
Mil formas de fugarse de la cárcel
Grandes y pequeñas evasiones ·
La región ha vivido todo tipo de huidas, desde la clásica sábana atada para descolgarse por la ventana hasta crear un ariete para intentar que cien presos escapenSecciones
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Grandes y pequeñas evasiones ·
La región ha vivido todo tipo de huidas, desde la clásica sábana atada para descolgarse por la ventana hasta crear un ariete para intentar que cien presos escapenLa semana pasada los funcionarios de prisiones de Badajoz frustraron la fuga de un preso que había preparado una soga con trozos de sábana y ... un pincho casero para tratar de escapar. No es el primero que lo intenta y algunos incluso han tenido éxito.
Lo más común es no volver de un permiso, pero otros encarcelados tienen métodos más creativos. En 1977 dos presos portugueses protagonizaron un intento que conmocionó a Badajoz porque parecía salido de una película. Les enviaron una sierra desmontada en varias cartas. Cuando la montaron, aserraron los barrotes de su celda durante la noche. Por la mañana se descolgaron del segundo piso al patio con toallas atadas entre sí. La huida iba a culminar con ayuda del exterior, unos desconocidos lanzaron cuerdas por encima del muro, pero se equivocaron de zona y los presos fueron detenidos por los guardas.
En 2007 se repitió en Badajoz un intento casi similar aunque el centro penitenciario había cambiado de instalaciones (la nueva prisión abrió en 1984). Dos internos forzaron los barrotes de la celda que compartían, se descolgaron con mantas anudadas y se dispusieron a trepar el muro exterior. En este caso fue la tecnología la causa de su fracaso, una alarma les delató.
Las sábanas, típicas de las películas, son muy útiles en la realidad. En el 86 un preso se fugó de la unidad penitenciaria del Hospital Provincial de Badajoz descolgándose del segundo piso con una cuerda improvisada.
Desde que Badajoz estrenó nueva cárcel, en el 84, no hubo fugas hasta 2001. La primera la protagonizó un recluso de 29 años que escaló el muro exterior después de cenar. ¿Por qué no lo vieron? Porque las cámaras del patio estaban sucias, los propios presos lanzaban cosas para que la imagen no fuese nítida. El fugado no llegó muy lejos. Se hizo un esguince en la caída, pidió ayuda en una casa cercana y avisaron a la policía.
El incidente provocó una protesta de los funcionarios de prisiones, que denunciaron falta de personal y el deficiente mantenimiento de los sistemas.
No es la primera vez que una fuga provoca críticas. La segunda en el centro pacense fue en 2005, un joven de 19 años evadió todas las medidas de seguridad, incluidas cámaras y alarmas. Se entregó dos días después y en el juicio explicó que trepó los tres muros y saltó la valla exterior sin ser visto. Uso los tubos que cubren los cables para escalar e incluso evitó las cuchillas que hay en el alambre. En 2007 se repitió lo mismo. Otro joven escaló, en ese caso hasta la garita de una guardia que estaba vacía, para descolgarse después hacia la libertad. Las críticas arreciaron entonces porque solo dos de las siete garitas de vigilancia estaban ocupadas y nadie le vio. Fue detenido cuatro horas después porque volvió a su casa, en las Cuestas de Orinaza.
En Cáceres uno de los episodios más conocidos se dio en 1992. Tres internos de Cáceres I aprovecharon que el penal estaba en obras y se escaparon. Se descolgaron por una manguera y utilizaron una estructura colocada por los albañiles. Uno de ellos fue localizado al día siguiente a las afueras de la ciudad y los otros dos pocos días después tras comprar heroína en una calle céntrica. En el juicio uno de ellos alegó que se había fugado por desesperación:«Soy toxicómano, estoy enfermo y para los pocos años que me quedan de vida no quiero morir en la cárcel». Su condena se alargó seis meses debido a la evasión.
También hay fugas masivas. Además del conocido motín de Badajoz (1987), en el 93 cien presos de Cáceres II intentaron huir. Usaron una máquina del taller de carpintería como ariete y llegaron hasta la puerta exterior donde las fuerzas de seguridad pudieron pararlos. En ese caso se responsabilizó de la situación a la masificación porque había 600 internos en un centro con 300 plazas.
Ha habido fugados muy conocidos. El más reciente un cacereño apodado 'Iberia' que en 2016, después de una operación de rodilla y, andando con muletas, fingió un dolor en el pecho y cuando llegó al hospital, se evadió. Los agentes que lo custodiaban no podían creer que un hombre desvalido, lesionado y con un aparente infarto se hubiese volatilizado. Tardaron cuatro años en volver a capturarlo.
En 1990 Extremadura salió en las noticias nacionales como posible escondite de unos fugados muy famosos, cinco etarras, entre ellos De Juana Chaos. ETA planeaba secuestrar a un piloto de helicóptero, pintar su aeronave como si fuese de la Cruz Roja y aterrizar con ella en el patio de la cárcel de Sevilla para sacar a cinco terroristas.
Posteriormente pretendían volar a la sierra de Guadalupe para esconder a los huidos en un zulo que habían excavado previamente cerca de Alía. Allí estarían un mes hasta pasar a Portugal usando una embarcación por el Guadiana. Sin embargo, el plan se frustró y el agujero hallado en Extremadura nunca fue usado.
Los prisioneros son capaces de aprovechar cualquier situación. En el 91 en Cáceres un donostiarra de 21 años se dio cuenta, cuando iban a cenar, de que un electricista se había dejado una escalera apoyada en el muro. Se subió al tejado para saltar la primera valla y llegó a subir varios peldaños hasta que los guardas le apuntaron con sus armas y desistió.
Los traslados de los presos son uno de los momentos más delicados. En el 99 un preso aprovechó que iba en un furgón policial para saltar cuando el coche paró en el centro de Badajoz. Dos policías lo persiguieron y lo interceptaron en Puerta Pilar. Lo mismo ocurrió al año siguiente cuando otro interno llegaba al juzgado. En ese caso fue llamativo porque el detenido salió corriendo a pesar de ir con muletas por una lesión en el pie. Iba cojeando, pero logró huir.
En ocasiones los internos se provocan lesiones para conseguir que los lleven al hospital. Uno de estos casos acabó en tragedia en 1990 en Cáceres. Un joven pacense, toxicómano, talló una pistola de jabón y la pintó de negro. Su plan era usarla para huir del centro hospitalario. Para llegar allí se autolesionó en varias ocasiones, pero los cortes eran leves. Finalmente decidió partir en trozos una cuchilla de afeitar, clavarla en un trozo de jabón y comérsela. Murió.
En ocasiones optan por la violencia para evadirse. En 2020 un recluso amenazó a un funcionario del centro penitenciario de Badajoz con un pincho casero para intentar fugarse y en 2009 se descubrió que los presos pacenses habían planeado secuestrar al monitor que les daba clases de albañilería para salir con él del centro.
Los funcionarios, además de enfrentarse al peligro, se encuentran con situaciones inesperadas. En 2001 en Badajoz un vecino se presentó en la cárcel exigiendo ver a su hermano por una emergencia. Les indicó:«Tengo que ver a mi hermano por cojones, los mismos que he tenido para robar este coche». Argumentó que tenía tanta prisa que había sustraído un vehículo. Fue detenido, claro.
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