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Ahora es una especie en peligro de extinción, pero hubo un momento en el que el lince ibérico campaba abundantemente por la península ibérica. La mirada al pasado aporta evidencias que sirven para conocer más esta especie protegida. Hace 30.000 años los linces utilizaban las cuevas como cubil, es decir, como lugar cubierto en donde parir y proteger a sus crías. Así lo indica el estudio firmado por el investigador de la Universidad Complutense Antonio Rodríguez-Hidalgo (Mérida, 1978). La revista Scientific Report, de Nature, ha publicado recientemente un artículo en el que expone las conclusiones obtenidas en la cueva del Gigante, ubicada en Sitges, Barcelona.
La Universidad Complutense de Madrid (UCM), el Instituto Catalán de Paleoecologia Humana y Evolución Social (Iphes), la Universidad de Barcelona (UB) y el Instituto Catalán de Paleontología han colaborado en este estudio, donde se dan conclusiones a partir de los restos arqueológicos recuperados en uno de los niveles del yacimiento, los cuales han permitido caracterizar por primera vez cómo sería un cubil de lince ibérico durante el Paleolítico. Este animal es un carnívoro abundante en los yacimientos paleolíticos de la península ibérica, pero hasta ahora no se había descrito con detalle el uso que hacían estos felinos de las cavidades.
«Hemos probado que la cueva fue utilizada probablemente durante generaciones por el lince ibérico como un lugar donde las hembras de lince cada primavera iban a parir y durante un tiempo, aproximadamente dos meses, la utilizaban como refugio para las crías, ya que son muy vulnerables». Los restos de las presas que constituyen el alimento de las crías cuando empiezan a comer carne, como los conejos, crean un registro que se mezcla con los huesos de los linces que no salen adelante o de hembras que murieron, explica este investigador, que forma parte del equipo de Primeros Pobladores de Extremadura. Los excrementos de los linces fosilizados también forman parte de todo ese conjunto que, analizado pormenorizadamente, pivota el estudio de Rodríguez-Hidalgo. «Sabíamos desde hace tiempo que los linces ibéricos eran muy comunes en todos los yacimientos en cuevas, tanto en la meseta como en Cataluña, en Extremadura o Andalucía, pero no entendíamos muy bien porque eran más comunes que otros carnívoros, nuestra hipótesis es que los linces utilizaban las cuevas de sistemas cársticos como el Calerizo».
Ecólogos de Doñana, explica este investigador, se habían dado cuenta de que los linces buscan lugares muy estables desde el punto de vista ambiental, lugares que cambian de temperatura y humedad muy poco y que les permiten resguardarse, como las cuevas. Del estudio de la cueva del Gigante podría inferirse, estima este investigador, que esa forma de actuar es común en todos los linces. Esa práctica se hace menos visible hoy en día ya que los animales que nacen ahora en España lo hacen en zonas donde las cuevas calizas no son comunes.
Las conclusiones de este estudio, aunque aborden una época remota, pueden ser muy útiles para la actual biología. «Podría ayudar a los programas de reproducción a escoger lugares donde las cuevas fueran más comunes y comprobar si es verdad que las linces prefieren las cuevas como lugares de cría». En Doñana se habilitan troncos de árbol para que en su interior se desarrolle este periodo de especial cuidado de los pequeños linces.
«Desde la zona de Matachel, donde están haciendo suelta de linces ahora están viendo algunos ejemplares que están criando sistemáticamente en el mismo sitio e incluso dentro de cortijos abandonados», destaca Rodríguez-Hidalgo. Es interesante observar que vuelven al mismo sitio para volver a criar, lo que cuadraría con la hipótesis planteada por este estudio. «Si solo una lince hubiera entrado a criar nosotros no lo veríamos, no tendría visibilidad arqueológica, el tema es que se repite una y otra vez y genera esa huella».
Aunque el estudio se ha hecho en Sitges, en cuevas como la de Maltravieso y la de Santa Ana también se han observado esta acumulación de restos que también indicaría esa forma de actuar por parte del lince ibérico. «Sí que podríamos aplicar este estudio a ambas cuevas». Este investigador también ha trabajado con el centro de cría en cautividad de lince ibérico de Zarza de Granadilla para hacer estudios que ayuden a entender cómo los linces modifican los huesos de sus presa.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras (gráficos)
Álvaro Soto | Madrid
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