![Ferriol, en la consulta donde trabaja como terapeuta de adicciones.](https://s2.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202209/29/media/cortadas/173495771-kpUB-RJFCxfoqo4FgfQUX60hPjaP-624x385@Hoy-Hoy.jpg)
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Hubo un tiempo en el que Jaume Ferriol (mallorquín, 41 años, residente en Mérida desde hace once) consumió cocaína casi a diario. Pero reaccionó a tiempo, pasó del lado malo al bueno y hoy es terapeuta en adicciones, o sea, ayuda a gente que está ... pasando por momentos más o menos parecidos a los que él vivió en primera persona. Para esos adictos con los que trabaja –en colaboración con una psicóloga y una psiquiatra–, él es un espejo en el que mirarse. Por la vida que llevó y la que lleva ahora.
«Me gusta dejar claro antes que nada una cosa –sitúa–: yo no vengo de una familia desestructurada o con pocas posibilidades de desarrollo. Nada de eso. Yo vengo de una familia totalmente normal, de tres hermanos con unos padres trabajadores». En ese contexto creció un niño que nunca tuvo claro qué quería ser. «Cuando me preguntaban, yo siempre decía que quería ser romano», recuerda Ferriol, que conoció las drogas a los 13 años.
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«Empecé con los porros –recuerda–. Ves que otros lo hacen y no les pasa nada, y por mucho que te hayan hablado del tema tus padres, lo haces para no quedarte fuera de tu grupo de amigos. A los 17 ó 18 ya había dejado los estudios y era camarero en un restaurante en El Arenal (una conocida zona de ocio de Palma de Mallorca), y es ahí, en el trabajo, donde conozco la cocaína. Antes había consumido también pastillas, estando de fiesta. Porque casi todos los adictos a la cocaína, antes han consumido otras sustancias».
Él comenzó con la coca a lo grande. «Casi desde el principio empecé a tomarla prácticamente a diario, en el trabajo –rememora–. Ese consumo te lleva a tener problemas familiares, laborales, económicos... Pero físicamente, exteriormente, la gente no los percibe. No pasa como con la heroína, que sí te deja una huella física, exterior, más evidente. Y además, la cocaína está más aceptada socialmente. Vemos en la tele famosos que la consumen y no tienen mal aspecto, y conocemos gente más o menos cercana que la toma».
Pero la familia y los amigos, cuenta Jaume Ferriol, sí que se dan cuenta. Y en su caso, acabaron dándole un ultimátum. «Es entonces cuando entro en Proyecto Hombre en Baleares, donde estuvo un año y medio y a quien siempre estaré agradecido. Son parte de mi familia, ellos me permitieron empezar de cero y me enseñaron a conocerme», agradece ahora.
Allí fue donde logró dejar su mal hábito. En la fase de final de su rehabilitación, viajó a Mérida a ver a una prima, y allí conoció a quien acabó convirtiéndose en su mujer. Ya con el alta terapéutica, se mudó a la capital extremeña, hace 11 años. Lleva sin drogarse desde noviembre de 2009.
Al poco de llegar a la ciudad extremeño, un día vio «a ocho romanos cruzando el puente romano», rememora. Estaban participando en una actividad de Emérita Lúdica, el festival que reproduce la vida en esa época clave en la historia de la ciudad. Al poco, Jaume Ferriol se había apuntado a la asociación y era uno más entre ellos. Más tarde se apuntó a Afaval (Asociación de ayuda a familias y menores con conductas adictivas). Llamó a la puerta de este colectivo ofreciéndose, por si su experiencia servía para ayudar a otros.
«Y hace unos cinco años, en unas jornadas en el palacio de congresos, conocí a Pedro García Aguado (el exjugador de la selección española de waterpolo y presentador de programas televisivos en los que intenta reconducir a jóvenes con problemas de conducta). Tuve una charla con él y me convenció de que personas como él o yo, que hemos sido adictos, podemos ayudar a otros adictos, porque podemos ser para ellos un espejo en el que mirarse».
«Los adictos son unos actores buenísimos –define Jaume Ferriol–. Están todo el día pensando en cómo mentir y a quién. Viven en una mentira continua. No comen bien ni duermen bien ni se relacionan bien con los demás, porque todo en su vida es manipulación y engaño. Quienes lo hemos vivido lo sabemos».
Haberlo vivido le ha dado muchas claves para saber cómo ayudar a quien ahora está como estuvo él, que de hecho es lo que lleva haciendo más de una década como voluntario y desde el año pasado profesionalmente. «Por ejemplo, hay unas primeras pautas que deben cumplirse a rajatabla: no estar solo, no llevar dinero, no relacionarse con otros consumidores, no ir a lugares donde has consumido... Quien no cumple esto desde el principio lo tiene muy difícil», apunta Ferriol, que es terapeuta en adicciones, intervencionista familiar y 'coach' de desarrollo personal, y que ha participado en congresos en Argentina y México, y de hecho allí viven algunos de los que le contratan para que les ayude a recuperar sus vidas.
A ellos les atiende por Internet, y en Mérida lo hace presencialmente. Ayuda no solo a cocainómanos, sino también a otros adictos, con y sin sustancia. «Dejar una adicción es un proceso duro. Te obliga a transformar tu vida, y eso pasa por conocerte mejor a ti mismo. Y a en ese proceso, descubres cosas tuyas que no te gustan. El adicto está lleno de rabia, miedo y dolor, emociones que no sabe gestionar porque lleva años escondiéndolas. Y luego está la reinserción social, que implica conocer gente nueva, ir a sitios nuevos y hacer cosas nuevas. Y todo esto es duro. Pero merece la pena. Te da la oportunidad de reiniciar tu vida, de descubrir una vida nueva».
A la pregunta de qué consejo le daría a un adicto, tiene clara la respuesta. «Que no merece la pena las noches sin dormir, que miren a su alrededor y que tengan claro que es posible cambiar y ganarle la partida a la coca. Yo también pensé que viviría con ella toda la vida, y sin embargo la vencí».
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