El crimen del crupier desmembrado que aterrorizó a Almendralejo
CRÓNICA NEGRA EN EXTREMADURA ·
En 1920 el joven José Gil apareció apuñalado, degollado y con los genitales cortados y colocados encima de su cadáver en el pozo Airón hace ahora 101 años
Este mes se cumplen 101 años de un suceso que aterrorizó a Almendralejo y que provocó que la localidad pacense saliese en la prensa nacional e internacional. Es el llamado crimen del pozo Airón. En este paraje apareció el 8 de septiembre de 1920 el cuerpo de un crupier del casino que había antes en esta ciudad. La imagen que vieron los que lo encontraron se convirtió en un relato que corrió de boca en boca por la zona y desató el pánico. El joven José Gil sufrió numerosos golpes en la cabeza y más de 20 heridas de arma blanca en su cuerpo, una de ellas prácticamente lo decapitó. Lo más impactante, sin embargo, fue que le cercenaron los genitales y se los colocaron en el pecho.
El hallazgo causó conmoción en Almendralejo, donde los vecinos exigieron que las autoridades telegrafiasen al Ministro de Gobernación para pedir un juez especial si el asesinato no se aclaraba en 48 horas. «Nos hallamos ante uno de esos crímenes que, aun a las conciencias menos puras, causan repugnancia. Ante uno de esos actos inhumanos únicamente explicables por la depauperación moral de ciertas gentes, o por un caso de atavismo», indicó el diario ‘El Correo de la Mañana’.
Ese mismo periódico detalló que el funeral congregó a 10.000 personas en Almendralejo. «Todas las afluentes a la calle de Villalba, domicilio de la familia de la víctima, estaban completamente invadidas de un numeroso gentío, siendo imposible transitar por ellas». El comercio local, así como las instituciones, cerraron durante la despedida al fallecido en señal de protesta.
Dos días después del crimen ya había cinco detenidos, pero fueron puestos en libertad. Las líneas de investigación no dieron frutos. A pesar del apoyo popular, la víctima no tenía buena reputación, por lo que los agentes buscaban una deuda impagada o algún lío de faldas con una mujer casada, lo que explicaría la mutilación.
El móvil, sin embargo, fue la venganza. Finalmente dieron con dos delincuentes habituales que confesaron los hechos. Tenían rencor a la víctima porque les vio cuando salían de robar una casa en Almendralejo y dio aviso a la policía.
Eran José C. y Ángel S, y también había una mujer implicada, la hija del segundo, María, que también fue detenida por promover el asesinato. Según el fiscal del caso, la joven «los excitó al crimen repetidas veces, recriminándoles con frases duras y despectivas para su virilidad por lo haberle dado muerte (a José Gil) la misma noche que les vio salir de la casa asaltada». Les dijo, según confesó José C, que debían haberlo asesinado para que no les delatara «y que parecía mentira que dos hombres como dos castillos no lo hicieran así».
La hipótesis fue que ella escribió una carta que entregaron al crupier en el casino citándole en el pozo, posiblemente para un encuentro romántico. Sin embargo, se encontró con los dos maleantes, que querían eliminarlo como testigo del robo. Por estos hechos la Fiscalía pidió pena de muerte para los tres detenidos, incluida María.
El juicio tardó tres años en llevarse a cabo, entre otras razones, porque uno de los acusados se fugó de la cárcel, aunque fue localizado. A pesar del retraso, la indignación se mantuvo en Almendralejo. En la primera sesión del juicio, cientos de personas rodearon la cárcel para pedir la cabeza de los acusados.
La expectación por el proceso era tal que los vecinos solicitaron que se llevase a cabo en el teatro Carolina Coronado para que asistiese más público. Sin embargo, la propuesta fue rechazada.
Tras la presentación del fiscal, declararon los acusados. José C. sorprendió a todos. Este jornalero de 35 años había confesados los hechos al detalle ante el juez de instrucción, pero en el proceso cambió la versión. Negó la intervención de María. Aseguró que la joven no escribió a la víctima, sino que se encontraron a José Gil por casualidad en el pozo Airón mientras esperaban para comprar pienso a un contrabandista. Además, trató de responsabilizar a su cómplice de la mayor parte de las heridas del muerto, y añadió que la víctima se cayó al suelo por efecto de la embriaguez.
Ángel S., de 58 años, también defendió que su hija no había participado en los hechos y negó la premeditación. Aseguró que no se acordaba del desmembramiento. «Yo iba borracho y no podía darme perfecta cuenta de lo que ocurría».
Cuando le llegó el turno de declarar a María, de 26 años, había expectación por saber si realmente promovió el crimen o incluso averiguar si había algún otro móvil que justificase la mutilación, pero la joven solo dijo una palabra y la repitió constantemente ante abogados y fiscales: «No». No sabía nada, no participó y no conocía a la víctima.
La estrategia monosílaba le funcionó. Fue la única absuelta en la causa. Su padre fue condenado a muerte, y ejecutado, y José C. cargó con una cadena perpetua. Pesó mucho el informe forense, que dejó claro que la víctima no se había defendido. Fue atacado por la espalda, golpeado en la cabeza, apuñalado en distintos puntos y finalmente le degollaron y le mutilaron los genitales.
El crimen del pozo Airón no se quedó en Almendralejo. Los detalles se publicaron en diarios de todo el país e incluso se comentaron fuera de España. El corresponsal en Londres de El Correo de la Mañana, Arturo Gazul, escribió un artículo lamentándose de la difusión y el impacto que lograban los crímenes, y que eran, en ese momento, de lo poco que se conocía de Extremadura.
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