Un crimen para defender el honor de su familia. Es lo que argumentó la defensa de un adolescente de 16 años que en marzo de 1989 disparó a un hombre de 35 años y lo remató destrozándole la cabeza a golpes. La causa es que ... este vecino se acostaba con tres de sus cinco hermanos.
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Los hechos tuvieron lugar el 6 de marzo de 1989. A. S. A. era vecino de Peraleda de San Román, tenía 35 años y recibía una pensión porque era considerado disminuido psíquico. Según se supo posteriormente, tenía relaciones con tres jóvenes de la localidad, todos hermanos.
Ese día A. S. A. fue a ver a uno de sus amantes, E. A., de solo 16 años. Lo visitó en una finca donde trabajaba arando el campo a tres kilómetros del pueblo. Le llevó comida y un regalo, una estatuilla de San José. Después de almorzar ambos comenzaron a recorrer la finca para recoger espárragos y se alejaron seis kilómetros hasta quedarse junto a una colina.
Ese día uno de los hermanos del menor, E. A., decidió también ir a buscarle al trabajo. Un mes antes ambos habían robado dos escopetas en una finca y querían usarlas para cazar, por lo que se llevó las armas. Al llegar donde trabajaba su hermano, no lo encontró. Indagó por la zona hasta que lo vio de lejos. Estaba junto a un hombre desnudo a punto de tener relaciones sexuales. E. A. decidió iniciar su venganza contra el que reconoció como el amante de otros dos de sus hermanos.
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Cuando estaba a 200 metros de la pareja, disparó, pero no hirió a nadie. El objetivo de su irá, al sentirse amenazado, se puso rápido un jersey y unos pantalones y salió corriendo colina arriba. No logró escapar. Otro disparo de la escopeta impactó en su espalda. Trató se seguir huyendo, pero un segundo proyectil lo lanzó al suelo.
Cuando E. A. se acercó a la víctima, le dio la vuelta a su rifle y comenzó a golpear al hombre tendido en el suelo con la culata hasta que se le rompió el arma. Los guardias civiles que llegaron a la escena después aseguraron que la cabeza estaba completamente destrozada por los impactos.
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Tras consumar el crimen, el responsable aseveró: «He terminado con ese maricón». A continuación lanzó el segundo rifle que llevaba, el que robó para su hermano, a un arroyo. Fue a hacer lo mismo con el que se había roto tras golpear a la víctima, pero según testificó después, le dio asco cogerlo porque estaba cubierto de sangre.
Los dos hermanos se marcharon de la escena. El menor volvió a trabajar a la finca con normalidad y por la noche ambos salieron de fiesta por su pueblo como si no hubiese ocurrido nada.
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Al día siguiente se localizó el cadáver. Llevaba pantalón y jersey, pero encontraron sus calzoncillos, su camisa y su sombrero a unos metros, por lo que sospecharon desde el principio que se había desnudado en ese campo y que podía haber un móvil pasional. Se lo confirmó el estado de la cabeza y los destrozos que sufrió el rifle. Además localizaron ambas armas y comprobaron que eran robadas.
La pista definitiva la lograron gracias a los conocidos de la víctima que les advirtieron que tenía relaciones con varios hombres. Finalmente localizaron a la familia de sus amantes e interrogaron a J. A., el menor al que fue a ver el día de su muerte.
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Este joven fue capaz de despistar a los guardias civiles y convencerles de que el responsable era un vecino de la localidad de Garvín que conocían. Este fue detenido y pasó tres días en la cárcel hasta que se comprobó que no había podido cometer el crimen.
Al comprobar que era una pista falta, los investigadores volvieron a centrarse en los hermanos y lograron una confesión de los dos implicados.
El juicio se celebró al año siguiente. El abogado defensor afirmó que E. A. mató a A. S. A. porque se estaba acostando con tres de sus hermanos y «se erigió en defensor del honor de su familia».
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El Fiscal pidió 10 años de cárcel para el hermano que disparó y tres meses de arresto para el segundo por «quedarse impasible mientras mataban a su amante». Rechazó que estuviese defendiendo a su familia. El representante del Ministerio Público argumentó que alguno de sus hermanos tenía relaciones homosexuales con otras personas y no había atacado a otro amante.
La acusación particular que representaba a la familia de la víctima pidió 30 y 20 años de cárcel para cada implicado por asesinato. La madre del fallecido aseguró que ambos hermanos habían actuado juntos y que su hijo estaba dominado por el menor con el que se acostaba. El abogado de esta familia añadió que los hermanos habían cometido el crimen «como un acto terrorista: matar por matar».
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Finalmente la sala de lo Criminal de Cáceres condenó a E. A. a doce años de prisión mayor por asesinar al amante de sus hermanos y a tres meses de arresto mayor por el robo de los rifles. En cuanto a su hermano pequeño, la sala afirmó que no había pruebas de su participación en el asesinato, pero fue condenado por no intentar detener a su hermano a tres meses de arresto mayor. Además fue procesado por acusar injustamente a otra persona de este crimen.
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