El asesinato que cerró los bares de Badajoz
CRÓNICA NEGRA ·
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CRÓNICA NEGRA ·
1985. El dueño de un local de ocio apareció estrangulado con un cinturón y sus compañeros pararon su actividad para protestar por la inseguridadUn día sin desayunos en Badajoz y sin una cerveza al terminar la jornada. El 10 de octubre de 1985 la inmensa mayoría de los ... bares, las cafeterías y los restaurantes de la capital pacense cerraron. Fue una protesta porque unos días antes el propietario de un local de ocio había sido estrangulado en el interior del mismo.
El asesinato que cerró los bares de Badajoz fue apodado 'el crimen del cinturón' porque la víctima apareció una mañana de viernes asfixiada con esta prenda. En esa época ya había inquietud entre los dueños de locales de ocio porque varios habían sufrido agresiones graves y robos. Con la muerte de su compañero, los hosteleros estallaron porque el local permaneció con la puerta abierta y las luces encendidas toda la noche, pero nadie se percató. Denunciaron que era la prueba de que ninguna patrulla de la Policía estaba controlando la zona. Fue en el Casco Antiguo.
Fue ya a las siete de la mañana cuando un vecino, extrañado al ver el local abierto, avisó a la familia del propietario, que lo encontró asesinado en el interior. «Lo que nos parece intolerable es que desde las once de la noche hasta las siete de la mañana permaneciese tirado en el bar, que estaba abierto, con la televisión puesta y en una zona tan conflictiva como la de su ubicación y por cuya puerta tenía que haber pasado seis o siete veces la Policía aquella noche. No pasó, lo que no puede aceptarse. O sí pasaron y no se dieron cuenta de lo que ocurría, lo cual resulta inconcebible», dijo uno de los hosteleros que participó en la protesta.
Poco después del crimen se llevaron a cabo tres detenciones, pero después de 72 horas todos fueron puestos en libertad, lo que tampoco calmó los ánimos.
El día de la protesta cerraron el 98% de los locales de ocio de la ciudad, incluidas tabernas, cafeterías y restaurantes. Los pocos que mantuvieron su actividad se llenaron de clientes, hombre de negocios, según indicaron las crónicas de la época, y fueron muy criticados por sus compañeros de profesión por mantener la actividad.
La descripción que realizó HOY del 10 de octubre de 1985 recuerda el confinamiento de hace año y medio. «Quioscos cerrados, terrazas vacías y calles con menos público de lo ordinario, debido al cierre unánime de las cafeterías y de los bares donde millares de pacenses desayunan todos los días y toman sus copas a la salida del trabajo, eran la tónica general», publicó este periódico. El paro no solo afectó al centro, sino a todos los barrios, e incluso se sumaron locales de ocio de Talavera la Real en señal de solidaridad.
La Asociación Provincial de Empresarios aseguró que el asesinato había sido la gota que colmaba la paciencia del sector. Aseguraban que cada noche debían enfrentarse a alborotadores, gamberros y delincuentes sin tener el apoyo de la Policía.
Uno de los problemas que se repetían eran las juergas de presos de permiso. Cada fin de semana, según alertaban los hosteleros, la prisión provincial autorizaba la salida de internos cuyo régimen penitenciario les permitía estar en la ciudad unas horas.
«Como ejemplo le diré que, hace poco, uno de esos presos de permiso entró con una moto en el interior de una barra americana y amenazó a los empleados diciendo que, si avisaban a la Policía, es posible que no pudiesen volver el siguiente fin de semana pero irían otros en su lugar», contó uno de los empresarios afectados a HOY. Este mismo hostelero denunció que días antes del asesinato, otro compañero había recibido una paliza en uno de los locales de la Plaza de España.
La agrupación de hosteleros pidió reunirse con el gobernador civil (ahora delegado del Gobierno) . Le pidieron más presencia policial porque no podían costear tener seguridad privada en cada local.
Un mes después, el crimen del cinturón seguía abierto y el miedo pasó de afectar a los hosteleros a extenderse por todo Badajoz porque se produjo un nuevo asesinato. Un joven estudiante de Medicina, que era tuno, apareció apuñalado múltiples veces en el Parque Infantil, cerca del auditorio Ricardo Carapeto. La guitarra y la cartera del joven fueron lanzadas al estanque de Castelar.
La alarma saltó en Badajoz, donde los vecinos creyeron que ambos crímenes podían estar relacionados, ya que no era común tal racha de violencia. La Policía lo descartó por completo y entonces el titular de HOY fue que había dos asesinos sueltos en la ciudad. Y así siguieron, porque ambos casos quedaron sin resolución.
La policía detalló que no estaban relacionados porque el 'modus operandi' era distinto y el perfil de los asesinos también. Creían que la persona que estranguló al hostelero era un hombre «corpulento, no excesivamente joven, con escasa instrucción y posiblemente antecedentes penales». Mientras que el responsable de la muerte del estudiante «debe ser bastante joven, con instrucción posiblemente media y probablemente sin antecedentes penales».
En el caso del estudiante también hubo sospechosos, pero no se probó su responsabilidad. De hecho encontraron un pelo bajo la uña de un dedo de su mano, pero en la década de los ochenta las pruebas de ADN no era tan precisas. Se concluyó que ese resto se correspondía en un 90% con el cabello del principal sospechoso, pero el juez consideró que no era suficiente.
En cuanto al hostelero, hubo un cuarto detenido. Fue un vecino de la zona centro que señaló a uno de los primeros sospechosos. Cuando la Policía comprobó que el acusado tenía coartada, interrogó al delator. Todos quedaron en libertad condicional, pero años después seguían sin ser procesados.
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