
CRÓNICA NEGRA EN EXTREMADURA
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CRÓNICA NEGRA EN EXTREMADURA
Dos cuerpos en el maletero de un FiatEl 14 de julio de 1989 la Guardia Civil acudió a la escena de un doble crimen en un camino de la Sierra de Yelbes, cerca de Santa Amalia. Encontraron los cuerpos de dos jóvenes en el maletero de un Fiat 1430. Habían muerto por tiros de postas y en el suelo se veía un reguero de sangre que hacía pensar que el coche se había movido cuando los cadáveres estaban dentro. Los investigadores lograron una detención y se celebró un juicio tres años después, pero nunca se resolvió qué había ocurrido.
La Guardia Civil identificó a los fallecidos como P. M., de solo 17 años, y su cuñado V. C., de 27. Ambos vivían en Mérida. Al día siguiente la familia de los asesinados salió en una portada desgarradora de HOY. La viuda de uno de ellos, y hermana del menor, sujetaba a su hija de unos meses en su regazo. A su lado estaban sus padres, que habían perdido a su hijo y a su yerno. Todos exigían justicia.
La primera hipótesis, dada la violencia de las muertes, fue que se trataba de un ajuste de cuentas, quizá por asuntos de drogas, un problema que se estaba enquistado en Extremadura durante esos años. La familia de los fallecidos lo negó de forma categórica y ofrecieron otra posibilidad. Afirmaron que ambos habían muerto «por un puñado de tomates». Aseguraron que tenían graves problemas de dinero y que habían ido a robar algunas de esas frutas para venderlas y buscarse así la vida.
La familia reveló cómo fueron las últimas horas de las víctimas. El jueves el menor y su cuñado salieron a dar una vuelta por Mérida y luego pasaron por un bar. Allí les prestaron una película, Rambo III, y volvieron a casa. Sus planes para el día siguiente eran comer en casa y ver el largometraje, pero el viernes no estaban en el domicilio familiar y no volvieron. Tampoco estaba su Fiat. A última hora del día la Guardia Civil les contó a sus parientes cómo los habían encontrado.
Quedaron destrozados. La viuda contó a HOY que su marido era un buen hombre, pero que estaban en paro, sin dinero y que no lograba encontrar trabajo, por lo que pudo optar por ir a robar unos tomates.
Mientras la familia señalaba un posible móvil, la Guardia Civil seguía una hipótesis similar. Siguieron el reguero de sangre dejado por el coche y llegaron a una conclusión. El Fiat se encontraba en una parcela de tomates de Santa Amalia cuando tuvo lugar el crimen. Un lugar a 10 kilómetros de la ubicación en la que se encontró el vehículo. Los investigadores concluyeron que allí se produjeron las muertes por las manchas de sangre.
También encontraron unas marcas de arrastre. El Fiat estaba algo averiado y se dieron cuenta de que el o los responsables del crimen tuvieron que empujarlo unos tres kilómetros antes de que arrancase, cuando pudieron alejarlo otros siete kilómetros de esa parcela.
El siguiente paso en la investigación fue registrar la vivienda del dueño de la parcela, un hombre de 50 años de Santa Amalia, con cuatro hijos, y apreciado en la localidad. En el domicilio encontraron una toalla con rastros de sangre, pero el propietario indicó que era suya, que se había cortado al afeitarse.
Finalmente el dueño del terreno fue detenido. Dos días después, cuando entró en la prisión de Badajoz, sus abogados alegaron que no había pruebas en su contra, solo la ubicación en la que ocurrió el crimen y el hecho de que unos días antes había amenazado a unas personas que trataban de robar sus tomates. Pero no llevaba armas de fuego en ese incidente, solo una azada.
La detención de este agricultor causó un gran revuelo en la comarca de Santa Amalia. Sus compañeros de profesión negaron que fuese el autor de estas muertes e indicaron que en el sector estaban desesperados por los continuos robos en las explotaciones.
El dueño de la parcela pasó varias meses en prisión provisional, pero fue puesto en libertad. No hubo más avances, así que tres años después se llevó a cabo un juicio por asesinato contra el único detenido.
HOY publicó un titular poco corriente en las crónicas judiciales. El periodista Antonio Tinoco reveló que en las sesiones apenas se habían dado datos de lo que pasó. «El juicio por el doble crimen de Santa Amalia no arrojó luz», tituló Tinoco en abril de 1992.
Tres años después de los sucesos las pruebas eran las mismas, que los disparos pudieron ser en la parcela por los rastros de sangre y que el parcelero procesado amenazó a unos ladrones días antes. No se explicaba, sin embargo, cómo un hombre de 50 años con problemas de corazón había cargado los dos cuerpos en el Fiat y arrastrado el coche tres kilómetros por un camino hasta que arrancó. Y no hubo respuestas.
El 29 de mayo de 1992 la Audiencia Provincial de Badajoz dio su fallo. Absolvió al agricultor. La sentencia indicó que no había indicios suficientes contra el procesado y criticó la investigación del doble crimen.
El fallo destacó, por ejemplo, que no se habían hecho pruebas de huellas en el coche, lo que «pudiera orientarnos sobre la posible participación de una o varias personas». La Audiencia también reprochó que en la fase de instrucción no se hiciera la prueba de la parafina al detenido, lo que hubiese podido servir para saber si había disparado un arma o no.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Lucía Palacios | Madrid
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