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La foto de un niño con un traje que le queda pequeño y una mirada torcida. Esta imagen se publicó en varios medios españoles en ... 1904. Era Valentín, un menor de 13 años acusado de matar a otro de solo 7. La noticia conmocionó a todo el país.
El 8 de septiembre de 1904 el dueño de un melonar, el guardia del mismo y dos pastores estaban en una finca cercana a La Coronada. Hacía mucho calor y le pidieron a Valentín, hijo de uno de los pastores, y a su amigo Antonio, que se acercasen a la fuente a llenar un barril de agua. Los menores lo hicieron encantados y, tras refrescarse, pidieron coger una burra para ir a una finca cercana. Se lo permitieron.
Valentín y Antonio se subieron al animal y cogieron el camino. Varias personas les vieron avanzando y riendo encima de la burra. Fue la última vez que se vio con vida al más pequeño.
Por la tarde, tras trabajar en una finca de cerdos, el padre de Antonio volvió a casa en La Coronada y su hijo no estaba. Fue a preguntar a Valentín, el último que lo había visto y el menor le explicó que, en el camino, se había bajado de la burra para ir a buscar a su padre.
Julián, el padre del desaparecido, se alarmó porque sabía que su hijo no había llegado a la finca donde el trabajaba. Se puso a buscarlo por todas partets. Contó en su día el periódico 'Noticiero extremeño' que este vecino de La Coronada pasó 48 horas sin comer y sin dormir recorriendo la comarca.
El segundo día encontró en medio del campo un trozo de carne. Parecía un fragmento de cráneo. Lo recogió con unos juncos y los llevó rápidamente al pueblo para que lo examinase el médico. El sanitario determinó que era un trozo de la cabeza de una vaca u oveja que no tenía piel ni pelo en esa zona. El padre del niño sufrió un síncope y se desmayó.
Su agonía terminó poco después. Unos vecinos vieron manchas de sangre en los ladrillos que cerraban la puerta de un horno. Estaba a 250 metros del camino por el que iban en burro los niños.
Al retirar los ladrillos encontraron el cuerpo de Antonio. Noticiero Extremeño contó que hubo grandes escenas de dolor entre los vecinos por la pérdida del menor y por las heridas que había sufrido y que causaron su muerte. Los forenses aseguraron que el ensañamiento era tan grande que se podía asegurar «sin temor a mentir, que es difícil que se registre otro caso igual con un destrozo semejante de una cabeza humana, a no ser por un accidente ferroviario u otro análogo».
Los especialistas apreciaron golpes en toda la piel de la cabeza y arañazos en la boca que les hicieron pensar que alguien se la tapaba mientras lo agredía, para impedir que gritase. Lo golpearon con una piedra que se encontró cerca del horno y la cabeza quedó destrozada, en fragmentos que encontraron envueltos en un pañuelo.
La Guardia Civil interrogó al menor que iba con Antonio cuando supuestamente se marchó en busca de su padre. Valentín cambió su versión. Dijo que el pequeño se había caído de la burra y se había golpeado la cabeza con una piedra y que él, asustado, había decidido esconderlo en el horno. Las múltiples heridas, sin embargo, no cuadraban con esta descripción. Los investigadores decidieron detener al menor y también al padre de este.
Finalmente Valentín confesó y admitió que había agredido a su amigo, pero no fueron capaces de sacarle la razón de este brutal asesinato. El padre de la víctima contó que a él no le gustaba que Antonio fuese con este amigo porque consideraba que abusaba de él y se aprovechaba de ser mayor, pero admitió que no se esperaba algo así.
La resolución del caso causó un gran revuelo. El comentario más extendido es que no se podía entender un comportamiento criminal tan violento en un niño tan pequeño. «Es tan extraordinario por las circunstancias especialísimas que lo rodean que hemos creído un deber informarnos hasta de sus más leves detalles para poner en antecedentes a nuestros lectores y que todos puedan hacerse cargo que la gravedad extraordinaria del suceso», publicó el periódico.
El juicio se celebró en junio de 1905. Valentín cambió de nuevo su versión y negó su participación en la agresión. Insistió en que su amigo se había bajado de la burra y se había ido solo. La prensa lo describió como un «ser poco desarrollado para la edad que tiene pero de aspecto simpático».
La defensa argumentó que era imposible, por su tamaño y su madurez, que hubiese cometido el crimen. También alegó que la persona que mató a Antonio debía haberse manchado mucho de sangre, pero que no se habían encontrado manchas en la ropa de este menor.
Posteriormente testificaron tres peritos sobre el procesado. Aseguraron que tenía discernimiento para saber lo que hacía, pero no para entender las consecuencias de sus actos. El jurado les creyó porque consideró culpable a Valentín, pero determinaron que no se había aprovechado de su superioridad sobre su amigo.
El tribunal condenó al menor, que ya tenía 14 años en el juicio, a 4 de internamiento en un correccional y a abonar 1.000 pesetas (6 euros) a la familia de su víctima.
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