En la Biblioteca Pública de Cáceres 'Rodríguez Moñino/María Brey' se guarda un pequeño librillo, de poco más de 30 páginas, que se puede consultar en la Sala de Investigadores. Es el informe que realizó el abogado cacereño Luis Pérez Córdoba en la causa seguida ... contra Vicente S. P. por delito de asesinato, cuya vista se celebró el 5 de febrero de 1948 en Cáceres.
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Luis Pérez Córdoba (1880-1954) fue alcalde de Cáceres de 1930 a 1931. Llegó a ser el último regidor cacereño en la monarquía de Alfonso XIII. Fue sustituido por el socialista Antonio Canales, que moriría fusilado en la Guerra Civil.
En 1948 tenía 68 años cuando intervino como acusador particular en el juicio por asesinato celebrado en la Audiencia Territorial de Cáceres. Llamó la atención que en esa época se usara como algo normal la palabra 'amo', para describir a la persona que tenía a sus órdenes a un trabajador o a un criado al que le ofrecía vivienda y trabajo en su finca.
El hecho que se juzgó en 1948 ocurrió en Coria en 1942, cuando la localidad tenía alrededor de 4.500 habitantes (ahora son 12.308 los vecinos). El hombre asesinado era Edilberto L. C., un hombre soltero que tenía un tejar en las afueras de Coria, en una finca que estaba en la zona del camino hacia Casillas de Coria. Un tejar era el lugar en que se fabricaban tejas, ladrillos y adobes.
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Edilberto había dado trabajo a la persona que al final acabó con su vida, a Vicente S. P., del que se dijo que había sido secretario del Partido Comunista en Coria. Condenado por un delito de auxilio a la rebelión estuvo en la cárcel. Salió en libertad en 1941 y pidió trabajo a don Edilberto y éste le hizo maestro del tejar, encargándole también el cobro de facturas. Los dos vivían en la finca del tejar.
No llegó a los dos años el tiempo que Vicente estuvo bajo las órdenes del hacendado de Coria. Fue el 18 de noviembre de 1942 cuando el obrero decidió terminar con la vida de su patrón. A las once de la noche se les vio juntos en el bar 'Avenida' de Coria. Don Edilberto estaba en el bar cuando entró su subalterno. Según consta en los hechos probados, el obrero le preguntó a su jefe si se iba a la finca con él, y él le contestó: «Vete tú, que tienes que descansar para trabajar mañana, yo no bajo hasta que cierren aquí; tómate un vaso, o lo que quieras y vete». Vicente tomó un vaso de vino y se marchó. Se indica en los autos que se fue a la finca por la calleja del Buzón que va al arroyo del Perteguero, en donde estaba el tejar.
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Fue a la casa e hizo lumbre para secar tabaco verde. El abogado Luis Pérez Córdoba señaló que fumando decidió acabar con la vida de su 'amo'. Vio que era mejor hacerlo en la entrada de la finca, cuando don Edilberto fuera a cerrar la cancilla.
Cogió un hacha y esperó en la oscuridad, detrás de un machón, un pilar que había junto a la verja de la entrada. El patrón llegó sobre la una de la madrugada. Abrió la cancilla, entró en su finca y cuando estaba encorvado cerrando la cancilla Vicente le atacó. Así lo contó en su informe el abogado:
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«Se lanza sobre su amo y le descarga en la parte posterior de la cabeza tres hachazos: uno en sentido perpendicular que le llega casi hasta el cuello, y dos casi paralelos entre sí, en dirección oblicua, de arriba abajo, cayendo inmediatamente don Edilberto en posición decúbito supino; y entonces, en aquellos instantes tan trágicos como dolorosos, cuando el corazón de la víctima iba a dar sus últimos latidos, cuando en su pecho retumbaban los ecos de las tormentas precursoras de la muerte, cuando la luz de sus ojos se hundía en el occidente de la vida, por un movimiento más bien instintivo que reflexivo, –y lo afirma el reo– levanta sus manos, secas y descarnadas, y con voz débil y temblorosa pide... ¡¡Auxilio!! En aquel momento, enardecido tal vez por el olor de la sangre derramada, como las fieras de los desiertos, se lanza nuevamente sobre la víctima y le da dos hachazos más».
El letrado afirmó que Vicente realizó tal masacre que estropeó su plan de librarse de toda culpa. El plan del asesino era dejar a don Edilberto muerto en la entrada de la finca, para que pensaran que alguien que le había seguido desde el bar o que pasaba por allí le había matado para robarle; pero Vicente tenía toda la ropa manchada de sangre, hasta las alpargatas, también había rastros de sangre en el interior de la finca, ya que había limpiado el hacha en el estanque. Al final Vicente decidió huir. Se puso un mono sobre la ropa ensangrentada, y se fue camino de Portugal llevándose el anillo de don Edilberto, 75 pesetas que tenía en la cartera, dinero de varias facturas, y una pistola con balas.
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Vendió el anillo en Portugal, en donde debió de estar cierto tiempo escondido hasta que fue detenido, ya que el juicio se celebró casi a los seis años de cometerse el crimen.
La Audiencia Territorial de Cáceres condenó a Vicente S. P. a 30 años, dos meses y 15 días de prisión por un delito de asesinato, y tuvo teniendo que pagar 30.000 pesetas a los dos hermanos de don Edilberto.
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La sentencia debió llenar de satisfacción al exalcalde de Cáceres, que dijo que el reo había sido un traidor, «que rompió todos los vínculos de fidelidad que a su amo debía». Añadiendo: «A los traidores la sociedad debe aplastarlos, como dice el sagrado texto, en el libro del Deuteronomio, 'Maldito el que matare o dañare gravemente, a traición, a su prójimo; y dirá todo el pueblo: amén».
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