalidad.

–¿Se planteó también como un contrapeso al poder de las dos capitales de provincia?

–Yo creo que no. Ese es un tema del que se ha hablado mucho, pero afirmo desde lo que yo vi en primera línea que eso no fue nunca un factor. La población sí determina en su momento la universidad, que se asienta en los dos polos más poderosos. Pero en el caso de la capitalidad no. Hay un tremendo apoyo a Mérida por una razón histórica y por entender que se sitúa con una perspectiva peninsular mucho más importante que lo que podrían haber aportado Badajoz o Cáceres.

–Tras la aprobación del Estatuto de Autonomía, ¿cuál fue la reacción en la ciudad?

–Cuando se aprobó el anteproyecto de ley el 12 de diciembre de 1981 en el salón de actos de la casa de la cultura de la calle Moreno de Vargas, inmediatamente las campanas de Mérida empezaron a sonar. Hay una alegría compartida. A partir de ahí se empieza a organizar el respaldo en los ayuntamientos. Fue a plebiscito municipal, en lugar de un referéndum. Y en todos se aprueba. Supuestamente, hubo un conato en contra en Badajoz. Pero se rechazó y se aceptó que Mérida era la ciudad. Había un juego de consenso tremendo. Después, en diciembre de 1982 Rodríguez Ibarra fue elegido presidente de la Junta Preautonómica. Y en febrero de 1983 se aprueba la ley orgánica del Estatuto de Autonomía.

Primeros pasos de la capital

–¿Cuáles fueron los primeros pasos para dotar de sedes a la nueva Junta de Extremadura?

–Las consejerías estaban repartidas por toda Extremadura. Hubo quien planteó hacer una ciudad administrativa en Mérida, pero eso suponía perder tiempo. Primero nos trajimos la Consejería de Turismo, que estaba en Plasencia, para lo que buscamos una oficina en los altos del bar Benito, en la calle SantaEulalia. Y al mismo tiempo se empezó a gestionar la compra de la casa del empresario José Fernández López, hoy sede de la vivienda oficial del presidente de la Junta.

–Esa casa costó 30 o 40 millones de pesetas en aquel momento, pero su valor entonces era muy superior. ¿Qué le pareció cuando, en 2014, José Antonio Monago planteó su venta?

–Yo estuve a la contra. Realmente, fue un regalo de Fernández López a Mérida. Había una relación muy buena con él. La casa la había hecho Díaz Sarasola, que había sido Premio de Arquitectura en 1933, un exiliado represaliado que se lo trajo Fernández López. El empresario siempre estuvo dispuesto a servir, y se puso un precio que era la mitad de lo que valía.

–Esa fue la primera sede de la Junta de Extremadura.

–Así es. Fernández López dejó muchos cuadros y obras de arte, porque era un gran coleccionista. La Junta de Extremadura no tenía todavía capacidad de contratar, y la reforma la hizo el Ayuntamiento de Mérida, que se la adjudicó a El Corte Inglés.

–¿Por qué se escogió esa casa?

–Hubo algunos que empezamos a verlo como muy interesante, porque Fernández López ya no estaba aquí, habíamos hecho el rescate de las piezas de Sos Baynat (hoy Museo de Geología de Mérida)… Era una casa singular, importante, con patios… Lo conseguimos a un buen precio. En la primera reforma ya se planteó que ahí pudiera vivir el presidente, lo que creo que fue un buen acierto.

–¿Cómo surgió la cesión del viejo hospital San Juan de Dios para sede de la Asamblea?

–Eso surgió con la misma idea. Un par de años antes se había cerrado como hospital y empezamos a darle vueltas a la historia. Es un edificio que construye el Ayuntamiento en el siglo XVII-XVIII, es municipal y por eso no se desamortizó, y cedió la gestión hospitalaria a la Orden de San Juan de Dios. También el edificio que había al lado, el centro comarcal de higiene, donde ahora están los grupos parlamentarios. Tenía colaboradores cercanos como Dionisio Hernández Gil, Javier Feduchi, Carlos Baztán, Rafael Moneo… Que se involucran en aquello. Tuve muchas opiniones en contra, que decían que era un edificio tremendo para un centro cultural. Pero yo ya tenía pactado con el Ministerio de Cultura la cesión del conventual santiaguista, aunque luego no ocurrió porque Rodríguez Ibarra se enamoró de eso y yo di marcha atrás, lógicamente.

–¿Hubo en aquel momento generosidad por todas las partes: el Ayuntamiento, el Gobierno, Fernández López…?

–Claro. La Asamblea fue un edificio cedido por el Ayuntamiento de Mérida, igual que, en una segunda tacada, el viejo corral del concejo, el viejo matadero municipal. En la calle Morerías, junto al puente Lusitania. Allí había 6.000 metros cuadrados de propiedad municipal. En la manzana estaba la compañía Sevillana y veinte casas de particulares, que es lo que expropia la Junta. Y allí se hicieron las consejerías.

«Con la capitalidad, Mérida recupera un papel histórico»

¿Qué ha supuesto para Mérida ser capital autonómica?

–Desde mi punto de vista, recuperar un papel histórico. Mérida es historia, no puede simplificarse en un juego de guerras aldeano. Recuerdo cuando conseguimos, por una cuestión emblemática, la recuperación del Arzobispado de Mérida-Badajoz. El primado de la Santa Sede, Antonio Innocenti, me decía que si supiera lo que es Mérida en los archivos del Vaticano… Al menos hasta el siglo XIII, no hay otra ciudad en España, y de las pocas de Europa. Así que recuperamos un papel histórico excepcional. En el año 298 es la capital de la Diócesis Hispaniarum: toda la Península Ibérica, el norte de África y las Baleares. De doce diócesis que crea Diocleciano para salvar el Imperio Romano, Mérida es la capital durante un siglo y pico.

–¿Qué opina de que haya gente que piense que la capitalidad ha perjudicado a la ciudad, por ejemplo en la pérdida del tejido industrial?

–Eso no tiene que ver nada, también se fue de Sagunto la siderurgia. Mérida tiene un valor, que es cruce de caminos. Por eso, lo que habían sido caminos de comercio cuando viene el Islam se convierten en caminos de guerra, y ahí se fue la gente. Cuando Larra viene en 1834 o 1835, va hacia Londres por Lisboa y publica en El Sol los artículos sobre las antigüedades de Mérida, dice que es un niño dormido en los brazos de un gigante, una osamenta pétrea, un villorrio… Mérida había perdido la Historia. Pero había sido un enclave excepcional, posiblemente la más potente de las capitales de la primera división de Augusto junto con Córdoba. Y es mentira que haya perjudicado la capitalidad, todo lo contrario. En 1983 Mérida tenía 41.000 habitantes, y hoy tiene 60.000. Ha subido un 50%. Faltan cuestiones, como la universidad. Pero ser capital autonómica le ha dado un papel de servicio que es el que tuvo siempre.

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