Cronica Negra en Extremadura
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Cronica Negra en Extremadura
Asesinada por dejar a su marido para irse con su hermanastroRecibió 18 puñaladas para «salvar su honra y la de sus hijos». Fue la explicación de un crimen que conmocionó a Badajoz en 1921 y que tenía un móvil detrás poco habitual. La asesinaron por dejar a su marido para irse con su hermanastro.
El drama comenzó en Zahínos. Allí vivía un matrimonio con dos hijos. Juan José B, alias Ulpiano, y Ramona T. R. Él trabajaba en el campo y vivía con pocos recursos. Cada vez que les visitaba, la madre de ella les insistía en mudarse a Badajoz, donde ella tenía casa en el barrio de San Roque. Vivía en la capital pacense con su segundo marido, ya que enviudó, y con el hijo de este, Antonio.
Ulpiano prefería seguir viviendo en el pueblo, pero en marzo de 1921 cedió a la oferta de su suegra porque ella le ofreció cederles una cabras al llegar a Badajoz y así empezar con algunos fondos. Finalmente vendieron sus posesiones en Zahínos y se mudaron.
Al llegar a Badajoz no había cabras y tuvieron que instalarse a vivir en la casa de la suegra en el barrio de San Roque. La convivencia solo duró unas semanas, pero fue muy complicada. Ulpiano no trabajaba, por lo que decidió marcharse al campo a hacer pequeñas labores y conseguir dinero. Al volver hubo un enfrentamiento familiar y este vecino decidió volverse a Zahinos y se llevó a los dos hijos de la pareja.
De vuelta en el pueblo, y a través de unos familiares, supo que su mujer ya no vivía en San Roque, sino en la calle Martín Cansado del centro de Badajoz. Residía junto a un tío suyo en una casa, según le indicaron, donde podía ver a su nuevo amante, un joven. Lo más sorprendente, sin embargo, fue enterarse de la identidad de su rival, era el hermanastro de Ramona.
Una tía de su mujer le contó a Ulpiano cómo había ocurrido. Le dijo que la intención de su suegra siempre había sido que Ramona se mudase a Badajoz para amancebarla con Francisco, el hijo de su segundo marido, al que consideraba mucho mejor partido.
Tras la noticia este labrador decidió ir en busca de su mujer «para evitar que siguieran aquellos deseos que tan mal pasada dejaban su honra».
Juan José 'Ulpiano' viajó a Badajoz el 14 de julio de 1921 y se dirigió a la casa de su suegra, pero allí no encontró a su mujer. Ramona tampoco estaba en la casa de su tía en la calle Martín Cansado, por lo que pasó la noche al raso y volvió al día siguiente. Cuando, por la mañana, el tío de su esposa le dijo que ella no había ido a dormir esa noche, perdió la paciencia.
Acudió al Gobierno Civil con la intención de denunciar a su mujer. En esta institución lo mandaron a los juzgados, pero allí lo remitieron de nuevo al Gobierno Civil. En este punto decidió buscarse un abogado y encontró en su casa a uno que conocía por el nombre. El letrado le indicó que lo primero que tenía que hacer era localizar a su mujer para luego proceder legalmente.
Tras varias horas de idas y venidas encontró a un vecino, que le contó que Ramona había entrado a trabajar en la casa de una viuda que vivía en un caserón de la calle Benegas. Allí se dirigió y, tras decir que era el marido de esta empleada, lo dejaron entrar. Encontró a su mujer en un pasillo con una niña en brazos, una menor de la familia para la que trabajaba.
Ulpiano le dijo que la perdonaba, que volviese a Zahínos a cuidar de sus hijos y restaurar su honra. Ella respondió que no y que quería vivir con Antonio, su hermanastro.
La siguiente escena la contó con una buena dosis de fantasía el abogado defensor de Ulpiano tras el crimen. «A pesar de negarse ella en tonos violento (a volver a Zahínos), insiste nuevamente y ella termina por decirle que piensa vivir con aquel que él hacía eco de sus celos, y entonces, arrebatado y obcecado, en defensa de su honra y la de sus hijos, ultrajada por la madre y violentado por una fuerza irresistible que le impelía no consentir el ultraje, dio varios golpes de navaja a su mujer que le produjeron la muerte».
Los golpes no fueron varios, como disimuló el abogado defensor, sino 18 puñaladas, la mayoría en el vientre.
A continuación el marido saltó a un patio de la casa y huyó por la puerta. Hubo dos testigos que presenciaron parte del crimen y comenzaron a gritar. Cuando Ulpiano corría por la calle lo vio un alguacil, le quitó la navaja, lo detuvo y se lo llevó directamente a los juzgados.
El crimen fue juzgado casi un año después de los hechos y en él mismo hubo dos versiones de lo que había pasado. El asesino mantuvo que mató a su mujer en un arrebato al confirmarle ella que tenía relaciones con su hermanastro. Su defensor pidió la absolución, pero el Fiscal exigió la pena de muerte. Para el Ministerio Público los celos de Ulpiano eran infundados y mató a su mujer porque ella no quería darle más dinero.
En defensa del procesado testificaron dos tías de Ramona, que aseguraron que sí tenía relaciones con su hermanastro y que el romance había empezado por la intermediación de su madre.
Por contra tanto esta mujer como el supuesto amante, Antonio, lo negaron. El hermanastro testificó que «nunca tuvo bromas de ninguna clase con Ramona ni la requirió de amor».
La suegra señalada como alcahueta, por su parte, dibujó una imagen muy distinta de Ulpiano. Aseguró que no trataba bien a su hija en Zahínos y que se habían mudado a Badajoz para progresar, pero que él quería vivir sin trabajar, por lo que fue «su Ramona» la que se tuvo que buscar un empleo.
En un momento emotivo del proceso, la suegra señaló a su yerno y le dijo: «Hasta los calzones que tiene puestos el criminal se los compré yo».
Los argumentos en defensa de la honra y la protección de sus hijos no convencieron al tribunal. Una muchedumbre que rodeaba los juzgados, atraídos por esta curiosa historia, escuchó el 23 de julio de 1922 cómo Ulpiano fue condenado a cadena perpetua por el asesinato de su mujer.
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