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Unos hombres posan con sus mulas. HOY
CRÓNICA NEGRA EN EXTREMADURA

Badajoz también tuvo su juicio al estilo de O. J. Simpson

En 1908 un proceso contra cuatro hombres se convirtió en un espectáculo con pruebas forenses a una mula, confesiones espontáneas y pruebas policiales en directo

Sábado, 13 de abril 2024, 07:58

Esta semana ha muerto O. J. Simpson, el protagonista del llamado juicio del siglo. Fue retransmitido en directo y paralizó Estados Unidos. Además de implicar a un famoso, se hizo popular por el espectáculo que montaron los abogados y los fiscales, incluida la realización de pruebas en directo. Pues Badajoz también tuvo su particular juicio del siglo, aunque 90 años antes del de O. J.

El crimen ocurrió en 1905 en la Torre de Miguel Sesmero. El 27 de junio Abdón S., un agricultor, apareció muerto en sus tierras. Tenía diversos golpes y una herida de arma blanca en el costado. Se había desangrado. El juicio que se celebró tres años después causó tanto revuelo que los periodistas se quejaron de que las mujeres se colaban en la tribuna de prensa y les quitaban los sitios. Entonces no había televisión, así que la única forma de seguirlo en directo era colarse en los Juzgados de Badajoz.

El proceso se celebró en diciembre de 1908 y cada jornada estuvo repleta de sobresaltos. Por la muerte de Abdón se procesó a otros cuatro vecinos de la Torre de Miguel Sesmero: Juan N., Diego H., Hermógenes L y Manuel G.

La Fiscalía mantuvo que el 26 de junio de 1905 estos cuatro hombres fueron al campo con el propósito de robar lo que pudieran en las eras. Sin embargo, después de recorrer varias, lo descartaron porque había mucha vigilancia. Decidieron acercarse a las tierras de Abdón a probar suerte, pero este agricultor les vio y les persiguió con una escopeta y su perro. El Ministerio Fiscal mantuvo que los cuatro implicados se lanzaron sobre él. Juan lo sujetó por el cuello, Diego y Hermógenes por cada uno de sus brazos, y Manuel le atacó con una navaja. Por esos hechos el fiscal pidió cadena perpetua para los cuatro, pero la intensa argumentación de los abogados defensores cuestionó con fuerza su versión.

En el caso de O. J. Simpson la imagen que ha pasado a la historia es la del exjugador de fútbol probándose los guantes ensangrentados que se encontraron en la escena del crimen. La idea de mostrarlo en directo fue de uno de los fiscales y se considera uno de los errores judiciales más famosos de la historia. Al procesado no le quedaban bien los guantes, lo que le sirvió para quedar absuelto de un crimen que con toda probabilidad cometió.

En Badajoz en el juicio de 1908 no hubo guantes, pero sí una mula. En la cuarta sesión, cuando la Fiscalía sentía que estaba perdiendo el proceso, decidió hacer testificar a dos veterinarios. Su declaración debía demostrar que las manchas de sangre que tenía la mula de la víctima coincidían con las manchas que se encontraron en el pantalón de Manuel, uno de los procesados. De modo teatral recrearon cómo llevaría puesto el pantalón y cómo coincidirían las manchas del animal con las de la prenda. El resultado de la prueba causó risas en la sala, incluso entre los miembros del jurado.

Imagen principal - Badajoz también tuvo su juicio al estilo de O. J. Simpson
Imagen secundaria 1 - Badajoz también tuvo su juicio al estilo de O. J. Simpson
Imagen secundaria 2 - Badajoz también tuvo su juicio al estilo de O. J. Simpson

La anécdota de la mula no fue la única en un juicio que duró una semana y en el que el tribunal dio más libertad al fiscal y a los abogados de lo que era normal en un proceso de este tipo.

La primera sesión arrancó con el testimonio de los acusados. Todos negaron su implicación, de hecho mantuvieron que ni siquiera habían estado esa noche en las tierras de Abdón. El fiscal les mostró su confesión durante la investigación. Fue entonces cuando el jurado se sorprendió al escuchar que la Guardia Civil les había torturado en la cárcel de Olivenza con la colaboración del alcaide de esta prisión.

Juan N., uno de los procesados, aseguró que la cárcel era peor que la Inquisición y su testimonio fue tan convincente que el juez aceptó citar para el día siguiente al director de la penintenciaría. En esta primera sesión también se dio a conocer uno de los personajes del juicio, el abogado defensor de Manuel G. Su letrado, según destacó la prensa, era tan melodramático que no decía nunca los nombres de los acusados, los llamaba constantemente «estos padres de familia». Fue tan llamativo que desde el segundo día logró que el jurado se riese cada vez que lo repetía.

En la segunda sesión algunos presos y los guardias civiles que participaron en la investigación negaron las torturas. Sin embargo no compareció el alcaide de la cárcel, y había tanta tensión por verlo que el juez autorizó que fuese al día siguiente. El fiscal tuvo su mejor testimonio en un conocido de Juan N., uno de los procesados, que mostró una carta de este acusado en la que hablaba de los hechos. El afectado, sin embargo, se levantó y negó que fuese su letra. El juez hizo llamar a unos peritos y paró el juicio. Cuando revisaron la misiva dijeron que no podían decir si era del procesado o no.

La tercera sesión del juicio fue un gran golpe para la Fiscalía. Varios presos testificaron que habían sido testigos de una gran paliza que recibieron los acusados para confesar. Además el director de la prisión de Olivencia volvió a ausentarse, lo que desencadenó una bronca monumental. El abogado defensor que destacaba por su dramatismo amenazó con marcharse de la sala e incluso sufrió una mareo por la intensidad del enfrentamiento. Esta jornada tuvo otros momentos cómicos como la presencia de testigos que habían sido citados por error al compartir el nombre con otros del pueblo o la ausencia de dos jurados que se pusieron enfermos tras ir a comer juntos.

Todo parecía perdido para el Ministerio Público hasta la quinta sesión del juicio, cuando sin previo aviso Juan N. tomó la palabra en medio del proceso, se negó a callarse cuando se lo pidieron y confesó el asesinato de Abdón. Dijo, sin embargo, que lo había hecho solo. Su testimonio causó tal conmoción en los juzgados que la gente que escuchaba desde el pasillo se apretó contra la puerta y rompió el cristal del acceso.

El jurado popular deliberó dos días y condenó a los cuatro. El juez les impuso cadena perpetua. Durante la lectura de la pena, para rematar este teatral juicio, los tres condenados que negaban los hechos atacaron al que confesó y casi lo matan en público. Casi fue más impresionante que lo de O. J.

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