![Mató a su mujer con una hoz porque se había resfriado](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/2024/12/13/puerta-RFb0FCeOr553cBuYjv9q4BM-1200x840@Hoy.jpg)
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En la sección de Crónica Negra en Extremadura ha habido asesinos con todo tipo de excusas. Mataron por recibir un golpe que les causó epilepsia, porque creían que estaban hechizados o, uno de los más famosos, porque necesitaba testículos humanos para curarse una enfermedad. En Cáceres en 1926 un asesinato machista también se disfrazó con una excusa rocambolesca.
El crimen tuvo lugar en un domicilio de la ciudad. Simeón P. esperó a que su mujer se durmiese y le metió una sábana en la garganta para tratar de asfixiarla. Como no moría, fue a por una hoz y le segó el cuello con ella.
Los vecinos y conocidos indicaron que era un matrimonio infeliz y que el asesino tenía «frecuentes disgustos con su esposa».
El juicio se celebró unos meses después en la Audiencia cacereña. La prensa criticó con fuerza la naturaleza del crimen, entonces considerado parricidio. Este término, primero utilizado para los hijos que mataban a sus padres, se extendió en el Derecho español a todos los crímenes dentro del ámbito familiar. Los más habituales, igual que en la actualidad, eran los de hombres contras sus parejas, pero seguían llamándose parricidios.
«Ni el delito de incendio calculado bajo el prisma de su acción desoladora y perniciosa, ni el de asesinato estudiado en la más odiosa y repugnante de las modalidades que ofrece, cual es la alevosía, llevan al ánimo de profanos y entendidos en leyes impresiones tan dolorosas y amargas como lasa que el delito de parricidio produce», publicó el periódico Nuevo Día.
El primero en intervenir en el juicio fue el acusado. Alegó que no recordaba nada de los hechos. A preguntas de su abogado aseguró que había padecido «calenturas» durante mucho tiempo y también una «afección gripal».
Los alienistas
En el proceso legal testificaron cinco peritos, todos psicólogos. Esto era poco convencional y los periodistas que cubrieron el juicio destacaron la importancia de contar con tantos expertos, todos con una opinión «precisa y brillan», según la prensa.
«Los alienistas, convencidos, unánimes en sus dictámenes, afirmaron que el proceso, a consecuencia de una infección gripal que atacó principalmente el sistema nervioso tenía las facultades mentales muy debilitadas», se publicó. Los psicólogos añadieron que sufría «momentos episódicos» y que si le hacían las pruebas correspondientes «llegaría hasta el grado de imbecilidad».
A pesar de estos argumentos, el fiscal sostuvo que se trataba de un delito de parricidio con el agravante de alevosía y pidió la pena de muerte. La defensa, sin embargo, solicitó que se considerase a Simeón loco, lo que supondría su ingreso en un psiquiátrico, pero salvaría su vida y evitaría la cárcel.
El tribunal falló solo tres días después. Lo consideró culpable y aprobó su ejecución. En esa época la prensa, mayoritariamente cristiana, estaba en contra de la pena de muerte, por lo que a pesar de la gravedad del delito la decisión judicial estuvo seguida de muchas peticiones de clemencia para que se perdonase la vida a Simeón. El periódico cacereño Nuevo Día, el que más ampliamente siguió el caso, hizo un ardiente alegato a este respecto.
«Si en todos los momentos los preceptos de la ley moral y los de ley demanda compasión, ninguno ha de serlo más apropiado que este», indicaron. Definieron a Simeón como un hombre que había infringido el mandato «no matarás quitándole la vida a la mujer que Dios le diera en lazo irrompible por compañera inseparable».
«Si el fallo llega a ejecutarse, va a ser borrado de la sociedad como algo dañado y corrompido que es preciso talar», concluyó el periodista.
No hay constancia de que se conmutase la pena de este hombre ni se otorgase un indulto, por lo que todo indica que fue ejecutado aunque la prensa no se hizo eco de los hechos. Tampoco hubo campañas para apoyar su indulto como en otros casos en los que sí se movilizó la sociedad extremeña en contra de esta práctica.
Solo un año después se dio un caso similar, también en la provincia de Cáceres y aún se denominaba parricidio a los crímenes machistas.
Eustaquio B. era un hombre acomodado de Navezuelas y estaba molesto porque su mujer, Justina, se había marchado a Serradilla, a la finca de una de sus hijas. Su estancia se alargaba, no regresaba a su domicilio y el marido decidió ir a buscarla. Esta muy furioso.
Otra hija de ambos, Victoria, que aún vivía con sus padres en Navezuelas, escuchó decir a su progenitor que traería a casa a su madre «de cualquier manera». La joven se puso a llorar y el criado de la casa pidió a su patrón que se calmase y pensase en los que una a hacer.
No reflexionó. «En actitud descompuesta se dirigió a la finca y una vez en ella, llamó varias veces a la puerta, ante cuya insistencia, Justina, que se hallaba acostada, salió en paños menores a abrirle», indicó el fiscal en el juicio. Al ver a su mujer, Eustaquio comenzó a golpearla. Tras darle varios golpes en la cara y los brazos, le pegó una patada en el vientre. Las lesiones fueron graves y la mujer murió poco después a consecuencia de una peritonitis.
En el juicio su marido alegó que no la había pegado, que cuando llegó a la finca, su mujer abrió la puerta y le dijo que tenía dolor de estómago. Que Justina le lanzó al campo quejándose de dolores «para aliviarse» y que se cayó sobre un muro de pizarra, lo que le causó las lesiones.
En el juicio testificaron varios conocidos del acusado que apoyaron su versión y defendieron su buen carácter. La defensa solicitó que se tuviese en cuenta, como atenuante, que el hombre no pretendía causar tanto daño con sus actos.
El fiscal, sin embargo, mantuvo la acusación de parricidio y solicitó cadena perpetua. Lo logró, el tribunal estimó que no había sido una caída, sino un asesinato.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
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