En agosto de 2018 apareció muerto a la salida de su casa Javier Ardines, el edil de Izquierda Unida de la localidad asturiana de Llanes. Todo el mundo creyó que detrás de su muerte había motivaciones políticas porque había estado en el centro de varias ... polémicas. Varios meses después, sin embargo, se descubrió un móvil de celos y una trama sentimental que resultaría inverosímil en cualquier película. Casi cien años antes, en una localidad extremeña, y también una noche de agosto, ocurrió algo similar.
En el crimen de Ardines fueron condenadas cuatro personas. Dos sicarios argelinos, el hombre que los contrató y un amigo de este que medió para encontrar a los ejecutores. El que pagó para que le asesinasen a golpes era el primo político del concejal. Javier estaba casado, pero llevaba 30 años manteniendo una aventura secreta con la prima de su mujer. Cuando el marido de esta lo supo, decidió vengarse.
¿Y en Extremadura? Fue la localidad de Malpartida de la Serena la que quedó conmocionada el 4 de agosto de 1924 cuando apareció el cuerpo de un vecino en un pozo. Había recibido varios disparos de pistola.
La investigación descubrió que los implicados eran un matrimonio. Lo mataron cuando él entró en el corral de su casa para mantener relaciones sexuales con la mujer. Lo hacía desde hacía 25 años y también trataba de iniciar una relación con la hija de la pareja. Para dar una vuelta de tuerca más, siendo un pueblo pequeño, todos los implicados compartían apellido.
Los hechos tuvieron lugar el 3 de agosto de 1924 en la casa del matrimonio en Malpartida de la Serena. Miguel C. C. entró por el corral. Dentro le esperaba la pareja: Amelia C. G. y Francisco C. N. La mujer esgrimió una pistola y le disparó tres veces, Un proyectil le impactó en el pecho, otro en la espalda y el tercero en la cabeza. Murió en el acto. Fue entonces cuando el matrimonio arrastró el cuerpo fuera de su casa y lo lanzó a un pozo.
Sobre la causa, los ejecutores solo confesaron que Miguel «perjudicaba sus intereses». Los testigos añadieron que la relación triangular duraba más de 20 años y que en la casa ocurrían cosas extrañas relacionadas con el matrimonio y el amante de ella.
El juicio
El juicio se celebró un año después de los hechos en la Audiencia Provincial de Badajoz. Fue cubierto por los medios locales, pero también se publicaron reseñas en medios de otras regiones. Llamaba la atención la trama sentimental que había detrás del asesinato. La Voz de Asturias, por ejemplo, tituló: «Juicio por muerte de su amante».
La Fiscalía pidió 14 años de prisión para ambos procesados, pero la acusación particular que representaba a la víctima exigió la pena de muerte por considerar que no se trataba de un homicidio, sino de un asesinato y que existía alevosía, premeditación y nocturnidad.
Por su parte, la defensa aseguró que el marido merecía la absolución porque solo había encubierto el crimen para proteger a su mujer. En cuanto a Amelia, pidió para ella solo dos años de cárcel porque argumentó que había obrado en defensa propia. La mujer testificó en el juicio y aseguró que su amante era el que quería matarla a ella, que el arma pertenecía a Miguel y que solo disparó después de quitársela y para salvar su vida.
Los testigos se fueron sucediendo con declaraciones contradictorias. Los vecinos se mostraron sorprendidos y defendieron al marido, incluso aseguraron que estaba en otro lugar cuando tuvo lugar el crimen.
Los familiares del trío, que eran conocidos y parientes entre todos, eligieron bando y cada uno dio una versión totalmente distinta de los implicados. Heliodora C, hermana del muerto, confirmó que la víctima «sostenía relaciones amorosas» con Amelia desde hace 25 años y negó que su hermano llevase encima cuchillo o pistola.
Sin embargo, la hija del matrimonio pintó una imagen muy distinta de la situación. Cesárea C. dijo que el fallecido la perseguía para abusar de ella y que por ello tuvo que mudarse a vivir a Castuera. La acusación particular trató de dar la vuelta al testimonio de la joven e insinuó que los dramas que se vivían en esta vivienda se debían a la personalidad de Amelia. El representante del muerto «pinta la casa de los procesados como un antro de corrupción del que tuvo que huir su hija», narró el diario de Badajoz 'Correo de la Mañana'.
Inocente, quizá
Tras las distintas declaraciones, el fiscal decidió cambiar sus conclusiones y eliminar los cargos contra Francisco, el marido. Indicó que estaba convencido de su implicación, pero que no había pruebas y que el encubrimiento estaba exento de responsabilidad en el Código Penal (en ese momento).
En cuanto a la mujer, dijo que su carácter demostraba su responsabilidad. «El temple acerado del espíritu de Amelia excluye por completo la idea de que cometiese el delito por miedo», dijo el fiscal, que añadió que ella tuvo la serenidad de transportar el cuerpo y obligar a su marido a ayudarla. Defendió que la esposa disparó a Miguel en el pecho según entró en la casa, que la víctima se dio la vuelta por el impacto y le volvió a disparar en la espalda y que, una vez en el suelo, le remató con una bala en la cabeza que le entró por la mandíbula.
La defensa de los procesados aseguró que era Miguel el que convertía la casa «en un prostíbulo», pero sus argumentos no convencieron al tribunal. Francisco salió en libertad, ya que se retiraron los cargos, pero Amelia fue condenada a 14 años y ocho meses de reclusión y al pago de 5.000 pesetas de indemnización por la muerte de su amante.