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Con dos muertos y un herido grave. Así terminó la Navidad de 1916 en Torre de Miguel Sesmero. Fue una revancha entre dos familias que culminó con la siguiente frase: «Ya estás vengado y no han sido dos, sino tres lo que hemos matado».
El cálculo de los asesinos fue incorrecto, en realidad habían matado a dos personas. Un doble crimen lo suficientemente impactante para saltar a las noticias y para que no se olvidase durante años en la comarca, especialmente cuando se acercaban las fiestas.
El 24 de diciembre de 1916 una familia de Torre de Miguel Sesmero celebraba la Navidad en casa de unos vecinos. Eran Ramón, alias 'el Piropo', con su mujer Juana y su hija Candelaria. Los hombres que había en la casa salían cada poco tiempo a tomar vinos a las tabernas del pueblo y se iban desplazando de una calle a otra. En esas idas y venidas los asistentes a la fiesta observaron cómo 'el Piropo' charlaba con Lorenzo, un guarda municipal que era su amigo. La conversación, sin embargo, no era cordial y pronto derivó en pelea.
Ambos hombres resultaron heridos, pero Lorenzo fue el más perjudicado. Recibió heridas de cuchillo y hacha en la cara y sangraba mucho. Sus conocidos lograron separarles y llevaron a ambos hombres a sus casas para calmar la situación. No lo lograron.
En la casa de Lorenzo estaba su padre, su hermano Romualdo, que también era guarda municipal, y su hermana Clemencia. La vuelta del joven a casa con la cara destrozada afectó mucho a la familia. Llamaron al médico y este se desplazó al domicilio para iniciar las curas. Durante tres horas cosió al herido para tratar de salvar su rostro.
Mientras su padre y su hermano decidieron vengarse y matar a su agresor y al padre de este, dos vidas por la cara de Lorenzo. Así lo anunciaron a los que estaban en su casa, incluido el médico, pero se encontraron con un problema. Clemencia había escondido las escopetas en casa de un vecino temiendo precisamente una reacción así de los varones de su familia.
La desaparición de las escopetas no paró la revancha. Romualdo cogió una carabina y su padre Antonio un 'chuzo', es decir, una navaja, y se dirigieron a casa de 'el Piropo'.
Al llegar, el joven con el arma de fuego se colocó delante de la puerta y su padre golpeó en la ventana y dijo: «Abrid al señor juez». La trampa surtió efecto y el padre de Ramón 'el Piropo', que también se llamaba Antonio, se acercó a abrir. Romualdo vio cómo se aproximaba por la mirilla, apuntó a la puerta y disparó dos veces.
Las balas atravesaron la madera y se clavaron en el pecho del anciano. Este retrocedió hasta un sofá, donde cayó muerto.
A continuación los que buscaban venganza lograron abrir la puerta a golpes y se desarrolló una escena dramática. Dentro estaba Ramón, su objetivo, tratando de asistir a su padre muerto, y también las dos mujeres de la casa, madre e hija. «Candelaria se interpuso entre Romualdo y su padre, que no podía huir por parte alguna y se encontraba con su padre inerte. La hija le pedía por Dios al agresor que no matase a su padre; pero desoyendo sus suplicas y lamentos se arrojaron ambos sobre Ramón (Romualdo y su padre) cosiéndolo a puñaladas hasta que cayó muerto». Así describió el Correo de la Mañana el crimen según la versión de la familia de las víctimas.
El informe forense confirmó que el padre había recibido dos disparos, uno de ellos le entró por la clavícula y le salió por la espalda y fue mortal. Su hijo el Piropo recibió tres puñaladas en la espalda y siete en la parte delantera.
Los asesinos volvieron entonces a su casa y fueron a consolar a Lorenzo, el herido. «Ya estás vengado y no han sido dos, han sido tres los muertos», comentaron delante del médico. Nunca se aclaró si pensaron que habían matado a alguna de las mujeres o solo presumieron de más. «Así me gusta la sangre española», respondió el herido.
Padre e hijo fueron detenidos por los hechos y confesaron lo que había ocurrido. En juicio se celebró dos años después en la Audiencia Provincial de Badajoz. El Fiscal acusó a ambos hombres de asesinato con los agravantes de astucia, por el truco de anunciar que eran el juez, premeditación y alevosía. No aceptó la versión de los procesados de que habían sufrido un arrebato llamados por la venganza. Decían que se habían alterado al ver el rostro de Lorenzo desfigurado para siempre. El Ministerio Público defendía que habían pasado más de tres horas entre la pelea y la reyerta mortal posterior.
El testimonio de Romualdo fue fundamental en el juicio porque se inculpó de los hechos. Aseguró que su padre solo lo había seguido a la casa de el Piropo, pero que no había participado en las muertes. También afirmó que no quería matar al padre al disparar a través de la puerta y que había apuñalado a Ramón una decena de veces en defensa propia.
El abogado de la acusación particular, es decir, el letrado que representaba a la familia de las víctimas, rechazó esta versión y señaló que primero fueron las tres puñaladas por la espalda y después las siete en pecho para rematar a su objetivo.
El letrado fue muy emotivo en sus conclusiones y destacó que «la Nochebuena de 1916 dejó tristes recuerdos en Torre de Miguel Sesmero; noche de regocijo entre el cariño familiar, fueron para la viuda e hija de Ramón noche de llanto y dolor», indicó que, a su juicio, había sido el crimen «más espantoso de la historia».
El abogado defensor respondió con sorna a su compañero y le felicitó por su pasión. Sin embargo pidió al jurado calma y les aseguró que no era un crimen extraordinario, sino comprensible. «Les movieron (...) los afectos más puros y santos, el de la fraternidad y paternidad buscando una satisfacción a una ofensa».
Finalmente el jurado, tras su deliberación, consideró culpables a ambos procesados. El tribunal les impuso la pena que pedía la Fiscalía, 17 años de cárcel para el padre y al hijo una cadena perpetua además de la pena de muerte por los dos asesinatos. Al final la Navidad de 1916 sí que provocó tres muertes.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
Lucía Palacios | Madrid
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