De la crianza del siglo XX a la maternidad millenial

«Fui madre por primera vez con 25 años, he tenido cuatro hijos entre 1965 y 1977. Era peluquera, pero lo dejé cuando me casé, empecé a tener los hijos uno detrás de otro y no pude trabajar fuera, tenía bastante tarea en casa», rememora Valentina echando la mirada a esos años 60 y 70 en los que su familia creció exponencialmente y ella no paró. «Yo no traía dinero a casa pero hacía de todo, era un momento de ilusiones y no dejaba parar a la máquina de coser», ilustra sonriendo. Eran tiempos donde las guarderías aún no se estilaban y los padres tenían un papel secundario dentro del hogar. «Él ayudaba algo cuando podía, pero yo era la que estaba en casa, tuve dos niños muy seguidos, se llevaban 14 meses, uno no andaba cuando ya llegó la otra, he sido feliz porque se han criado sanos y no han sido malos, pero estaba agobiada porque uno no dormía, a otro le estaban saliendo los dientes, había que ir al médico, bueno, lo normal». La casa de Valentina era de gran trasiego. «Había veces que hacía comida para 10, tenía a mi suegra por temporadas, se vino mi sobrino, mi hermano, ahora me sorprendo de haber podido llevar esa carga».

Valentina contempla la forma de criar que está practicando su nieta Belén (crianza con apego, colecho, lactancia a demanda) con cierto escepticismo. «Se ha puesto de moda lo antiguo», dice socarronamente. Ella no pudo dar el pecho al mayor de sus hijos por una depresión post-parto. Empezaba a despuntar la leche maternizada y la usó, y también lavó centenares de pañales a mano. ¿Envidia la forma en la que han sido madres sus hijas o nietas? Dice que no, que ve que tienen mucho jaleo con los trabajos fuera de casa, pero admira cómo los nuevos padres se incorporan a las tareas domésticas con todas las de la ley. «En eso no soy antigua, me parece muy bien».

«Tuve a mi primera hija a los 22 años, no lo había planificado, todavía estaba estudiando, pero no quise renunciar, lo tenía clarísimo, después tuve otros dos hijos más mientras estudiaba la oposición, no quise retrasarlo», explica Mar Díaz, profesora de Secundaria en Arroyo de la Luz, madre de tres hijos, abuela de Silvestre y concejala no adscrita en el Ayuntamiento de Cáceres. «Cuando tuve a Belén (su hija mayor) se la llevaba a mi madre sin preguntarle, contaba con ella al 100%, mi padre echaba una mano y también mis suegros. Hice la oposición con tres niños pequeños, primero fui interina, estuve en Azuaga como profesora y en ese momento, que ya eran más mayores, me quedaba allí entre semana, tenía que contar con mi suegra y mi madre, todo el mundo me ayudaba, por eso he podido seguir con mi carrera«, relata esta mujer, que fue madre por primera vez en 1989. »Ha sido sacrificado porque eran tres, pero yo me lancé, no lo pensé mucho, no quería aplazarlo por los planes laborales«. Su actitud en cierta forma aventurera no era la más habitual cuando fue madre ni lo es ahora. »No se quiere arriesgar, hay mujeres que dejan de tener hijos por hacer otras cosas, aunque hay que reconocer que a veces es complicado tenerlos«. Sobre la implicación de los hombres en el cuidado, ella asegura que en su generación, al menos en su caso, »se han ocupado cuando nosotras no hemos estado y ha hecho falta, en cambio en la generación de mis hijos ambos se ocupan por igual en cualquier circunstancia, lo tienen muy interiorizado«, señala.

Belén, la millenial del grupo, tuvo a su hija en 2019, con 30 años, más mayor que su madre y abuela pero por debajo de la media actual. «He sido la primera de mis amigas en ser madre», explica mientras cuenta que forma parte en un grupo de lactancia para compartir vivencias con mujeres en su misma situación. Una forma de hacer «tribu», dice, que no existía cuando Valentina o Mar tuvieron a sus hijos. «¿Con quién te desahogabas, abuela?», pregunta Belén. Valentina ríe, y da a entender que demasiado jaleo tenía ella como para buscar confidentes.

Belén, licenciada en Derecho y trabajadora interina en el Ayuntamiento de Cáceres reconoce que, entre sus prioridades estaba la de ser madre, aunque el trabajo no fuera del todo estable. «Tomamos la decisión con un poco de miedo porque mi pareja es autónomo y es veterinario. En el momento en el que decidimos tener hijos éramos los dos autónomos, ahora yo soy interina en el Ayuntamiento, pero nos lanzamos«. La generación de Belén está acostumbrada a lidiar con la inestabilidad y la incertidumbre. «Hemos vivido crisis económicas fuertes, ya no somos como otras generaciones, que terminaban la carrera y tenían trabajo». ¿Comparte las vivencias como primeriza con su madre y abuela? Parece haber un abismo entre la crianza del siglo pasado y la de esta joven, y hay discrepancias. Más allá de brechas generacionales, hacen piña y están unidas. «Yo me voy quedando con todo lo que me cuentan». Este día de la madre lo pasarán juntas, como hacen en cuanto pueden. ¿Día de reivindicación o de celebración? «Se puede reivindicar, pero me parece un día bonito y emotivo para celebrar que somos madres».