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Una notificación judicial provocó un asesinato en Extremadura en 1982 y estuvo a punto de sumar dos muertes más. Fue en Valdecaballeros, una localidad que no ha olvidado la tragedia.
El suceso se gestó en la enemistad entre dos hombres que vivían en Valdecaballeros, y que curiosamente compartían profesión. El primero regentaba una fonda y el segundo un bar. Ambos habían tenido buena relación, pero hubo problemas y se convirtió en un conflicto grave con muchos enfrentamientos.
En el verano del 82 la bronca evolucionó en enfrentamientos físicos y el dueño del bar denunció al de la fonda por lesiones. El proceso se tramitó con urgencia y el 24 de julio el Juzgado de Paz de Valdecaballeros entregó a I. F. V, dueño de la fonda de 37 años, una notificación. Le informaron de que la Audiencia Provincial de Badajoz continuaba con el caso en el que estaba procesado como responsable de lesiones y le informaban sobre la ampliación de la fianza.
La reacción del notificado fue inmediata, cogió una escopeta y un revólver. La primera era un arma que le había prestado un amigo en un viaje que había hecho al País Vasco. Sin embargo, no se determinó dónde había podido comprar el arma corta.
El plan era sencillo, pero letal. Iba a buscar a su enemigo y matarlo. A continuación pretendía asesinar también a la pareja de su examigo y quitarse la vida con las armas que portaba. Tres muertes en unas pocas horas.
Tras coger las armas, I. F. V. se dirigió al bar de su objetivo, que estaba en la entrada de Valdecaballeros. Cuando llegó, su víctima estaba secando un vaso. No le dejó hablar. Disparó a una distancia de tres metros sin permitir que el otro hombre tuviese tiempo a dar la alarma o defenderse.
El tiro fue mortal y el vecino cayó muerto en ese mismo instante, según destacó posteriormente el informe forense. En el bar también estaba la novia del fallecido y la hija de ambos, de solo cuatro años.
La rápida reacción de la madre salvó su vida. La mujer salió corriendo fuera del bar, gritando para pedir auxilio. El tirador la persiguió y la alcanzó en el exterior. Le agarró por el pelo, le tapó la boca para que no se escuchasen sus gritos y comenzó a arrastrarla. Intentaba llevarla a la parte posterior del bar, probablemente con el objetivo de cumplir su plan y matar a ambos miembros de la pareja.
No lo logró. Los gritos de la mujer alertaron a los vecinos de la calle, que comenzaron a asomarse a las ventanas y los balcones. Al sentirse observado, el homicida soltó a la mujer y se marchó.
Según determinaron los investigadores, tras el crimen el responsable volvió a la fonda que regentaba. En la misma escondió el revólver y dejó la escopeta en la entrada. Luego decidió entregarse.
I. F. V. acudió al puesto de la Guardia Civil en Valdecaballeros. Allí los agentes de este tranquilo pueblo escucharon con estupor cómo explicaba que acababa de matar a una persona.
El juicio se celebró dos años después, a principios de 1984 en la Audiencia Provincial de Badajoz. I. F. V. fue condenado a 20 años de cárcel por asesinato. La sentencia destacó que, aunque carecía de antecedentes penales, «gozaba de mala reputación entre sus convecinos, que tenía mala conducta y que era pendenciero y agresivo». Estaba separado de su mujer, con la que tenía dos hijos.
Además de la pena de prisión por asesinato, el reo fue condenado también a seis meses más por tenencia ilícita de armas y un mes más por amenazas a la pareja de su víctima. Así mismo le condenaron a indemnizar con 300.000 euros a la novia del fallecido a la que amenazó, otros 300.000 euros a la viuda de la que no se había divorciado cuando murió y 800.000 euros a los tres hijos que tenía en total su víctima.
El caso de Valdecaballeros causó gran impacto en la localidad por ser conocidos ambos implicados, pero en el ámbito judicial es una historia tristemente repetida. Los conflictos legales o las peleas previas suelen derivar en nuevos enfrentamientos y algunos son mortales.
Uno de los más destacados ocurrió en Don Benito el mismo año que el de Valdelacalzada. El portero de una discoteca de Los Santos de Maimona paró en la puerta del local a un residente en Zafra al que no dejó entrar. Los dos hombres se enzarzaron y el de Los Santos agredió al otro.
Solo unas semanas después fue condenado por la agresión, pero para su víctima no fue suficiente. El 22 de marzo de ese año el portero entró en un club de Zafra y se encontró con el hombre que había agredido y otros dos acompañantes de este. Trató de marcharse, pero el grupo de Zafra lo paró cuando estaba en su coche, se bajó y le dieron una paliza mortal. Fueron condenados a 21 años dos de los implicados y 12 años el tercero.
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