Ocurrió en marzo del año 2001 en Membrío, localidad de 591 habitantes (2.480 en el año 1960), que está a 66 kilómetros de Cáceres y a 30 de Valencia de Alcántara. Un trabajador que estaba en una parcela haciendo una piscina, se encontró con ... huesos que parecían restos humanos. Los trabajadores avisaron a la Guardia Civil y ellos al titular del juzgado de primera instancia e instrucción de Valencia de Alcántara.
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Se dio aviso a los forenses de Cáceres que iniciaron la investigación. Acordonaron el lugar y empezaron a limpiar la zona con procedimientos arqueológicos. El esqueleto no estaba enterrado a mucha profundidad, a solo 50 centímetros de la superficie. Los forenses fueron quitando la tierra poco a poco, hasta descubrir todo el esqueleto humano. El hallazgo era sorprendente, y aún fue mayor cuando al sacar con cuidado la tierra que había al lado de un antebrazo, encontraron los huesos de otro antebrazo. Fueron limpiando hasta descubrir otro esqueleto humano. Uno era más grande que otro, como si uno fuera el de un hombre y el otro el de una mujer. Cuando fueron enterrados tenían dos brazos juntos, como si se hubieran dado la mano.
Les extrañó a los investigadores que no había restos de ropa. Parece que fueron enterrados desnudos.
Un hecho importante es que había señales de violencia. Uno de ellos tenía un orificio de bala en el coxal derecho, en la zona de la cadera. El otro esqueleto no tenía señales de bala, pero era muy posible que también le hubieran dado muerte de un disparo, pero la bala salió del cuerpo sin dejar rastro en los huesos.
El hallazgo de los dos esqueletos impactó en esta zona de la Sierra de San Pedro, en donde se aseguraba que los esqueletos debían ser de hace tiempo, quizá de la Guerra Civil, porque no había desapariciones recientes de personas.
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Mientras se analizaban los huesos para saber si eran de hombre o de mujer, su edad y cuándo ocurrió su muerte, se empezaron a hacer conjeturas. El investigador Julián Chaves Palacios, que ha escrito varios libros sobre la Guerra Civil en Extremadura, señaló que en la zona de Membrío hubo gente asesinada al inicio de la contienda. «En Membrío –dijo al Diario HOY– fusilaron a cuatro vecinos en el verano de 1936. También se mató a gente en Valencia de Alcántara y San Vicente de Alcántara». Indicó que como en otros lugares de España aquí hubo 'paseos' de madrugada, pero en Membrío los cuerpos se solían tirar en una mina.
Jorge Manuel Alfonso, autor de varios libros sobre Membrío, recordó que hubo varios 'desaparecidos' durante la Guerra Civil. Uno de ellos era Reyes Justo Gómez Tostado, al que unos individuos sacaron de su casa el 21 de agosto de 1936, y nunca más se supo de él. Tenía 29 años. En ese verano también fue fusilado Julián Rodríguez Espárrago, de 41 años; y en octubre de 1936 desapareció Julio Tomás Alfonso Pintor, de 29 años.
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Jorge Alfonso contó el caso de 'El hombre de la encina', para señalar lo ocurrido en el primer año de la Guerra en Membrío: «El pueblo fue enseguida del llamado bando 'nacional' –contó–, y por miedo a que le mataran escapó a esconderse al campo Telesforo Herrero Piris, que fue el primer presidente de la Casa del Pueblo. Estuvo escondido seis meses, buena parte de ese tiempo en una encina grande y frondosa, desde donde veía si alguien seguía a su hija María o a su hermano cuando le llevaban algo de comida. Fue descubierto y le metieron en la cárcel del pueblo, en donde un familiar le llevó unas sopas de ajo, y a las poca horas se lo llevaron».
Con la ayuda de los análisis realizados en el Instituto de Toxicología de Sevilla, se supo que los esqueletos eran de un hombre y una mujer de alrededor de 25 años, y lo que era lo más importante: que hacía más de 50 años que había ocurrido su muerte. Ante este dato el juzgado archivó el caso, ya que los delitos graves prescriben pasados los 25 años.
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¿Qué se hizo con los huesos? El alcalde entonces de Membrío, Agustín Gilete, los pidió al Juzgado para poder darles cristiana sepultura en el pueblo. La mañana del 28 de enero de 2003, con el permiso del tribunal, en el Palacio de Justicia de Cáceres se los entregó el director del Instituto Anatómico Forense, José María Montero.
El alcalde puso los restos humanos en una caja pequeña de madera y se los llevó al cementerio. Era la una de la tarde cuando colocó la caja abierta en el altar de la ermita de San Bernabé. Allí unos 30 vecinos rezaron una oración por las almas de los dos desconocidos. El alcalde cerró la caja y acompañado por los vecinos la metió dentro del nicho 245, un nicho blanco bajo una cruz de metal. La gente volvió a reza en alto mientras Nicolás, el operario del cementerio sellaba el nicho. El alcalde dijo: «Nosotros les enterramos. Nos da igual si eran rojos, verdes o amarillos. Les damos cristiana sepultura igual que hacemos con nuestros familiares. No sabemos quiénes son, pero igual eran conocidos de nuestros antepasados. Lo que pedimos es que no se vuelva a repetir una guerra civil».
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Han pasado 22 años desde que se encontraron los dos esqueletos, y sigue sin saberse quiénes eran. No se sabe si eran hermanos, si novios o un matrimonio, los dos jóvenes que se cree que fueron asesinados mientras se daban la mano.
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